Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

viernes, abril 30, 2004

“La Cenicienta del Kremlin”

El pasado jueves el Ballet del Kremlin volvió a ser protagonista en su segunda representación en el Palacio de Festivales. En esta ocasión, tras la ‘Giselle’ que le precedió en la jornada anterior, para ofrecernos su producción sobre la ‘Cenicienta’.

Si en la primera de las dos funciones nos encontramos ante un inmortal en el sentido más estricto –y un poco rancio- del término, con la Cenicienta pudimos encontrar algo de aire fresco en la coreografía ideada a comienzos de los años 90 por el bailarín y coreógrafo Vladimir Vasiliev. Ciñéndose al programa de la música escrita por Prokofiev organiza un discurso “a la antigua usanza”, pero con algunos guiños de modernidad y buen gusto que hacen de ella un divertido entretenimiento para el espectador. Un cuento de hadas que, como en el caso anterior, es presentado con elementos tradicionales procedentes de los grandes ballets rusos –majestuosos telones pintados, escenografía que evoluciona sobre pilares técnicamente sencillos pero visualmente grandilocuentes y un vestuario cuidado y muy rico-.

En esta ocasión, tras el regusto sobrio de la ‘Giselle’ del miércoles, nos presentaron un elenco muy equilibrado y grato en lo técnico. Jeanne Bogoroditskaya hizo una Cenicienta dulce y muy estilizada, dotada de grandes dotes dramáticas supo compaginarlas con técnica y esfuerzo para desenvolverse con soltura y mucha eficacia. El príncipe de la historia, Aydar Shaydulin, se nos mostró como un bailarín de piernas potentes pero con no muy flexible. Así con todo gustó y logró su buena dosis de aplausos. La travestida madrastra de Cenicienta y las dos hermanas coloristas de la misma fueron el gran contrapunto cómico de la historia, tremendamente divertidas engancharon al público por la sonrisa.

Algún que otro incidente hizo que varios fueran los momentos en los que algún cuerpo caía al suelo, probablemente a causa del linóleo del suelo de la Argenta, anécdota que no trascendió más allá de los propios sustos que todos nos llevamos en esos instantes.

Se cierra así la presencia del ballet clásico en el Palcaio de Festivales en esta primera parte de la temporada anual. Una presencia que se ha producido con una eficacia que, si bien no es de las más grandilocuentes, si que ha permitido el disfrute de los aficionados a este género, que son muchos.

jueves, abril 29, 2004

Una Giselle de las de ‘siempre’

Regreso de la danza clásica al Palacio de Festivales de la mano de la compañía de Ballet del Kremlin, una de esas agrupaciones majestuosa y grande en proporciones que mantiene aún vivo el espíritu de las grandes coreografías románticas y que podemos considerar, además de filial del Bolshoi, como hija de la ‘perestroika’.

En la primera de sus dos funciones en Santander organizaron una ‘Giselle’ sin novedades en lo formal y correcta en los artístico con la puesta en escena dirigida por Andrey Petrov. Una concepción estrictamente clásica nos transportó, una vez más, al cándido mundo de los príncipes disfrazados de campesinos y las ‘willis’ vaporosas y frágiles surgiendo del sueño de Gautier y Saint-Georges.

La escenografía es espectacular con magnos telones pintados que se abren hacia el público articulando espacios diáfanos para la danza con alguna que otra discreta sorpresa escénica. Pero la sensación más evidente, también en la forma de vestir la escena, es la de estar presenciando el legado de un tiempo anterior en el que los grandes ballets eran algo más que un simple espectáculo al uso. Así mismo la exhuberancia de vestuarios, maquillaje y atrezzo, dieron al cuento el color idóneo para su, discutible, vigencia en los tiempos que corren. Como una superproducción de Walt Disney, por ejemplo.

El elenco del Ballet del Kremlin, además de muy numeroso, salvó con eficacia moderada la primera de sus representaciones. Sobre el escenario una Giselle –Natalia Balachninova- menuda y muy expresiva. Correcta en su técnica basó su interpretación precisamente en su aparente fragilidad muy acorde con el rol ejecutado: sin alardes virtuosos, pero también sin trabas de ningún tipo. El papel del duque de Silesia, Mihail Puhvov, amaneró en exceso sus gestos en las pantomimas para ejecutar un Albrecht sin pena ni gloria. Del mismo modo, con cautela y discreción, conocimos las evoluciones de Svetlana Tonsheva y Mihail Martyniuk en el Pas de Paysans de la primera parte –más rotunda ella que él- y una más que afortunada Olga Zubkova en el rol de la reina de las Willis.
El cuerpo de baile dió lecciones de disciplina y trabajo en presencias bien orquestadas y gratamente coordinadas, a pesar de que en ocasiones –como la gran diagonal de la escena de la muerte de Hilarión- el escenario de la Argenta se les quedara pequeño.

jueves, abril 08, 2004

“Música en Semana Santa”

El XXXIII Ciclo de Músicas Religiosas, organizado por Caja Cantabria en diversos emplazamientos de nuestra comunidad, ha vuelto a ilustrarnos musicalmente la Semana Santa con propuestas que, en esta ocasión, venían en su totalidad desde intérpretes procedentes de Cantabria.

La variedad estilística, formal y de calidades de todas ellas nos han permitido presenciar multitudinarios conciertos en cuanto a público se refiere pero con resultados bien distintos. Una circunstancia que nos hace, al mismo tiempo, apreciar el panorama de la música de nuestro entorno y los distintos niveles que en ella habitan.

María Dolores Fernández de Floranes Salas, María Teresa Tomás Gómez y José Antonio Maza llevaron a la catedral de Santander –tras su paso por la Colegiata de Santillana del Mar- un programa interesante pero con descompensaciones marcadas en los integrantes de la misma. Destacó la voz de Maza, un contratenor realmente exquisito en la forma de abordar el repertorio y con matices que le colocan a un nivel interpretativo cercano a lo sublime. No así el registro cambiante de Tomás Gómez o los tempi empleados por María Dolores Fernández. Bien es cierto que los registros del órgano de la Santa Iglesia Catedral tampoco ayudaron mucho en un sonido ambiguo que hace de este instrumento un poco afortunado intento de poner música al templo principal de Santander.

El Coro y Orquesta Europa Concentus Musicus de Santander fueron protagonistas de otro de los conciertos, en esta ocasión celebrado en la Iglesia de Santa Lucía. El programa, ya conocido en muchas de sus obras por todos nosotros, tuvo su mayor interés en la posibilidad es oír en directo dos obras orquestales de Jesús de Monasterio, el Andantio Expresivo y el Andante Religioso. Un año después de la celebración del centenario de su fallecimiento ha tenido que ser una iniciativa privada –y entregada- como es el trabajo de la agrupación de Mariano Rodríguez Saturio, la que ponga finalmente sonido de directo a la música sinfónica del gran maestro Lebaniego. Como colofón, la Misa en Sol Mayor de Schubert, una obra con la que Concentus Musicus y el Coro Europa demuestran el fruto maduro de un trabajo constante. En el resto de las obras lecciones de realidad más desafortunadas.

Y también en el templo de Santa Lucía tuvo lugar la, hasta el momento, propuesta más interesante. Hablamos del concierto ofrecido el pasado miércoles por el Coro de Cámara A Capella y el Ensemble de Música Antigua Abendmusik. A Capella, de nuevo, ratificó su lugar en la música de nuestro entorno –y más allá- con un hermoso recital en el que, además, tuvimos la fortuna de conocer a los instrumentistas de Abendmusik. Una formación ocurrente en su forma de recrear los temas de origen medieval y renacentista con ejecuciones claras y muy afortunadas. Como colofón del concierto pudimos asistir al estreno absoluto de la mixtura de compositores en la Misa Brevis ‘Pro musicae’, un invento en el que cinco de nuestros autores aunaron intenciones para crear una obra firmada por todos ellos (Esteban Sanz, Antonio Noguera, Juan Jáuregui, Jesús Carmona y Manuel Galán) y que supuso una deliciosa sorpresa. Cada una de las partes del ordinario de la misa estaba escrita por uno de ellos, y a pesar de la evidente disparidad estilística, apreciamos una coherencia en el planteamiento altamente expresiva y que nos hace sospechar un futuro de prestigio, nuevas audiciones y reconocimiento para con esta obra.

Por si esto fuera poco, el pasado martes la Asociación de Amigos del Festival Internacional de Santander programó uno de sus encuentros con la presencia de la pianista cántabra Patrín García Barredo. Reencuentro con el sonido delicado y expresivo de esta intérprete que conmovió y endulzó a la audiencia con su personal manera de abordar las partituras. Un programa confeccionado “solo para ella” con obras que responden perfectamente al modo de entender la música de esta intérprete. El afán de quien les escribe de visitar más de un concierto en las mismas horas hizo que únicamente presenciara la primera parte del recital, pero fue suficiente para comprender la evolución y crecimiento experimentado por García Barredo en una carrera creciente y firmemente asentada.