Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

domingo, septiembre 24, 2006

“¿Quién es esa cabra”

El “curso” teatral del Palacio de Festivales tuvo su jornada inaugural, en la Sala Pereda, con la puesta en escena del texto de Edgar Albee ‘La Cabra o ¿Quién es Sylvia?’. Se trata de la primera dirección escénica del que es también protagonista del drama al tiempo que traductor del título original: José María Pou.

Nos encontramos ante una obra que reparte, en igualdad de condiciones y proporción, la comedia casi del absurdo con el drama más desgarrado que podamos sospechar. Imaginen lo cómico y lo dramático que tiene el asunto que se nos propone: un hombre enamorado de una cabra se enfrenta con su existencia y ve como todo se desmorona a su alrededor. ¿Es él la causa? ¿Evitables sus emociones? En la presentación de la obra su director comentaba que éste era “el mejor texto teatral que se había encontrado en los últimos 20 años”. Es claro que el asunto que nos plantea y la forma en que se desarrolla no puede dejar indiferente a nadie. La energía se trasmite desde la escena, la entrega y la implicación necesaria para hacer que nos quedemos pegados a la butaca y que experimentemos la tensión y la tragedia –en el sentido clásico del término- de la obra. Y es que de clásico tiene mucho esta ‘Cabra’ si recordamos las normas aristotélicas aprendidas en el instituto: clara en el tema, con unidad de tiempo y también de espacio en tres momentos bien articulados.

Los actores viven al servicio de un texto rotundo en si mismo, no por la anécdota que conduce su argumento sino por todo el contenido que va desgranando en cada nuevo diálogo. No es una cuestión de buscar la credibilidad constante, pues hay momentos en los que se exige histrionismo a los personajes expuestos al límite más absoluto. Es más una intención reflexiva que emplea multitud de herramientas y recursos para comunicar e involucrar al público. José María Pou se manifiesta soberbio, planteando su presencia escénica desde una cierta apatía física que le va conduciendo hacia la entrega emocional más potente. Mercè Arànega rebusca más en la pantomima en un papel muy difícil y complejo que la exige un constante cambio de registro y una absoluta complicidad con su compañero.

La producción se articula en un espacio único bien vestido y sin artificios escénicos, desnudo de música y bien iluminado para centrar toda nuestra atención en los personajes. La adaptación es fiel y funciona en el diálogo a pesar de contener momentos de literatura muy profunda.

Y hablando de diálogo, y del directo, en su estreno el pasado viernes Pou tuvo que interrumpir su trabajo para sacar los colores a aquellos aventureros que aún siguen dejando sus móviles encendidos durante una función de teatro. Sonaron un par de ellos: el pan nuestro de cada noche. Finalmente el actor catalán nos lo dijo bien claro, a pesar de tener que romper las unidades aristotélicas e interrumpir la obra: “no es por los actores, es por ustedes, por respeto a todos los espectadores”. ¿Seguirán sonando? Seguramente.

miércoles, septiembre 20, 2006

“Como el café soluble...”

La compañía de teatro de calle Holandesa ‘Close-Act’ fue la encargada de poner en marcha la programación cultural del Palacio de Festivales en un multitudinario acto que congregó a miles de personas en la noche del pasado sábado.

La propuesta nos condujo a un universo de seres imaginarios en el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, de lo blanco y lo negro, de la dualidad taoista del Ying y del Yang unidos en un mismo círculo. ‘Malaya’ fue un espectáculo bien concebido y sorprendente en todas sus facetas: vestuario, iluminación, dramaturgia, música, técnica, sonorización...

El argumento es sencillo, tan solo una propuesta para involucrase dentro de la acción y sentirse parte de la obra como espectadores de las estampas que lo articulan. El aparcamiento de Gamazo estuvo lleno de “expectantes” que se disolvieron junto a actores y maquinaria como le sucede al café soluble cuando se revuelve con la cucharilla. El inteligente montaje holandés fue la cucharilla ideal de esta propuesta y nosotros los granos solubles inmersos en el caos organizado de la acción. Centenares de camarógrafos aficionados, con su teléfono móvil en ristre, dieron un punto más, también parecían actores, a una propuesta de la que es necesario alagar la organización y el orden que permitió que todo saliera perfectamente.

Permítanme que destaque también las cuestiones técnicas y, sobre manera, lo concerniente al sonido directo. La amplificación del sonido del violonchelo en directo y la de las propias voces de actores y cantantes se sumaron a una banda sonora muy potente y fundamental para implicarse en lo escénico. Un ritmo trepidante que en ocasiones, y estética, nos recordó al Circo del Sol, igualmente mágico e imaginativo.

Como colofón, fuegos de artificio. De los mejores vistos en Santander en los últimos tiempos y que cerraron un noche que quiso acompañar con el buen tiempo. También nos quedamos con un magnífico sabor de boca tras la decepcionante experiencia “de calle” que tuvimos este verano con Comediants. De aquel ‘Andante’ hemos pasado a este ‘Prestissimo’, con todo éxito.

martes, septiembre 05, 2006

“Para público como ustedes”

El VII septiembre musical arrancó el pasado sábado en el Palacio de Caja Cantabria en Comillas. Una iniciativa auspiciada por el ‘Plan de Excelencia Turística’ y que, efectivamente, otorga a la villa de la colegiata un encuentro musical de prestigio y categoría a la que el adjetivo de “turístico”, tal y como suena en los meses de verano repletos de cámaras de fotos, se le queda pequeño. Aquí la intención es ofrecer calidad, muchas en escenarios interesantes para un público que busca, siempre, algo más. Como diría Pedro Erquicia en sus presentaciones televisivas, “para un público como ustedes”.

Les contaba que empezó este ciclo estrenando nombre, ‘Música Infrecuente’, y ofreciendo en un espacio realmente hermoso, el del Palacio de Benemejí, un concierto que estaba dedicado al laúd árabe en la música del medioevo. Argumento en sí interesante pero que lo fue aún más en las manos de Ramiro Amusátegui, Eliseo Parra y David Mayoral. Tres nombres con mucha sabiduría entre sus manos y que glosaron, en algo más de una hora de duración, diversos episodios del laúd en su encuentro con tradiciones propias y ajenas a su origen.

Días atrás, quién les escribe, tuvo un encuentro con el director de este festival, Ernesto Schimed, para una entrevista publicada por este periódico. En aquel momento Ernesto nos habló de las categorías y polémicas en torno al hecho de la autenticidad en la interpretación del repertorio antiguo. Tal vez este sea un buen ejemplo, el del concierto de ‘El Legado de Ziryab’ de aquellas conclusiones, pues aunque el sonido estuvo amplificado nadie pudo decir nada sobre el magnífico resultado de la música que, de otro modo, no se hubiera podido escuchar correctamente. Fue una especie de embrujo musical en el que el espacio al aire libre, la iluminación y el ambiente que se respiraba completaban un disfrute sensorial muy pleno.

El ciclo se irá completando con diversas propuestas a lo largo del mes de septiembre, una cada sábado hasta completar las cinco que integran el programa. Próximamente la Misa Colombina se oficiará en la Iglesia de la Colegiata de Santillana con la música de Speculum y la palabra del Abad Don Luis López de Ormazábal. Será una Misa en sentido estricto, pero con la música procedente de partituras de los siglo XIV y XV. También habrá espacio, en sábados posteriores, para escuchar obras poco conocidas de W.A. Mozart, estrenos contemporáneos para violonchelo o “El Secreto de Haydn” a cargo del Trío Baryton. Ya saben lo que les digo: para público como ustedes.

domingo, septiembre 03, 2006

“De cómo las Beaterías han caminado por muchos pueblos...”

Una procesión de monjes dolientes, más bien crujientes de carracas y matracas o quizá tintineantes de badajos, repicantes de campanas... procesionan -¿vendrá de profesión?- al comienzo de las ‘Beaterías’ de La Machina. Pero tras la pompa lentamente ejecutada llega el tiempo de los bailes de dos en uno y de cánticos, no gregorianos sino contrastantemente joviales: “Vaya jaleo, vaya jaleo, este es el año del Jubileo”... Un comienzo que sienta las bases de lo que es el resto del espectáculo, una celebración, auténtica, de la alegría del júbilo en el Año Santo Jubilar. Muy divertido.

Isaac Cuende ha escrito un texto que se nos hace ameno, con su punto de ironía y su mucho de saber contar historias a la manera de los romances que antaño sentaron bases de nuestra literatura. ¡Ven!, hasta a mí se me pegan las maneras de hablar antiguamente. Les decía que Cuende acude a los pliegos de cordel, a los aleluyas y a las coplas de ciego para dar forma al contenido más oficial de esta representación callejera, o más bien “plazoletera” pues con ella se han visitado las Plazas de las plazas más importantes de nuestra región. Escrito al margen, donde siempre se escribe lo más jugoso de las historias, aparecen los referentes a los pícaros que también pertenecen a nuestro pasado. Personajes del pueblo con la inteligencia para burlar y salir airosos o, seguramente, también golpeados en lances que tienen como objetivo conseguir un pedazo de queso: queso de oveja o queso de cabra.

Los capítulos se suceden como se suceden las estampas de las hojas volanderas que congregaban tiempo atrás a todos ante el juglar, el ciego, el narrador de historias que amenizaba e informaba entre estruendosas profecías y dobles sentidos de lo que en el mundo, cercano, acontecía. De lo divino y de lo humano. Hoy en día Fernando Madrazo, Luis Oyarbide y Alberto Sebastián encarnan a estos “cuentistas” ataviados de iglesia que nos hacen reír durante casi una hora al compás que marca la música que Emilio Seoane ha empaquetado desde melodías, como no podía ser de otra forma, procedentes del pasado histórico y de la tradición popular. El trío de cómicos, si me permiten usar esta palabra que también parece olvidada en el teatro “dignificado” –con perdón- funciona como ya funcionaron en similar comunión en el retrato de otros pícaros modernos igualmente firmado por Cuende: “La sucursal”. Los tres se ciñen al guión al tiempo que se desvisten de él para ser capaces de improvisar con y para el público.

Jon Ariño, al que vimos actuar en ‘Me la maravillaría yo’, es el director de esta obra. Su mano articula juegos escénicos divertidos y recrea, prácticamente de la nada, un espacio ameno en el que cada espectador encuentra su sitio y puede que un pedazo de queso. Joaquín Martínez Cano fue el encargado de pintar las Aleluyas del Beatro y de Santo Toribio. Cristina Gil la del Romance del Conde Testaflorida con un aire más de cómic. La música, como ya les comentaba en directo, es otro elemento indispensable de este discurso, fluido y ameno, que nos ocupa.

Ayer mismo fue la última representación, han sido veinte en una forma de hacer teatro muy directa, cercana. Justo para nosotros, mirándonos a los ojos. ‘De cómo las Beaterías han caminado por muchos pueblos, y lo que allí se encontraron dando cuenta de ellos. Y de la forma en la que muchos se rieron ante las chanzas de los cómicos y las ingeniosas aventuras que había ideado su ilustre autor’.