Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

martes, octubre 26, 2004

“Timbre y delicadeza”

La Fundación Marcelino Botín conmemoró el 700 aniversario del nacimiento de F. Petrarca con un concierto concebido desde una doble perspectiva. Por una el de la música en si misma, la asimilación del sonido de los versos del poeta entendida por F. Liszt e interpretada por el pianista Daniel del Pino –bien conocido por el público de esta sala- y por otro el de la palabras que cuentan las emociones sentidas por Petrarca con el acompañamiento musical ideado por autores contemporáneos y posteriores a su tiempo. De esta segunda opción se encargó el Coro de Cámara Doinuzahar de Durango dirigido por José Luis Ormazábal.

Así pudimos presenciar un interesante concierto en el que, además de lo jugoso de la propuesta, se conjugaron unas visiones interesantes y con un nivel artístico muy respetable. El pianista nacido en Beirut acudió al escenario de la calle Pedrueca en sustitución de Francisco San Emeterio, pero además regresó a este escenario demostrando que es un músico inteligente, correcto y dotado de la técnica y expresividad suficiente para abordar un repertorio tan comprometido como éste. Desglosó las piezas de Liszt con seriedad, un punto de dramatismo y la profesionalidad exigida a cualquier a que se suba a un escenario, más aún si tenemos en cuenta su incorporación a este concierto en el último momento.

La agrupación vocal de Durango también supo sorprendernos con su repertorio de obras polifónicas, de una forma especial en las escritas por Monteverdi y que ocuparon la primera parte de la segunda mitad del concierto. En todos los casos, salvo raras excepciones hacia el final del programa, el sonido estuvo muy cuidado y la dirección de Ormazábal fue una exquisita forma de acompañar la música y acercarnos a cada título desde una dimensión muy pedagógica. Su voz, incorporada en ocasiones a las piezas propuestas, nos encandiló por timbre y delicadeza. Su labor al frente de esta agrupación también gustó por los mismo motivos. Imaginamos que una inmejorable combinación al tratarse del recuerdo de un poeta.

viernes, octubre 15, 2004

“Pericia y ritmo”

Desde el pasado miércoles y hasta mañana domingo, la compañía de danza Mayumana está presente en el Palacio de Festivales para ofrecernos el espectáculo que les ha alzado como estrellas indiscutibles de la cartelera de Madrid, Barcelona y, en su gira nacional, por toda España. Una cantidad de funciones consecutivas que son en sí mismas un record en nuestra ciudad tratándose de una propuesta escénica que nos dice mucho del fenómeno mediático que nos ocupa.

Es difícil calificar una propuesta como ésta, pero indudablemente hemos de señalar que se trata de un producto que recoge elementos e influencias propios del tiempo al que pertenecen. Modernidad, sin ser vanguardia, de jóvenes amantes de la estética de los “tatoos” tribales, de los ritmos techno con reminiscencia del sonido oscuro de Prodigy, del baile en la calle y del rap como escuela de ritmo. Pero, no nos confundamos, desde una perspectiva que concibe la escena como punto de desarrollo y que emplea lenguajes narrativos “de los de siempre”, incluso con alusiones a la “slapstic comedy” del cine mudo, cargada de gags efectistas basados en el gesto.

La producción es un cuidado ejercicio de sincronía de la misma manera que lo son todos los número que conforman el espectáculo. Sincronías imposibles de sonido, movimiento y manipulación de elementos que van conformando cada una de las coreografías. No es por nada que el nombre de la compañía, y del espectáculo, procedan de un término hebreo que significa pericia.

Los elementos rítmicos que se desarrollan, constantemente, sobre el escenario tienen una clara intención “melódica”. Poco a poco van construyéndose ante nuestros ojos/oídos con alusiones e ilusiones de procedencia desde tradiciones bien remotas. De las danzas del centro de áfrica a las del norte del continente pasado por elementos rituales de las artes marciales asiáticas o el ritmo de las calle de Nueva York (por decir un ciudad y que se me entienda). El sonido, amplificado y modificado en directo, procede del “golpe” y de todos sus matices y superficies golpeables. Desde el propio cuerpo al ajeno sin olvidar bidones, cubos y todo tipo de improvisados tambores. Las bajas frecuencias, estruendosas y sensoriales, también son frecuentes y bien empleadas.

La luz, como un elemento más de la propuesta, es usada con guiños hacia el teatro negro, de sombras o dibujado. Elemento del discurso y de integración de todo un conjunto llega a su apoteosis en el número en el que los actores/bailarines deambulan y danzan encendiendo y apagando “sus cuerpos” en una contundente coreografía para nuestros ojos confundidos y sorprendidos con los guiños y los engaños del cerebro. Como colofón, un bis “a pie de calle”, a la salida del teatro en un ritual que, de anecdótico, ha pasado a ser rutinario en sus espectáculos. Pero de esta forma los actores se trasforman en humanos y el ritmo es lo único indispensable.