Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

martes, marzo 06, 2007

“Anandamanía”

Y no lo digo yo: este es el título de la pieza de Antonio Lanchares con la que Ananda Sukarlan cerró el concierto ofrecido en el Ateneo de Santander el pasado sábado. En otra situación, tal vez con otro pianista, tendríamos que hablar del privilegio que debe suponer dar título a una pieza musical especialmente escrita para alguien. Pero tengo la sensación de que el honor es para el compositor que tiene la suerte de ser “tocado” por este intérprete, asegurando así la vida y la difusión de su obra.

Hablamos de un pianista que pasa de puntillas cuando se anuncian sus conciertos en Santander, sin excesivas alharacas mediáticas pero asegurando siempre la calidad de sus propuestas y la fiabilidad del resultado musical en las mismas. Y lo mismo en multitud de escenarios, pues este músico sí que es de los que puede presumir de currículum y de haber tocado mucho por todo el mundo. Y eso de la profesión y la experiencia, créanme, que se nota.
En el concierto de sábado, un programa muy asequible con piezas aptas para todos los oídos. Haydn, Prokofiev y Ravel dentro de los clásicos y David del Puerto y Santiago Lanchares en los contemporáneos nacionales. En todos los casos un común denominador, además de las manos de su intérprete, en el sentimientos compositivo de las obras. Armonías amables, incluso en el lenguaje actual y un lirismo abierto dentro de una evidencia influencia, o presencia, del impresionismo. Se estrenó, de forma conjunta por primera vez, el ‘Cuaderno para los niños’ de David del Puerto. En su conjunto la obra es, igual que lo son sus partes, posible y cercana. Con Anandamanía nos situamos, en cambio, con un ‘perpetuum mobile’ a modo de tema y variaciones que pone a prueba las capacidades atléticas de los dedos del ejecutante. Emocionalmente nos transmite una tensión creciente que únicamente encuentra solución en su final. Ananda hizo bien todas las obras, especialmente bien las más cercanas a nosotros en el tiempo. El piano de este auditorio es grande y su sonido potente y duro lo que impidió demasiados matices. Pero en las obras más expresivas fue el vehículo perfecto.