Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

miércoles, octubre 25, 2006

Un Trío arrollador

La Fundación Marcelino Botín propuso, para la noche del pasado lunes, un concierto dedicado a la memoria de Shostakovich cuando se cumple el centenario del nacimiento del compositor ruso. Una propuesta que contó con la masiva asistencia del público y que colmó las expectativas más exigentes en lo que a música se refiere.

Ananda Sukarlan al piano, Jagdish Mistry con el violín y Rohan de Saram al violonchelo, fueron los protagonistas musicales de este encuentro en el que pudimos escuchar uno de los preludios y fugas del autor homenajeado, su ‘Sonata para violonchelo y piano’ y el impresionante ‘Trío en Mi’ que cerró el programa.

En la primera mitad disfrutamos con el solemne piano de Ananda Sukarlan, un intérprete que, afincado en nuestra comunidad, recorre los escenarios de todo el mundo para manifestar su compromiso con la música contemporánea y demostrar su sabiduría ante el teclado. Con el Preludio y Fuga extraído de la colección de 24 que escribiera Shostakovich en los años 50 del pasado siglo, Sukarlan acudió a la esencia bachiana de la obra para revisarla con distancia y mucha profundidad. Después le llegó el turno a la ‘Sonata en Re menor op. 40’ en la que conocimos las fabulosas cualidades interpretativas de Rohan de Saram. Nos encontramos con una obra de juventud que fue tratada con la misma concisión con la que empezó este concierto. Pero si he de serles sincero lo mejor de la noche llegó con el Trío mencionado al comienzo. Los motivos fueron evidentes el resultado arrollador: la profunda y sincera fuerza de la obra en si misma y el acuerdo y calidad de cada uno de sus intérpretes que nos facilitaron una audición llena de sentido, dramatismo, potencia y, sobre todo, música de esa que hay que escribir con mayúsculas. El episodio final, verdadera atmósfera acústica de esas que se funden con nuestro entendimiento, fue una magistral lección de música de cámara.
La música de cámara encierra misterios que, poco a poco, se van desvelando al aficionado que cede parte de su tiempo a escucharla. No se trata de un aprendizaje sino más bien de una experiencia que se modifica cada vez que tenemos la oportunidad de acercarnos a un obra en concreto. Les recomiendo que hagan lo propio con este Trío, la emoción y la sensación de plenitud aparece de forma más clara en cada nueva audición, especialmente cuando sucede en los términos musicales planteados por músicos del nivel que pasaron por la calle Pedrueca hace unos días.

lunes, octubre 23, 2006

“Esfuerzo musical”

Hace unos meses, cuando concluía la programación del Festival Internacional de Santander, desde estas páginas suspirábamos por tener casi la certeza de que ya no habría más música de orquestal en nuestro entorno hasta el año próximo. Me equivoqué ya que, la programación cultural de Caja Cantabria, ha incluido estos días la presencia de la Orquesta Sinfónica Estatal Rusa en la actividad del Centro Cultural de la Calle Tintín, bajo la batuta de su director titular, el castreño Ramón Torrelledó.

Imprescindible es resaltar el esfuerzo y trabajo derrochado en el concierto que, el pasado jueves, conmemoró el 250 Aniversario de la muerte de W.A. Mozart. No les voy a contar que esta formación es la mejor del mundo ni que todo lo que sucedió en la noche del concierto, musicalmente hablando, fuera impecable. Pero la sensación recibida es la de una entrega de unos “currantes” de la interpretación en una tarea, la de acercarnos la música, que dada las peculiares características de nuestra comunidad “des-orquestada”, cumplen una tarea cultural más cercana a lo social. Seguro que me entienden.

El programa , sucesor de un primer concierto ofrecido días antes, se compuso con obras mozartianas que, en la primera parte, repasaban fragmentos de su ópera ‘La Flauta Mágica’ para después culminar con el bien conocido ‘Réquiem’ de este autor. Para ello contaron con las voces de Irina Starodubtseva, una soprano con un registro muy hermoso, no muy grande en potencia –especialmente en los agudos- pero rico en armónicos y buen gusto interpretativo. La mezzo Nadeszhda Krivusha demostró energía y presencia vocal. Mucho más discreto resultó el tenor Aurelio Puente, mientras que el bajo Iván García realizó unas intervenciones que, salvando algún despiste en la primera parte, fueron gratas gracias a una voz de tímbrica muy pura.

Las partes corales correspondieron al coro Tomás Luis de Victoria que dirige Luz Pardo. Otro ejemplo de esfuerzo y ganas que se vio compensado con el aplauso y el tributo del público. El coro trabajó duro la partitura y pudo apuntar momentos muy interesantes. Tal vez, en algunos otros, su presencia quedara sepultada por la orquesta y evidenciara la necesidad de la formación de tener más registros graves y medios, frente a una muy interesante sección vocal en las sopranos.

Torrelledó, con el porte clásico y visceral que caracteriza su forma de dirigir, estuvo atento en todo momento a los episodios sonoro y arrancó mucha energía de los de Rusia. Al final, un bis muy particular y emotivo: los últimos compases escritos por la mano de Mozart justo antes de su muerte. Un silencio tras su escucha de una obra incompleta. Todos, al escuchar este ‘Requiem’ descubrimos donde está y donde no la mano de su autor. Este cierre nos llevó hasta donde se quedó el gran maestro.

viernes, octubre 13, 2006

“La seccionalidad de Resterlich’ ”

El pianista cántabro Pablo López Callejo fue el encargado de poner en pié a la obra que consiguió el segundo premio del VI Concurso de Composición Pianística ‘Manuel Valcarcel’, ‘Restlich’ del italiano Francesco Milita. Un concierto desarrollado en la Fundación Marcelino Botín y que acompañó a la obra de estreno con piezas de Haydn, Mompou y Chopin.

La pieza galardonada es un mosaico musical basado en los versos de Hans Magnus Enzensberger, poeta alemán. Desgaja su discurso en diez fragmentos que, a su vez, ofrecen un concepto episódico, en cada uno de ellos, del discurso musical. La conexión entre ellos, además del lenguaje unitario a base de técnica y estética, se produce con citas y giros a veces repetidos y en otras ocasiones desarrollados en cada una de sus partes. Milita acude a elementos levemente expresionistas y ocupa parte de sus sonoridades en acercamientos armónicos procedentes del jazz junto a otros que se nos presentan herederos de cierto neorromanticismo e, incluso, con giros más minimalistas. Pablo López Callejo, al presentar la obra, supo acompañarla de los Cantos Mágicos de Mompou, un referente con el que comparar algunos momentos de ‘Resterlich’ que ayudó a entender mejor su desarrollo.

La seccionalidad de esta pieza permite una escucha atractiva y fácil de aprehender. Es en el contraste donde encontramos muchos logros que tuvieron en López Callejo a un intérprete muy entregado con ella capaz de salvar las dificultades, que eran muchas, de su escritura. Si tuviera que encontrar algún “pero” al estreno puede que apuntara lo que también es su virtud: tantos planos pueden ayudar a asimilar el discurso pero dificultan en parte el apreciar la obra en su conjunto.

Acerca de Pablo López Callejo es preciso resaltar la apuesta decidida que ha tenido que realizar para profundizar, comprender y explicarnos una partitura como ésta. En el resto del programa intuimos la intención de este pianista de ofrecer una visión personal de la Sonata de Haydn, con un ‘Andante’ muy meditativo y quieto, alejado de los cánones que, la interpretación moderna, parece tener asignados al piano del periodo clásico. Con Mompou tuvimos los momentos más musicales de López Callejo, un músico que muchas veces se ha querido calificar como “trabajador” pero que nos demostró que su técnica también se complementa con un sentido sonoro extraordinario capaz de relatar fragmentos muy interesantes.
Con Chopin, especialmente en el Scherzo y Final de su Sonata, nos dejó momentos de incertidumbre con algún que otro tropezón de su ejecutante. Así todo el concierto gustó y demostró que un pianista puede seguir siéndolo a pesar de dedicar su tiempo a la enseñanza. Es cuestión de compatibilizar ambos mundos y, sobre todo, de querer ofrecer a su público cosas interesantes. Como hizo Pablo.

lunes, octubre 09, 2006

"Un gran Carmen en Nancy Herrera"

La Temporada Lírica del Palacio de Festivales comenzó la que será su edición número XI con uno de los títulos del repertorio más significativos y conocidos por el público: ‘Carmen’ de Bizet. Una producción dirigida en la escena por Francisco López –que nos visitó el pasado año un hermoso ‘Don Giovanni’- y musicalmente por Antonello Allemandi, bien conocido por el público santanderino por sus visitas al foso orquestal del Festival Internacional de Santander.
Siempre es difícil el compromiso que se adquiere al programar un titulo de este tipo. Por un lado, el tratarse de una de las óperas que más han calado en la memoria colectiva gracias a las asequibles y cercanas melodías, asegura la asistencia del respetable. Pero de otro lado el recuerdo de grabaciones, vídeos y DVD’s hacen que se tienda a comparar y a buscar en el directo lo que se ha aprendido en las grabaciones. Y eso es imposible. Aunque si nos da por comparar, mucho hemos de buscar para encontrar una presencia tan completa, en lo vocal y en lo dramático, como fue la de Nancy Fabiola Herrera en el rol protagonista de esta Carmen.
Su presencia sobre el escenario emanaba una luz que inundaba todo el espacio. Gracias a un timbre hábil con la melodía y repleto de unos armónicos bellísimos que redondearon una interpretación magistral. Cantó, actuó, bailó y todo lo hizo con la coherencia que exige el papel de la gitana ‘fatal’ ideada por Merimée. Siempre a un nivel muy alto y sin dudas ni titubeos, con sentido musical y con la gracia que puebla el personaje. A su lado Michael Hendrick realizó un Don José creciente, evolucionando dramáticamente en los cuatro capítulos de la obra, pero logrando las cotas más interesantes en los dos últimos, tornando una actuación más aturdida cuando ha de ser galán de libro por una presencia muy sólida para la última parte del drama. Musicalmente el tenor americano tiene una voz menos redonda –pero bien situada- que crece y se asienta del mismo modo que su actuación.
Leontina Vaduva, la Micaela de esta ópera, logró dar lo mejor de su arte en el aria correspondiente del tercer acto. Moduló con expresividad su registro en frases muy cálidas y cercanas que trasmitieron emoción. Tuvimos un contratiempo con Jean Luc Chaignaud, al que una anunciada afección vocal le impidió hacer su papel –Escamillo- en las condiciones exigibles, algo que se notó de forma evidente. Y es que el delicado trabajo de los cantantes hace que un leve catarro pueda poner en peligro un montaje tan complejo como éste.
Los papeles secundarios, en las voces de Laura Alonso, Alexandra Rivas, Eduardo Santamaría, Luis Cansino o Francisco Santiago, fueron buenos pilares de esta ópera que reparte su peso de forma fundamental en los protagonistas principales. Es destacable el quinteto del final del acto segundo en el que las dificultades de la partitura fueron solventadas con presencia y mucha musicalidad. Secundarios, si, pero únicamente en su papel, que no en sus cualidades.
La orquesta sonó bien y la dirección de Allemandi fue implicada y precisa, con entrega y mucha atención a la partitura. El Coro Lírico del Palacio de Festivales tuvo sus más y sus menos, con una presencia teatral un tanto estática en el gesto –en parte achacable al propio proyecto escénico- y con algunas intervenciones musicales evidentemente flojas. Una lastima, tal vez justificable por la premura de esta ‘Carmen’ que se ha montado en menos de una semana o tal vez no. También se contó con la participación de la Escolanía de Astillero que realizó un buen trabajo musical con "cambio de guardia".
La dirección escénica tiene su parte pictórica en la composición de cuadros que mucho deben a la larga nómina de pintores andaluces que la historia del arte ha dejado. Francisco López retrata escenas y mueve a figurantes y coro para lograr hacer ligeras a la vista situaciones en las que cuenta con más de un centenar de personas sobre el escenario. En este sentido es casi neoclásico en el movimiento, preciso y estático en evoluciones que buscan la composición más armónica. Pero frente a esta "herramienta" más aséptica está el desgarro del movimiento de la bailaora que aparece como sombra –o presagio, o alter ego- de Carmen, dándonos con su baile los momentos más expresivos de la escena en cada una de sus apariciones, de especial forma al cerrar el primer y el último cuadro. Paco López no es un director de sorpresas escénicas sino más bien un trabajador de precisión que va engranando todos los elementos en una exacta sucesión de movimientos y gestos. Lo más intenso de su propuesta, ya les digo, en ese desgarro del baile y en las escenas, de cuadro y luz, que quedan para nuestra retina.