Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

domingo, diciembre 28, 2003

“Otras Navidades con ‘A Capella’”

El Ciclo de Música Coral que organiza el Ayuntamiento de Santander nos brindó, en la noche del pasado sábado, la oportunidad de reencontrarnos con el Coro de Cámara ‘A Cappella’ en el marco, poco habitual en este tipo de eventos, de la Iglesia de Salesas.

La agrupación dirigida por Manolo Galán, como era de esperar, no se limitó a confeccionar un programa ‘de compromiso’ sino que, siempre mirando más allá, nos presentó un interesante mosaico de temas populares –y también cultos- navideños desde un punto de vista musicológico. De esta forma, y con las siempre agradables aclaraciones y explicaciones del propio Galán, la treintena de temas interpretados siguieron un discurso lógico y coherente. Más aún si atendemos al común denominador presente en todas y cada una de las obras que consistió en magnas interpretaciones glosadas con entrega, gran sonido, delicadeza y mucho buen gusto.

La iglesia se llenó hasta la bandera –no se si es muy correcto emplear esta expresión al referirnos a un templo, y sería mejor decir que se llenó hasta ‘la campana’- y los aplausos tributaron el homenaje y apoyo constante a este coro santanderino del que, siempre he de insistir en lo mismo, obtenemos lo mejor de lo mejor. Vuelvo a repetirme en estas letras, pero es digno de admiración encontrarnos con una formación que, desde la afición más comprometida, logran cuajar propuestas siempre a un nivel tan alto. Más aún cuando, en no pocas ocasiones, nos encontramos en el mundo coral con agrupaciones que ofrecen al gran público productos “familiares” pero no a la altura deseada cuando un proyecto se hace público. Siempre ha habido y habrá niveles en lo que a calidad se refiere, pero en este caso no hay color.

Mención especial, si me permiten, quisiera hacer a una de las obras interpretadas en la velada del sábado. El ‘Puer Natus’ del propio Manuel Galán supuso un maravilloso descubrimiento de una obra que, desde la sencillez formal, llega muy dentro en un estilo claro y cercano. Además volvimos a escuchar la pieza coral más reconocible de este director que también es compositor. Creo no equivocarme al afirmar que ‘La Palmera’, sobre textos de Gerardo Diego, se ha asentado ya en nuestra memoria como una de las obras inmortales de la tradición coral cántabra, y en cada nueva escucha no sólo disfrutamos de su sonido, sino del recuerdo entrañable de una melodía que se encuentra, desde hace tiempo, dentro de nosotros.

sábado, diciembre 27, 2003

“El Pinocho de La Machina”

El pasado viernes se estrenó en el Palacio de Festivales la última propuesta escénica que La Machina ha creado pensando en el público infantil. ‘Pinocho Circus’ se suma así a anteriores producciones, como ‘La danza del sapo’ o ‘La casa imaginada’, atestiguando la solidez de la compañía cántabra en el panorama nacional de teatro infantil y juvenil.

Como ya sucediera en otras ocasiones, y nuevamente con la dirección escénica de Carlos Herans, La Machina no cae en convencionalismos en sus ideas para los más pequeños, sino que elabora un producto complejo en el que tiene cabida todo tipo de perspectivas, desde el ‘batacazo en escena’ que hace reír hasta la reflexión más profunda que únicamente nos puede hacer pensar.

‘Pinocho Circus’ es la adaptación que el dramaturgo italiano Nono D’Introna realizó sobre el texto de Collodi, una obra sólida y bien construida en la que el muñeco de madera cobra vida desde una profundidad poco habitual en los productos pensados para chavales, más aún en las coordenadas actuales y en unas fechas, como son las navideñas, en las que el último atisbo de los “creadores de sueños mediáticos” es que los más jóvenes desarrollen su pensamiento. Sólo quieren que compren.

He de decirles que la obra me sorprendió, y mucho. Sentado en la butaca de la Sala Pereda hubo momentos en los que pensé que aquel era un texto para “más mayores”, en otros sentí que tampoco: que me aburría, pero la sorpresa mayor llegó al comprobar que el público sentado a mi alrededor, los verdaderos destinatarios del circo de Pinocho, estaban cautivados manteniendo su atención durante la casi hora y media que dura el espectáculo, sobre todo aquellos “más mayores” dentro del grupo de los “pequeños”, no se si me entienden.

La escenografía es hermosa, aunque frágil en algunos momentos. Dentro se encierran muchas sorpresas, algunas con una carga estética de gran belleza, caso del vuelo del hada, o en el final que se vuelve a ser el principio, como el cuento del Rey que tenía tres hijas, las metió en tres botijas... El trabajo de los actores es correcto, más aún si tenemos en cuenta la necesidad, a última hora, de sustituir a uno de los protagonistas anunciados, destacando en su frescura Cristina Samaniego. Aún así resulta complicado para el desarrollo, casi a un nivel estético, de la obra el empleo de tres Pinochos distintos, con porte tan desigual. Pero tal vez eso sea otra historia.

jueves, diciembre 25, 2003

“Dulce como el turrón”

Una tradición navideña más, como la del turrón o el árbol adornado, es la de acudir al concierto que en estas fechas nos ofrece la Camerata Coral de Santander dentro del ciclo de la Universidad de Cantabria. Un año más la iglesia de Sana Lucía fue el escenario para este entrañable concierto y, un año más como es de ley, obtuvimos un delicioso regalo en forma esta vez de ensaladas y villancicos, de la mano de la agrupación dirigida por Mª del Mar Fernández Doval.

Como les anticipábamos, el plato fuerte de este concierto, estuvo en una selección de piezas procedentes del repertorio musical español renacentista. Ensaladas y villancicos –de villano- junto a ritmos danzables instrumentales fueron glosadas en la primera parte del encuentro. Es esta una de la características de la Camerata, la de revolver en el repertorio y montar obras habitualmente fuera de las programaciones de música culta, siempre exquisitas para quien las disfruta y, de forma especial, demostrándonos que son ellos los primeros en “pasarlo bien” con este tipo de programas. Así, toda la energía que la agrupación emplea al montar un programa que sabemos que es mucha, revierte en el público que agradece tanto el esfuerzo como la calidad conseguida. Miel sobre hojuelas.

Estuvieron acompañados por los instrumentos hábilmente manejados por Sergio Barcelona, Francisco del Amo, Sorkunde Idígoras, Paulino García, Alicia Lázaro, Alfonso Manso y, el siempre creativo percusionista, David Mayoral. Una inmejorable compañía para este viaje, engrandeciendo a los de la Camerata Coral y endulzando sus sonidos.

Aunque para dulce los postres. Villancicos de los de siempre, de aquí y de allá, sin excesos ornamentales y buscando la complicidad del respetable. Una segunda parte breve pero emotiva, navideña hasta la médula y dulce, muy dulce. Interpretaron una selección de cantos navideños –ya no de villanos- terminando con el lógico guiño a la audiencia que cantó –cantamos- el inmortal de Grüber.

En otras ocasiones aprovecho días antes para felicitarles las fiestas. Esta vez lo hago a “caballo pasado”, pero el deseo de paz sigue estando vigente. Que ustedes disfruten de estos días y de todos los que les traerá el año nuevo. La música les ayudará un poco.

sábado, diciembre 20, 2003

“Gospel cercano y emotivo”

Emotivo concierto navideño de la agrupación de gospel The Northern Kentucky Brotherhood Singers el pasado viernes en el Palacio de Festivales, sustituyendo a los anunciados Hoyful Gospel Singers. Desconozco si ganamos o perdimos en el cambio, pero de lo que estoy seguro es de que hubiera sido casi imposible ofrecer un recital tan intenso y cercano como el que nos brindaron los de Kentucky.

Una docena larga de temas mantuvieron a la audiencia encandilada con el quinteto vocal que, desde los primeros compases, quisieron implicar al público con sus canciones espirituales lanzadas directamente al corazón. Demostraron ser poseedores de una voces timbradas y bien empastadas entre sí, del mismo modo que dieron buenas lecciones de scat e improvisación en algunos de los temas. Pero lo que más claro nos dejaron es que conocían la receta para llevarse al respetable allí donde ellos querían, que era justamente al lado más emotivo y expresivo de la música.

Cerca de mi asiento, uno de sus integrantes, cantó un bello espiritual dedicado a las madres arrodillado frente a una mujer en el patio de butacas. Desde esta posición pude observar como ella, poco a poco, iba aferrándose a la mano del cantante para, minutos después cuando el canto había terminado y la oscuridad nos devolvía de nuevo cierta intimidad, enjugarse las lágrimas de emoción que en esos instantes había cosechado. Sobrecogedor y muy hermoso. También tuvimos sorpresa cuando se pidieron “voluntiers” –voluntarios- para cantar sobre el escenario y entre los atrevidos se encontraba una cantante bien conocida por el público de Cantabria. La voz de Ruth ascendió entre las restantes y sorprendió tanto a público como a intépretes.

El público coreó algunos de los temas, coreografió otros –“above, below, before...”- y, sobre todo, se lo pasó bien en una noche de música que se cerró con un puñado de villancicos entre los que se encontraba el Tamborilero, Silent Night o Holly Night. Poco fueron los que salieron de la Sala Argenta sin haber dado la mano a alguno de los intépretes de Kentucky, y muchos menos los que no disfrutaron con toda esa música.

viernes, diciembre 19, 2003

“Inmenso Carlos Álvarez”

La VIII Temporada Lírica del Palacio de Festivales llegó a su fin con la puesta en escena de una nueva producción del ‘Rigoletto’ de Verdi que tuvo en Carlos Álvarez a su máximo protagonista.

La producción, dirigida en lo escénico por José Antonio Gutiérrez y en lo musical por Miguel Ortega, situaba la acción del drama en un punto intermedio del espacio/tiempo entre la época original de la Mantua renacentista y un futurista escenario “a lo Blade Runner” con un oscuro concepto de la acción. Una fusión interesante que ofreció como resultado un producto sólido y muy dramático en el que, a pesar de lo vanguardista que nos pueda sonar sobre el papel este concepto, funcionó con normalidad a fin de cuentas.

El escenario, sombrío y escasamente iluminado para sugerir con negruras el alma de las escenas, se articuló sobre una enorme estructura giratoria que, en sus evoluciones, alteraban los espacios para la acción pero también ofrecía dinamismo y paso del tiempo en el devenir dramático. Así, a pesar de estar viendo en diversos momentos las diversas caras del decorado, nunca asemejaban ser la misma. La concepción dramática de los personajes ideada por Gutiérrez nos aleja emocional y físicamente a los personajes de Gilda y Rigoletto que, finalmente, acaban encontrándose entre sí al final de la tercera escena. Esta distancia, que puede sorprendernos en un primero momento, resulta imprescindible para comprender y hacer real la relación que entre ellos existe antes de comenzar el drama. Se destilan procedimientos escénico para acercar al público y a la condición humana la esencia y existencia de estos personajes.

Musicalmente hay que descubrirse ante la inmensa voz y presencia escénica de Carlos Álvarez en un momento de su carrera realmente fantástico. No solo cantó con potencia, afinación, personalidad y sentido –que ya es decir- sino que además lo hizo todo situando a su personaje en una magistral categoría en lo escénico difícilmente superable e imposible de olvidar. De su gesto y de su voz nació para nosotros Rigoletto, creíble y humano, cercano y vivo en la escena para ser música y para ser hombre. Las ovaciones por él recibidas, y en especial la prolongada al final del ‘Piangi, piangi, fanciulla’ fueron el tributo de un público entregado y emocionado ante tal regalo lírico. Ahora puede sonar pedante o pretencioso, pero creo no exagerar si apunto que las representaciones de estos días quedarán como hito en la historia de la lírica en Santander: “cuando Carlos Álvarez hizo aquel Rigoletto en Santander”, y si no tiempo al tiempo.

Junto al de Málaga, otro hermoso encuentro con la voz de la joven Rocío Ignacio, sin tanta presencia dramática pero con un registro hermoso, bien colocado y que también logro emocionar con sus ascensos hacia el agudo y con la calidez de su canto. Es el momento de adjetivar a esta soprano como de “futura promesa” o algo similar, pero en esencia vimos a una intérprete con voz suficiente para ser lo que fue en la noche del estreno: una firme realidad.

Entre el elenco, nacional por los cuatro costados y suficiente para ofrecer un montaje de calidad, nos encontramos también con un Pedro Farrés muy rotundo pero un poco escaso de potencia, a Marina Pardo de nuevo en “su casa” manifestando las delicias de su registro rico en matices, a David Rubiera –también en casa- que nos sorprendió no por su magnífica voz, que de esto ya sabíamos, sino por el descaro escénico que le permitió hacerse con el papel más allá de los límites habituales y sobresalir con entidad propia para colocarse al lado de los más grandes o a Miguel Ángel Zapater, sobrio pero firme en su papel de Sparafucile. De José Antonio Sempere, al margen del pequeño inconveniente que le veló la voz por unos segundos al comienzo del aria más conocido de este título, apuntar que no pudo controlar como era deseable –en el resto de la ópera- una voz a la altura del conjunto, situándose siempre en el complejo filo que delimita el límite.

La Orquesta, sin excesivas estridencias, funcionó desde el foso con la batuta de Miguel Ortega atento en cada instante a todos los factores que dependían de su mano. El coro lírico, celebrando con este título la primera ópera repetida en los siete años que ya han pasado desde su fundación, se manejó con soltura y mucha presencia vocal en todas sus participaciones, dentro y fuera de escena.

sábado, diciembre 06, 2003

“Las bicicletas estuvieron en la Argenta.”

La Sala Argenta del Palacio de Festivales fue el escenario, en las noches del viernes y sábado pasados, de la propuesta dramática ofrecida por la compañía ‘Teatro de la Danza’ sobre el texto de Fernando Fernán Gómez ‘Las Bicicletas son para el verano’. Se cierra con esta obra el ciclo de teatro este año en el Palacio a expensas de conocer la programación para el 2004.

La producción, como otras tantas que hemos podido disfrutar de esta compañía, se realiza con mimo y detalle para trasmitir al público una historia que se comparta y sea vivida por todos. En este caso, además, el contenido del argumento hizo que la memoria de algunos descubriera y recordara momentos de su propia infancia en la cotidianindad de un conflicto, la Guerra Civil Española, desde una perspectiva tierna y desgarrada al mismo tiempo.

Hablando del texto de Fernán Gómez y de su resultado, frente al público, en ocasiones paladeábamos el sabor agridulce de una comedia dramática, recordándonos incluso a aquello monólogos de Gila con los que reíamos de las desgracias de un hombre que se burlaba de su propia sombra. Así muchas de las carcajadas del respetable era un contrapunto tremendo a lo que sucedía en escena, más aún ahora que nos desayunamos con noticias de guerra y muerte, esta más lejos pero aún así cerca, cada mañana.

Más allá de estas reflexiones que en momentos se me escapan, señalar que la labor realizada por los actores fue impecable en una tarea coral en la que destacaban, por motivos de guión, un inmejorable Gerardo Malla y el televisivo Julián González, rostro popular que, ahora por primera vez sobre las tablas, sigue trabajando una carrera que cuenta con el apoyo de los también crecieron con él viéndole en televisión.

Las pinceladas musicales que adornan el discurso dramático son retazos de la propia historia de España y del momento del que se habla. Pequeños garabatos hechos con sonido que articulan las transiciones escénicas y aproximan, a golpes estruendosos de bombas cada vez más cercanas, la realidad de una guerra.

La escenografía sostiene dos espacios a ambos lados de la escena con un elemento móvil que intercambia ambos lugares, elemento que impide ver de forma directa lo que sucede en algún momento desde las butacas más laterales de la Argenta, perdiéndose presencia cuando los actores desarrollan sus intervenciones en los lados más extremos de las tablas. Tal vez el tamaño de la Argenta sea demasiado para este montaje, echándose en falta la intimidad que, en estos casos, nos ofrece la Pereda. No únicamente para el ojo, sino también para el oído que agradece escuchar la voz desnuda de los actores, sin amplificaciones de ningún tipo.

jueves, diciembre 04, 2003

“De promesa a realidad”

Luis Aracama estrenó la obra ganadora del II Concurso Internacional de Composición ‘Manuel Valcarcel’ en un concierto que sirvió, además, para reafirmar el espléndido momento artístico por el que atraviesa el intérprete cántabro. Aunque algunas veces, como es el caso, esta circunstancia no vaya acompañada por una intensa actividad por los escenarios. Me explico: Aracama tocó como nunca dejando claro que esa etiqueta muchas veces colocada ante su nombre como “joven promesa” ya no es un refugio para nada, él se ha trasformado en una “firme realidad” consiguiendo un lenguaje con el piano muy personal, intenso y sobre todas las cosas, maduro.

No es posible, de otro modo, configurar un programa tan complejo y variado como el que se nos ofreció en la tarde el miércoles en el auditorio de la Fundación Botín y dotarle de coherencia. El denominador común de todas las obras –que navegaron desde Haydn o Mozart hasta Ginastera pasando, claro está, por la música contemporánea- estaba en el propio intérprete que supo, y sabe, dar al público algo que no pueden encontrar en otra parte: él mismo.

De la obra estrenada, ‘Ab-sense’ de Vito Palumbo, apuntar la complejidad de la misma con un resultado sonoro que pervive en el contraste de nerviosas agrupaciones de sonido frente a otros elementos que emparientan con la improvisación, el jazz o cierto postromanticismo disfrazado de disonancia. Una pieza que se despliega ante nosotros pero que nada nos dice del camino por el que hemos de seguirla, tal vez por eso su final desconcierta cuando aparece. Pero sobre todo, esta obra, contrasta y pierde fuerzas en comparación con ‘La Dama del Alba’ de Antonio Noguera, que también pudimos escuchar en esta velada. Tal y como sucedió en su estreno hace más de un año, esta creación pianística escarba bien dentro de la esencia del ser humano ofreciéndonos una compleja reflexión sobre una de las pocas certezas que nos ofrece la vida, la propia muerte.