Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

lunes, junio 23, 2003

“Dos pianos cántabros”

El dúo de pianos integrado por Luis Aracama y Pablo López Callejo fue el encargado de poner fin a las actividades musicales del presente curso del Aula de Música de la Universidad de Cantabria.

El concierto, de pasado domingo, estuvo integrado por obras de Ligeti, Brahms, Clementi y Poulenc y nos acercó, nuevamente, el feliz encuentro de dos de los pianistas cántabros más interesantes de los últimos tiempos. Dos talantes interpretativos bien distintos pero que complementan sus virtudes en una formación poco frecuente pero nada despreciable en cuando a los resultados sonoros y al repertorio con el que cuentan.

En la cita del domingo –en un excesivamente caluroso salón de actos en Marina Civil- cosechó un resultado un tanto desigual. Los pianistas tuvieron que sostener la descompensación evidente –bastaba con ver cada uno de los pianos- entre los dos instrumentos sobre el escenario: dos masas acústicas de desigual condición que tuvieron que conjuntarse en las piezas escogidas.

Pero al margen de las desavenencias entre ambos pianos, Aracama y Callejo ofrecieron una primera parte menos coherente en intenciones, especialmente en las ‘Variaciones sobre un tema de Haydn’ de Brahms- y con algún menoscabo sonoro en coordinación y tempo. No así en la segunda mitad –Ligeti y Poulenc- donde todo transcurrió con más claridad culminando este segmento con el bis de Lutoslavsky que arrancó bravos del público y demostró las verdaderas capacidades expresivas del dúo de pianos cántabro. Imaginamos que la práctica y el encuentro más asiduo de los dos intérpretes frente al público logre cimentar un grupo de mucha trascendencia y, sobre todo, sentido expresivo.

lunes, junio 16, 2003

“Sopresa en Suesa... por amor al arte”

Cuando menos te lo esperas, surge la sorpresa. Tal y como se lo cuento sucedió el pasado sábado en el Monasterio de las Trinitarias de Suesa, dentro de las actividades musicales de las VI Jornadas Culturales de la Fiesta de la Santísima Trinidad. Dentro de este marco se celebró un concierto de la Orquesta y Coro Europa Concentus Musicus, dirigidos por Mariano Rodríguez Saturio y en el que, también, se estrenaba una composición de Tomás Villanos, dedicada precisamente al Monasterio de Suesa.

Sobre el estreno poco que escribir. Una pieza de compromiso; obra errante en busca de estética y de coherencia discursiva que no logra cuajar ni en lo uno ni en lo otro. Fue presentada en una primera parte del concierto acompañada por obras de Bach, Albinoni o Mascagni, y en todas ellas la orquesta se esforzó por lograr un buen sonido ofreciendo en cambio excesos en patinazos y falta de empaste -¡ay las cuerdas!-.

Así las cosas, ya pueden imaginar la decepción de quien les escribe, se abordó la segunda parte del concierto tras un intermedio en el que Mons. Montes Toyos impartió una breve charla sobre el patrimonio cultural de la fe cristiana en los monasterios. Y fue entonces cuando apareció la sorpresa que les anticipaba, encarnada –más bien hecha sonido- en una Misa de Schubert que magistralmente ofreció la orquesta y coro mencionados. Y no exagero ni un punto en esta aseveración ni el uso del adjetivo ‘magistral’, puesto que todas y cada una de las partes calaron hondo en el público y brotaron con energía torrencial y encomiable templanza en las voces de solistas, músicos y coro. Al frente Rodríguez Saturio arrebatado y eficaz, tanto que al final, y tras los más que merecidos bises, dirigió unas emocionantes palabras al auditorio reclamando un espacio para la música hecha en Cantabria. ¡Claro que sí! Sobre todo cuando suena de la forma y modo en que el sucedió en la segunda mitad del concierto que nos ocupa.

Y es que los círculos viciosos que se alimentan de si mismos tienen, muchas veces, difícil solución, entendiendo que una iniciativa musical como es la de mantener una orquesta sin excesivos apoyos, sin incentivos profesionales y con compleja salida es todo un milagro cuando suena bien y suena mucho. Lógico es suponer que, así las cosas, siempre sucediera lo que pasó en la primera mitad del concierto del sábado, pero entender el interés y la entrega necesario para lograr cuajar un Schubert como el que nos sorprendió –y conmovió, por qué no ser sincero- apenas unos minutos después únicamente se explica por “el amor al arte”. Vaya que sí.

martes, junio 03, 2003

“Cuatro años después”

Aurora Serna y Félix Lavilla fueron los encargados de clausurar el ciclo de Conciertos Educativos que la Fundación Marcelino Botín ha ofrecido este curso bajo el común denominador de las grandes familias musicales. Este último concierto tuvo como protagonistas a la familia de Manuel García, el eje fundamental de la “escuela lírica española” tal y como señalaba Enrique Franco en la notas al programa.

Hace más de cuatro años que pudimos conocer a Aurora Serna en el escenario de la calle Pedrueca; en aquel entonces actuó dentro del ciclo de jóvenes valores cosechando un rotundo éxito. Ahora, en su regreso, volvió a lograr el reconocimiento del público y pudimos apreciar la forma en la que su voz ha evolucionado asentando su registro y ampliando la expresividad para con el contenido de su repertorio. Vocalización clara, potencia más que evidente y habilidad para los pasajes de más ligereza fueron los argumentos expuestos por esta soprano.

Pero el mayor punto de contacto con el público llegó en las canciones de la segunda parte, repletas de guiños y picardía hicieron las delicias del respetable que respondió tanto a los intérpretes como al programa con numerosos aplausos. Felix Lavilla, toda una institución en las tareas de acompañantes, cumplió su cometido con eficacia y sin buscar protagonismos de ningún tipo.

Como ven, la labor de los conciertos de jóvenes valores va recibiendo, con el paso del tiempo, el refrendo a su cometido y ahora, cuatro años después, podemos recordar aquella voz que nos visitó entonces para elogiar la que ahora contemplamos. ¡Como pasa el tiempo!