Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

viernes, febrero 27, 2004

“Los Tres Mosqueteros... y el plan Ibarretxe”

Y la guerra de Irak, y la inflación de la vivienda, y las Meninas, y el pacto tripartito, y un sinfín de referencias cotidianas en una versión –aunque pueda parecer lo contrario- fiel a la novela original escrita por Dumas. Con ella, ‘La Historia Secreta de Los Tres Mosqueteros”, se inauguró la III Muestra de Teatro Clásico que se celebra en el escenario de Tantín, dirigida por Gustavo Tambascio, autor también de la versión española del texto de Dumas y Auguste Maquet.

Mucho buen humor y un trabajo de actores afortunado, a pesar de no ser magistral. Pero lo que faltó de oficio sobró por todos los lados en entrega, escenas de espadachines arriesgadas y bien coreografiadas y, sobre todo, unas ganas de pasarlo bien, y hacer que el respetable participase de lo mismo, que hicieron que la prolongada duración de la obra se hiciera cómoda y amena.

Como muchos otros, soy de los que disfrutaron del libro de Dumas y de los que siguieron, en ese paso de la infancia a la juventud, de sus peripecias en diversas versiones cinematográficas o en la “perruna” que trasmutaba al gascón D’Artagnan en Dartacán. Y ese espíritu cinematográfico y aventurero de esta historia quedó intacto en una propuesta atractiva y divertida. Pasajes musicales, en auténtica Banda Sonora Original, acompañaron la acción como pasaba en la películas, y el trepidante sentido de la acción, no exento de guiños hacia el espectador, fue constante en la obra. Los primeros momentos de la obra confunden en parte al espectador, no sabiendo bien si se trata de una propuesta cómica, de una astracanada o de una mala interpretación de un texto serio. Pero poco a poco el tono de la comedia va en aumento y el sentido de la tragedia –del asunto de la obra- van fusionando sus dotes para ofrecernos un producto original. Se echó en falta un trabajo de iluminación más cuidado, no tan solo en la concepción del mismo sino también en su puesta en escena.

Rostros mediático, como el televisivo Raul Peña o Emilio Gaviria –sencillamente desternillante en su papel de Doña Estefanía- junto a jóvenes promesas e indudables realidades escénicas configuraron un reparto de una decena larga de actores para llevar a buen puerto más de treinta caracteres distintos. Verdadero arrojo escénico que suma valor e interés a esta versión de los Mosqueteros del Rey.
Queda así inaugurado un ciclo en el que se podrán presenciar, con una frecuencia de un título al mes, obras como ‘La Cárcel de Sevilla’, ‘Garcilaso el cortesano’ o ‘Quijote.

sábado, febrero 21, 2004

“Pero era Carreras”

Tomo prestada la frase que alguien me dijo a la entrada del Palacio de Festivales el pasado viernes. “Este parece un concierto del F.I.S.”, y nada más lejos de la realidad al comprobar el lleno absoluto que provocó la presencia de Josep Carreras en la Sala Argenta con un público incondicional, entregado y de gala en una noche que también era la primera del tenor catalán en el Palacio de Festivales (sin menospreciar a nadie y nada con estas comparaciones).

La expectación no era para menos, pues el nombre de Carreras sigue sonando en los oídos de aficionados y diletantes –y algunos eventuales- como uno de los más grandes de la lírica internacional. Su brillante carrera, el ser uno de los “tres tenores”, la lucha con la enfermad que logró superar para seguir trabajando y un sinfín de elementos musicales y mediáticos han colocado su figura en la memoria de todos y es lógico que su visita rebasara los límites de lo estrictamente musical.

En este apartado nos brindó un concierto pensado y calculado para su persona. Canciones ligeras en contenido y con una extensión limitada en el agudo que permitieran mecer el sonido de su voz y adecuar su técnica –que es inmensa y no admite discusión- a un resultado óptimo sobre el escenario. Aún así, y sin olvidar que es Carreras, sus capacidades son un recuerdo claro de todo lo que fue en el pasado y, a pesar de utilizar artificios técnicos para lograr asentar en potencia y afinación los pasaje de su segunda octava, cosechó muchos bravos y tuvo que prolongar con cuatro bises el programa presentado sobre el papel. Los finales nunca ascendieron hacia lo más alto sino que concluyeron en la tónica más grave, pero estos son recursos empleados por todos y, el resultado, que es lo que importa, no desmereció en absoluto.

Todos contentos y Carreras ya ha actuado en Santander. Un crescendo en interés y en resultado que, como era de esperar, tuvo en las propinas el colofón idóneo para el lucimiento y el espectáculo de la música a un nivel mediático, popular y de mucho aplauso. Cercania con el público y un detalle de caballero al ofrecer uno de sus temas de espaladas al público de la sala para dedicarlo a lo ubicados en sillas dentro del propio escenario. Detalles que seguro quedarán en el recuerdo de muchos y que parecerán superfluos para otros tantos. Pero era Carreras y la noche, una de gala.

martes, febrero 17, 2004

“Otra vez Jazz en Santander”

Un nuevo capítulo del Festival de Jazz de Santander se abrió la noche del lunes en la tercera entrega de este encuentro que está acercando a nuestra ciudad a los nombres más importantes del panorama internacional del género. Una apuesta audaz que, a pesar de muchos inconvenientes, está logrando asentarse y que en este primer concierto llenó el Auditorio del Conservatorio de Música Ataulfo Argenta nada más y nada menos que un lunes por la noche. Pero la afición reclamaba conciertos como este y así se recibió la presencia de la Frank Gambale Band, con aplausos y casi dos horas de mucha música. El nuevo escenario para este Festival, ya empleado en la anterior edición para uno de sus conciertos –Vital Information-, nos permite comodidad y una calidad sonora mayor que en el Instituto Pereda o en la Sala Chiqui, pero en el cambio perdemos cierto “ambiente” de cerveza, humo y pepitos de ternera que, si bien es completamente prescindible, no dejaba de ser entrañable.

La asociación cultural Circulo de Jazz, responsable de la organización de estos conciertos y que en este año tienen su programación confeccionada con una propuesta al mes, apuestan por la fusión como modelo musical más relacionad con el jazz en nuestros tiempo. Frank Gambale nació a la música con el propio estilo que interpreta y en su currículo destaca ser uno de los integrantes de la Electric Band Orchesta que acompañó durante años a Chick Corea, algo que ya nos dice mucho del talento interpretativo de un guitarrista verdaderamente antológico.

El concierto comenzó con mucha fuerza y así se mantuvo el listó durante toda la velada. Energía desde cada uno de los instrumentos del trío sobre el escenario y virtuosismo a raudales en todos ellos. Una mezcla de técnica y entrega que cuajó con un público nada distante y completamente entregado a Gambale, Rick Fierabracci y Joel Taylor. El discurso del guitarrista australiano, cercano en sus locuciones al público entre las piezas, tampoco estuvo exento de mensaje y reivindicación: “no somos Eminem, ni Cristina Aguilera, ni Janeck Jackson. La música que hacemos en más profunda y difícil, y cada vez cuesta más encontrar un público que valore lo que hacemos”. ¿Y quienes sois?, interpeló un espontáneo. “Somos nosotros”, sentenció Gambale.

Y ese nosotros es mucho más que un grupo de músicos. Tal y como comprobamos en este encuentro, la creatividad sigue viva en un género muchas veces descuidado por programaciones y medios de comunicaciones. Alguien alguna vez me dijo que el rock era bueno para los jóvenes porque gracias a él “se podía llegar al jazz, que es mucho mejor”. La enérgica pieza con la que terminó el concierto es tal vez un corolario para esta frase, desde los rifts guitarrísticos más “cañeros” –si me permiten el adjetivo- surgió la profunda reflexión de la improvisación, la técnica y la otra: la emocional.

“Coherente estilo interpretativo”

Mucho más que un lleno absoluto de público acogió el pasado lunes el concierto celebrado en la Fundación Marcelino Botín a cargo de la soprano Montserrat Obeso y de la pianista Rosa Goitia. Un apoyo incondicional, ya presenciado en anteriores convocatorias de esta institucional, el que se brinda a los músicos de aquí y que no nos habla sino de compromiso e interés en lo que sucede desde la música en Cantabria.

El concierto estuvo englobado dentro del ciclo de Educativos que habitualmente programa la Marcelino Botín y que, a tenor de las palabras previas al concierto con la enésima reiteración de las normas de comportamiento en un evento como éste, han de ser y son realmente educativos para un público maduro. Pero a pesar de los pesares seguirá siendo necesarias las advertencias sobre el uso del móvil en la sala de conciertos –que ha de ser ninguno-, el uso de caramelos ruidosos o las conversaciones durante la música.

Pero centrándonos en el tema que nos ocupa, que no es otro que la propia música, Montserrat Obeso y Rosa Goitia ofrecieron un concierto coherente en estilo sobre piezas de corte clásico y dos obras más de Monteverdi. Esta coherencia se vio reflejada en una forma de abordar este repertorio de una forma homogénea, algo que tal vez debiera haberse reformulado precisamente en las obras barrocas escuchadas desde una perspectiva demasiado romántica –el pedal del piano no dejó de ser sostenido en momento alguno- perdiendo la ligereza y gracia de las melodías de Monteverdi.

Obeso es poseedora de un chorro de voz bien colocada, afinada y especialmente potente. Una potencia que la lleva a conducir su tesitura siempre desde unas dinámicas elevadas y que nos priva de momentos más delicados en lo que a volumen se refiere. Como paroxismo y prueba de estos modos nos basta con recordar la última obra sobre el programa, ‘Ah, lo previdi...’ impulsada desde su comienzo a un nivel extremo y que se mantuvo ahí durante todo su desarrollo. Pero lejos de considerar tal forma de entender el repertorio como algo negativo, he de señalar que el todo resultó conexo y gustó al respetable.

Rosa Gotia, desde el teclado, supo acompañar y ofrecer el apoyo necesario a la voz solista con eficacia y oficio. Algo a resaltar cuando, en no pocas ocasiones, el papel del piano gusta de rebasar sus fronteras para convertirse en un protagonista que no ha de serlo tanto.

sábado, febrero 14, 2004

"Ana Belén y un hombre sentado"

Se estrenó 'Diatriba de amor contra un hombre sentado', el pasado viernes en la Sala Pereda en un ambiente de inauguración y expectación mediática que acogió esta propuesta protagonizada por Ana Belén en una producción dirigida por José Carlos Plaza.

Se trata de un texto de Gabriel García Márquez que nos sitúa en el monólogo (o el diálogo no correspondido) de Gabriela frente, y ante, su marido, el día en el que se celebran sus bodas de plata matrimoniales. Un punto de inflexión para ambos gracias al coraje de ella. Un punto y final para abrir otro punto y seguido de una nueva vida. Pero a pesar de lo dramático de la situación, el calor -tropical- que envuelve el texto nos ofrece un mosaico colorista de multitud de emociones que ha de contagiar y sentir (y siente) la actriz sobre el escenario.

En esta nueva propuesta se ha optado por hacer real el personaje del "marido", interpretado por Josu Ormaetxe. Un artificio, en este caso, que sustituye al sugerido artificio de colocar un maniquí sentado haciendo las veces de silencioso compañero en la obra original. Pero, he de confiarles, que mejor hubiera sido hacer caso a García Márquez, pues el marido que vemos en escena más parece un mudo funcional o un bromista oportuno que un taciturno compañero de toda una vida. Quiere responder, interactúa, pero es incapaz de emitir más palabras que leves gruñidos con forma de sustantivos. Además, la sola presencia de Ana Belén y el papel que, de forma creciente, se va apoderando de ella misma nos hace que olvidemos al detenido actor y, cuando caemos en su cuenta, nos borra parte de el encanto que habíamos conseguido atrapar.

Ella esta impresionante. No de repente, sino poco a poco. La primera mitad de la obra cuesta más seguir el ritmo de la obra, entrar en ella. Ana Belén se mostraba tal vez algo insegura (con una silla que no cae a su debido tiempo o una hamaca que se revela: así tampoco se puede, ¿verdad?), pero el paso del texto y el veneno de las letras tan bien escritas, sin comas ni ‘peros’ que sobren o falten, nos arropa y acerca hasta entroncar definitivamente con el asunto, con el drama y con la comedia, con el rosario de emociones que se ensamblan en la ‘Diatriba...’. Es entonces cuando Ana Belén vuela libre por el escenario y nos sorprende con voces nuevas, inventadas, con pantomimas y risas, con desgarradores gritos (que, dicho sea de paso, acoplaban el micrófono en un poco afortunado control técnico) y con alguna canción, casi obligada al ser "vos quien sois". ¿Un guiño hacia el musical? ¿Prescindibles?

La escenografía, firmada y creada por Gerardo Vera, es sorprendente y dotada de su propio sentido, no únicamente un espacio para la acción sino acción en si misa, en su movimiento y versatilidad, en el empleo de las luces que acompaña al argumento y completa instantes. Del mismo modo la música, escrita por David San José (hijo de Ana Belén y Víctor Manuel) también quiere ser parte del argumento, un empleo incidental a modo de Banda Sonora con el que me sucede lo mismo que con el actor vivo teniendo que ser inerte: molesta. Y lo hace porque acoge con ritmos banales situaciones que ya tienen en sí mismas suficiente carga dramática como para no necesitar explicaciones, además cada espectador es dueño y señor de imaginar la música con la que acompañar esos instante, no únicamente ligeros arreglos pertenecientes tan solo a un determinado estilo.

La dirección escénica es un hábil diseño de una mano maestra que cuenta con alguien a quien dirigir que sabe moverse, de forma autónoma y también siguiendo otras indicaciones. Que crea y es creada, y que crecerá con el paso de esta obra sobre el tiempo para ofrecer un producto impecable, sin trabas.

Asistimos a un estreno que va a dar mucho que hablar, pero no con la acepción habitual de estas palabras. Se hablará de ella por sí misma, por su contenido y por el trabajo reunido bajo un mismo signo: las palabras escritas por García Márquez.

miércoles, febrero 04, 2004

“La extraña pareja”

La fundación Marcelio Botín nos ofreció, el pasado lunes, un nuevo concierto dentro del ciclo anual dedicado a los jóvenes valores. En esta ocasión con la presencia del violinista Daniel Álvarez y el violoncelista Alberto Gorrochategui, una singular agrupación de cámara pocas veces vista en los escenario de nuestra región y, muy probablemente, tampoco en otros lugares.

El aforo de la sala de Pedrueca se llenó de un público entregado y que vio gratificada su apuesta por estos nuevos talentos con un concierto realmente fascinante y lleno de fuerza. Un programa denso sobre el papel y repleto de trampas y dificultades para los músicos. Podría parecer, si únicamente hacemos caso a las piezas programadas, que se trataba de un concierto de dos veteranos de la música. Pero muy por el contrario los responsables de esta apuesta son dos jóvenes cántabros que saben hablar con sus instrumentos con un nivel de comprensión realmente maduro y profundo. Con Honneger nos dejaron delicadeza y exquisitez, en Kodaly dramatismo y mucha fuerza, la de dentro y la de fuera.

Obtuvimos, por lo tanto, doble premio al visitar este concierto. Por un lado el acercarnos y conocer obras fascinantes y monumentales, del otro el estar seguiros y poder atestiguar que el futuro de la música en Cantabria está asegurado ya para muchos años gracias a las sorpresas que, indudablemente, nos ofrecerán tanto Gorrochategui como Álvarez. Hace unas semanas recibíamos a Jaime Martín en el Palacio de Festivales como uno de los músicos santanderinos más importantes del momentos. Ese mismo camino es el que espera a estos músicos y si no me creen, den un poco de tiempo al tiempo.

Una extraña pareja de instrumentos para la música de cámara que parecía haberse sublevado de un cuarteto o un quinteto al uso, una pareja perfecta en lo musical: los instrumentos y, en este caso, también los intérpretes.