Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

lunes, febrero 26, 2007

“Lleno para la Arteta”

El Palacio de Festivales registró un lleno absoluto el pasado sábado con motivo de la presencia, en su escenario de la Sala Argenta, de la soprano Ainhoa Arteta. A su lado la Orquesta Sinfónica de Bilbao bajo la dirección de Enrique Patrón de Rueda con un programa que contemplaba obras de Mozart, Rossini, Bellini, Gounod, Verdi, Puccini, Mascagni y Catalani.

La voz de la soprano de Tolosa sufrió una interesante evolución a lo largo de la noche; no sabemos si a causa del concepto marcado por el programa o de carácter simplemente físico. En sus primeras tres intervenciones tuvimos cierta sensación de oscuridad y falta de claridad en la vocalización en los motivos de “Le Nozze...” e “I Capuletti...”. Un afectación que, sumada al equilibrio vacío de emoción de la Sinfónica, nos dejaron una primera mitad sin pena ni gloria, calificable incluso de aburrida. Después del descanso la cosa cambió, tanto para los instrumentistas como para la cantante; bien es cierto que las obras elegidas eran más reconocibles por el público, más significativas y con muchos capítulos de emoción a lo que hemos de sumar que el registro de la Arteta apareció mucho más claro y expresivamente abierto. Entre unas cosas y otras encontramos mayor interés en la segunda mitad que se prolongó con un par de bises, entre los que estaba el ‘O mio babbino’ caro de Gianni Schicchi y la “excusatio non petita...” que la soprano pidió por el aplazamiento de este encuentro con el público Santanderino.

La dirección de Patrón de Rueda estuvo muy atenta para acompañar a la solista. Cuando sus músicos eras los protagonistas, -cosa que sucedió en la mitad de las piezas interpretadas a solo por la orquesta-, mantuvo un tempo “demasiado preciso”, buscando la fuerza de transmisión en ciertas dinámicas forzadas hacia el extremo.

Por otro lado, ya lejos de las consideraciones musicales, dos fueron los vestidos lucidos por Ainhoa Arteta en el transcurso de la noche, uno blanco y otro negro más flamenco. En esto sí que hubo equilibrio.