Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

lunes, enero 29, 2007

“Teatro infantil abierto al público”

La compañía cántabra de teatro ‘La Machina’ mantiene en los últimos años una actividad continua y constante repartiendo sus propuestas entre las destinadas al público infantil y las concebidas para el general. Algo que no pretende indicar que sus producciones infantiles no contemplen a los más mayores en las butacas, sino al contrario parecen escogidas también pensando en ellos. El pasado sábado el Palacio de Festivales acogió el estreno de la última producción de este tipo, teatro infantil abierto al público: ‘Robinson y Crusoe’, de Nino D’Introna y Giacomo Ravicchio.

Como suele ser habitual, La Machina volvió a confiar la dirección escénica a Carlos Herans (La danza del sapo, La casa imaginada o Pinocho Circus), conocedor de lo que sucede más allá de nuestras narices y especialista en teoría y práctica de teatro para pequeños. La ternura de Herans encuentra un buen vehículo para ser comunicada en obras como esta de de Introna y Ravicchio, hija de un tiempo pasado que miraba con optimismo el futuro posible que se podría lograr con el esfuerzo de muchos. Ahora, años después, cierto sabor amargo nos recuerda que todos aquellos sueños parecen pesadillas, y donde estaba Vietnam ahora hay Irak, y donde fue la bomba atómica leemos del efecto del calentamiento global. Pero la capacidad de seguir luchando sigue viva en algunos.

La pieza nos habla de dos personajes, encarnados por Fernando Madrazo y Luis Oyarbide, en su encuentro casual en un mundo devastado. Multitud de símbolos nos informan de guerras, de bandos enfrentados… pero las palabras no pierden el tiempo en esos detalles sino que ahondan en la posibilidad o no de lograr comunicarse, de forjar una amistad más allá de las diferencias culturales, lingüísticas… ¿ideológicas? Ojalá. Nos recuerda a las crónicas de guerra de Gila, o aún mejor, al Pic-nic de Arrabal pero con un final muchos más optimista.

Fernando y Luis, Madrazo y Oyarbide generan una relación escénica que funciona muy bien, creciente y cargada de pantomimas, de teatro del absurdo, de clowns y hasta de baile. Un abanico de posibilidades que va atrapando a los espectadores en dos personajes cercanos y muy bien definidos. Entrañables y capaces de arrancar carcajadas y alguna lágrima de los espectadores como quien les escribe.