Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

martes, febrero 11, 2003

“Haciendo música”

El Aula de Música de la Universidad de Cantabria ofreció, en su último encuentro dominical, el concierto protagonizado por Iñaki Alberdi que una vez sobre uno de nuestros escenarios demostró ser un auténtico genio del acordeón.

Este joven intérprete logra sublimar el sonido de su instrumento para alcanzar altas cotas de perfección en registros increíbles que cautivaron y conmovieron al público de Marina Civil. Para ello presentó un programa asequible para todos pero en el que hubo espacio para las propuestas contemporáneas más complejas, procurando con sus explicaciones previas a la partitura una suerte de talante pedagógico muy afortunado.

Un programa complejo para el intérprete, puesto que el constante cambio de estilo, según sus propias palabras, precisa de una atención y cuidado especial. Pero la sensación ante cada una de las piezas fue de fluidez fascinante. Agazapado detrás del acordeón, Iñaki Alberdi se hace uno con su instrumento y el fuelle parece una prolongación de su propio cuerpo. Balanceándose al ritmo que marcan las respiraciones del acordeón, perdiendo la mirada en pasajes sonoros que también se fundían sobre nosotros. En dos palabras, haciendo música. A todo esto, sumen un virtuosismo frenético sobre el acordeón cromático y, ante todo, un poder expresivo raramente relacionado con este instrumentos.

sábado, febrero 08, 2003

“Del último ‘eXXXpectáculo’ de La Fura”

Nuevo espectáculo de La Fura en Torrelavega, visita obligada de la agrupación catalana con cada una de sus propuestas. Nuevo espectáculo de La Fura y nueva dosis de polémica servida sobre la escena. En esta ocasión regresando a la escena más convencional –entendiendo por convencional, claro está al tratarse de quien son, algo que no lo en absoluto- de espectadores sentados frente a un escenario.

El sexo como argumento en versión libre de La Filosofía en el tocador del Marqués de Sade que recupera a los personajes del inmortal libertino para situarlos en las coordenadas del hoy en día, con internet, el mercado del sexo o la pornografía explícita en escena impactantes y evidentes que burlan al público en una producción realmente ambiciosa.
Para los espectadores ‘fureros’, incondicionales de las propuestas firmadas por estos transgresores de lo habitual, el lenguaje escénico empleado no les sorprenderá en absoluto: el uso del video en tiempo real –fascinantemente bien coreografiado y puesto en escena-, los artilugios mecánicos que elevan a los personajes, la luz y el estruendo de música con fuerte componente techno. Lo demás llega por añadidura. Cuatro actores y algún que otro ‘expontaneo” –que tampoco lo son tanto- envueltos en escenas pornográficas inspiradas en el diálogo escrito por Sade.

El peso de la imagen, componente indiscutible de nuestra sociedad, hace evidente lo que sobre el papel es sugerencia. De esta forma nos encontramos ante un crudo fresco en el que ver sin cocinar los aderezos de la pornografía. Pero evitan caer en la trampa de ofrecer un espectáculo ‘porno’ sin más, la sensación es mucho más violenta mezclada –tal vez confundia- con la sonrisa nerviosa de algunos espectadores o los guiños humorísticos que tratan de quitar fuego, que no calor, a determinadas situaciones. El lacayo Augustine de la obra original puede ser alguien del público.

Hacia las butacas algunas incursiones –si no hubiera esa incertidumbre los ‘fueros’ habrían marchado defraudados-, en parodias pseudo televisivas para dar opinión y si surge la ocasión quitarse algo de ropa.

El trabajo de los actores es físico en una dimensión únicamente atribuible a un espectáculo dirigido por Ollé y Pradissa. Tal vez sea en Sonia Segura en quien descubrimos una vertiente más dramática permitida por el distanciamiento, voluntario o no, del resto de los personajes que parecen pertenecer al propio espectáculo que abre su historia a la inocente Eugénie.

En el epílogo, desde el asiento, cada uno busca la reflexión, la denuncia, no sé si la ironía o simplemente el catálogo veloz de imágenes y experiencias. Queda en el aire solucionar estas cuestiones sin saber muy bien el objeto de XXX. Puede que su contenido no llegue más allá del carpe diem evidente, puede que si.

En estos últimos días mucho se ha dicho en contra de la guerra. Pero les aseguro que nunca de una forma tan original como la que abre la última producción de La Fura.

Hoy, a partir de las 20:30 horas en La Habana Vieja de Torrelavega, se esceneficará por tercera y última vez. Pero ya hace tiempo que se agotaron todas las entradas.

jueves, febrero 06, 2003

“El tiempo camina”

El pianista Daniel Ruiz Kujavec protagonizó el último encuentro de la Fundación Marcelino Botín con los jóvenes valores el pasado miércoles en el escenario de Pedrueca. Un recital en que se presentaron obras de Bach, Mozart y Schumann para testar el progreso de la formación en Moscú de este intérprete.

No cabe duda que el pianismo de Ruiz Kujavec está dotado de intenciones de marcar diferencias. Ahora es el momento de valorar si lo articulado es interesante o el camino por recorrer precisa de nuevas formas de abordar la interpretación. Con Mozart, por ejemplo, abrió una la velada de forma excesivamente tajante, más cercana a las intenciones musicales de una Suite bachiana que al clasicismo integrador del genio de Salzburgo. Aún con todo el cariz de la obra fue ciertamente interesante.

Para Bach, preludios y fugas que cerraron ambas partes del concierto, velocidad en interpretaciones que pagaron el precio del descuido de algunas teclas a favor de arranque virtuoso. Las Escenas Infantiles de Schumann se vistieron con mucha más calma y una profundidad afortunada.

Es agradable comprobar como los futuros concertistas progresan y pasan a ocupar los escenarios de nuestra comunidad. A él tal vez le recuerden asistiendo a otros pianistas en sus conciertos. Ahora empieza a llegar su momento de ocupar toda la escena. Un ciclo hermoso que se repite y que indica que el tiempo camina y el futuro de la música en nuestra región abre puertas constantemente.

miércoles, febrero 05, 2003

“El jazz de Carmen Conesa”

La Filmoteca de Cantabria puso en marcha el pasado martes una iniciativa que, bajo el lema de ‘Jo! Que noche’, ofrece su escenario a iniciativas musicales y teatrales vinculadas de algún modo con el cine.

La actriz Carmen Conesa acompañada por su formación musical fue la encargada de este estreno escénico con un concierto en el que repasó algunos de los ‘standars’ más significativos del Real Book del musical y del cine. Sinatra, Cole Porte o Marilyn Monroe fueron algunos de las excusas sonoras de esta polifacética actriz que tiene en la canción una afición cada vez más presente.

La propuesta funcionó bien con un público entregado y que llenó el aforo de la filmoteca. Y es que no hay duda en que Carmen Conesa tiene una voz muy agradable y sobre todo un mimético registro que hace que las canciones sean interpretadas en el sentido más amplio de la expresión: en lo vocal y en lo escénico. Necesita más confianza en la parte musical para tomar las riendas de su grupo y no parecer tan preocupada por las entradas al comienzo de cada estrofa. Pero hay que valorar que este no es su oficio y, suponemos, que el trabajo de ensayo no sea una constante en el tiempo.

El cuarteto acompañante resolvió cada unos de los temas con mayor o menos fortuna, con una formación clásica en desarrollos jazzísticos convencionales. Excelente Jorge Serrano e interesante la flauta de Tom Hosby.

Para próximas jornadas se anuncia el teatro de la mano de Mario Gas o de Ricardo Moya en dos monólogos de Henrry Roorda y Dostoievski y la lírica con la participación del tenor Enrique Viana. Jó, que noches.

domingo, febrero 02, 2003

“El lento vuelo de la gaviota”

Con 24 horas de retraso el Palacio de Festivales presentó, el pasado sábado, la producción teatral sobre el universal de la literatura ‘La Gaviota’ de Antón Chejov. La función prevista en principio para el viernes tuvo que ser pospuesta debido al temporal que impidió la llegada a tiempo de los actores a la capital cántabra.

Pero finalmente el telón pudo levantarse y aforo de la Sal Argenta se llenó para presenciar la propuesta del Teatro de la Danza dirigida por Amelia Ochandiano.

Se trata de un drama que respira quietud y desgrana lentamente pasiones y cotidianeidad en complejas relaciones personales que bosquejan personajes profundos y muy creíbles. Pero, para los tiempos que corren, la calma que emana esta obra puede antojarse excesiva en un espacio temporal callado y pausado. Pero así es el texto y fiel a él la versión de esta compañía ha sabido vestirse con calma –que no tengo prisa- con una dirección escénica igualmente reflexiva.

A esto hay que añadir cierta sensación de cansancio y algún que otro atisbo gripal entre el elenco protagonista que potenció, aún más si cabe, el lento camino escénico sobre el que voló esta gaviota.

El reparto intenta mantener el equilibrio necesario del texto del universal ruso en el que todos son protagonistas de su propia existencia. Pero, a pesar de ello hay desequilibrios evidentes. Gran papel el de Roberto Enríquez –a pesar de las inclemencias que acecharon a su registro-, como impecable se nos presentó la inocencia de Silvia Abascal. Juan A. Quintana logra conmovernos con un personaje de esos que quedan en la memoria. Marta Fernández-Muro tira de su registro para configurar una Polina que es más Fernandez-Muro que el personaje sugerido, histrionismo particular al que nos tiene acostumbrado en muchos de sus papeles. Pedro Casablanc se pierde en la apatía de su Boris, resultando igualmente inactivo.

Tal vez la mayor dificultad que nos plantea la obra, una vez cogido el ritmo de la misma, son los sobresaltados arranques pasionales, difícilmente entendibles y que viene a perturbar una tranquilidad que se nos hace familiar; saltos repentinos –el guión manda- poco creíbles.

La música de los clásicos y un decorado abierto –correctamente teñido de luz- hacen acogedora la propuesta.

Como colofón se leyó un manifiesto en contra de la guerra que se nos avecina. Un gesto hermoso y que fue acogido por el público y por quien firma esta reseña- con un aplauso no exento de vítores. Y es que es triste pensar en el futuro con perspectivas tan funestas, viendo como se acabará permitiendo que las balas substituyan al diálogo y listas de víctimas –colaterales o no- vuelvan a ser noticia de portada. Ojalá el tiempo pudiera detener su marcha para dejarnos pensar en una pierna que se nos queda dormida o para escuchar el sonido del silencio cuando pasa un ángel; como en la gaviota. Lamentablemente ese silencio acabará roto por el estruendo de las armas. ¡Que pena!