“Quitándose el sombrero”
El Coro Lírico de Cantabria abandonó, por unos momentos, su escenario habitual de la ópera escénica para atreverse con un programa complejo y alejado de su repertorio usual. Cambiaron las óperas por canciones de autores cántabros o lo que es lo mismo la grandilocuencia escénica por la cercanía que impone un recital ‘a capella’. El escenario elegido: el salón de actos de la Fundación Marcelino Botín el pasado jueves.
La apuesta tenía un punto de riesgo si atendemos a las características de la formación dirigida por Esteban Sanz y a las exigencias del programa, pero la entrega, y a la vista de los resultados, el trabajo de los integrantes de este coro permitieron que el resultado fuera un interesante concierto en el que nos encontramos con momentos muy interesantes y bien presentados. Los cambios de disposición espacial nos permitieron escuchar distintos matices de la misma formación y el planteamiento de cada obra nos mostró intenciones diversas pero siempre desde una perspectiva musical muy alta. Nos encandiló la Cantiga Santa María de Dúo Vital, el acogedor Amen del Ave María de Samperio, las obras de José Ignacio Prieto o la transmisión recibida en toda la segunda parte. Es justo señalar que algunos momentos necesitan de más precisión, pero de la misma forma hay que aplaudir el concepto del concierto y la realización del mismo. Con el sombrero quitado.
La propuesta se suma a la serie antológica que la Fundación Marcelino Botín dedica a los compositores cántabros mediante conciertos que, posteriormente, se convierten en publicaciones discográficas. En esta ocasión el carácter antológico tenía una presencia más evidente pues la selección de obras y autores reflejaba tanto el pasado como el presente y futuro de la composición coral en nuestra comunidad. La primera parte estuvo dedicada a obras de los autores más clásicos y la segunda a los activos en la actualidad. Un cambio en el orden del programa hizo que el estreno absoluto del ‘Liber scriptum’ de Emilio Otero sucediera –como era más lógico- al final de la primera mitad a pesar de estar anunciado como inicio de la segunda. Se trata de una obra ambiciosa y muy sinfónica en sus planteamientos. Comparable en su énfasis compositivo con alguna de las grandes obras corales de la Historia de la Música –Carmina Burana, Réquiem de Verdi- sirvió en su dificultad como ‘test de salud’ para el Coro Lírico y como homenaje de su autor al fallecido profesor Pedro Terán. Un homenaje que no carga las tintas en el dramatismo sino en la seriedad compositiva y la solemnidad sonora. Imaginamos la intención de su autor de dar sustento orquestal a esta partitura en la que, en sus silencios, percibíamos redobles de timbales y énfasis de trompeterías no existentes.
También escuchamos piezas de Juan Jáuregui, José Manuel Fernández, Jesús Carmona o el propio Esteban Sanz, todos presentes en la sala. Si bien es cierto que no estaban todos lo que son, sí que eran todos lo que estaban, mostrándonos el excelente buen gusto y criterio de estos creadores capaces de destilar obras muy bellas y asequibles dentro de una evidente diversidad de estilos.
Aprovecho este último párrafo para, como cada año, desearles unos felices días y, ya que hablamos del Coro Lírico de Cantabria, felicitar de una forma especial los primeros diez años de su existencia. Muchas gracias por todo, a todos vosotros.
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