Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

domingo, diciembre 10, 2006

“Montserrat(iade)”

Máxima expectación y lleno absoluto de público para la clausura de la XI Temporada Lírica del Palacio de Festivales con la presencia de Montserrat Caballé, su hija Montserrat Martí, el tenor Albert Montserrat y el piano de Manuel Burgueras.

He de confesarles que acudí a este concierto con muchas ganas de escuchar la propuesta pero con el punto de desazón que me provoca este tipo de recitales, pues cuando uno se acerca a una voz de las más importantes en el mundo de la lírica siempre tiene la duda de ver hasta que punto eso continúa siendo así con el paso del tiempo. Créanme que es un compromiso tener que dar la opinión propia, como en más de una ocasión ha sucedido, en contra del sentimiento popular, quedando como mal educado y un desagradecido. Pero en este caso no va a ser así. La voz de Montserrat Caballé sigue conservando el fondo y la forma que siempre tuvo y, a pesar de que ella misma quiso disculpar “su poca voz”, fue capaz de atreverse con un programa comprometido. La elección de las piezas no cedió ante un repertorio de esos “populistas” que muchas veces se nos ofertan en las galas líricas, sino que decidió montar una primera parte más seria, adecuada a sus características vocales y comprometida con sus gustos y afinidades: Donizetti, Puccini, Délibes... En la segunda mitad hubo espacio para la zarzuela, la broma y la cercanía con el público. Muy bien organizado. Después, claro está, los bises con el rossiniano canto de los gatitos y un público puesto en pié para festejar el concierto.

Montserrat Martín nos mostró una voz grande y un punto indómita. Tiene buen gusto en las dinámicas suaves pero en el agudo más potente pierde la capacidad de control sobre ella con algunos momentos de cierta estridencia. Por su parte el tenor Albert Montserrart ofreció momentos muy intensos con una voz pura y timbrada a la que lo único que perjudica para ser redonda es el toque nasal que acompaña al canto. Manuel Burgueras custodió y acogió el canto con un trabajo paciente y muy atento. Le tocó jugar el papel secundario de la gala pero demostró ser un pianista acompañante de primera: el escogido por la gran cantante para sus conciertos.

Al final tuvimos la sensación de cercanía de una velada íntima en la que cuatro amigos se juntan para hacer música y a la que nos pudimos colar con nuestra entrada. Una especie de “schubertiade” moderna, si me permiten el juego de palabras: una “monsterratiade” que gustó a muchos y no defraudó las expectativas.