Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

sábado, septiembre 13, 2003

“Divertidas caricaturas”

De nuevo el teatro clásico desplegó su encanto en el Palacio de Festivales, en esta ocasión con un texto de Rojas Zorrilla dirigido por otro Francisco: Plaza. Una propuesta de la Producciones Inconstantes, compañía invitada por la Nacional de Teatro Clásico en su curso 2002/2003.

Sobre las tablas vimos una divertida comedia que nos demostró lo avanzado de su texto o, dando la vuelta a la tortilla, nos habló de que “seguimos siendo los mismos” a pesar del cambio de época y el avance tecnológico. Uno de esos textos de enredo del Siglo de Oro español pero esta vez con personajes femeninos muy vivos y autónomos; deliciosamente amenos.

La producción sigue la norma habitual en los últimos tiempos con este tipo de textos. Estenografía funcional, uso de melodías procedentes del cancionero de palacio y una escuela en el “decir” que se acomoda perfectamente a la versificación y al entendimiento del público de sala. Pero en esta ocasión nos encontramos ante una novedad que gusta y convence. Se trata de dar una vuelta de tuerca a los personajes y alejarles intencionadamente de otras convenciones extendidas con los clásicos. De esta forma los diversos caracteres que configuran “el lío” se ven individualizados en divertidas caricaturas de si mismos, dibujadas con tonos de voz, gestos y posturas en una galería que se enriquece paso a paso y que, al final, casa en un puzzle hábilmente articulado.

La propuesta añade, por lo tanto, su sal y su pimienta a la obra de Zorrilla. Y no es que el texto esté escaso sino que con el aderezo todo se vuelve más claro. Para este tipo de teatro la dirección y el camino que tome el montaje son brújulas imprescindibles para una escena acostumbrada a teatro más cercano. Pero entre la genialidad del verso y la agilidad del montaje, casi nadie debió notar la diferencia.

Ángeles Martín volvió a mostrar su especial talento en una propuesta en verso. En la ocasión que nos ocupa con una forma de hacer más contenida y madura que en otras ocasiones. Sergio Otegui tal vez algo ‘más clásico’ si se me permite emplear el término aquí y ahora. A su alrededor otros seis personajes igualmente afortunados para un reparto curiosamente equilibrado –cuatro mujeres, cuatro hombres y dos ganapanes- del que queremos destacar un fabuloso José Pedro Carrión, que configura un Don Juan verdaderamente antológico y divertido.

jueves, septiembre 11, 2003

“Mi querido subversivo”

Hay teatro y teatro. Diferentes modalidades y distintos géneros para la escena que encierran múltiples mensajes y alicientes para el espectador que acude a verlo en directo. En los últimos tiempos, tras una larga época en la que se quería hablar de una pretendida ‘muerte del teatro’, hemos asistido a un interesante renacer de la escena apoyada por la incursiones –a veces intromisiones, otras afortunados descubrimiento o en casos simples intervenciones- de rostros populares y/o televisivos en giras y espectáculos que, no exentos de cancelaciones y cambios de protagonista, han revitalizado uno de los géneros artísticos más universales.

Si tomamos como ejemplo Santander, cada año circulan por nuestra ciudad decenas de compañías permitiendo a nuestro público, a pesar de ‘ser de provincias’, estar al día de la cartelera dramática nacional en muchas de sus parcelas, pero no en todas. Es bien cierto que no tenemos por aquí un núcleo dedicado a las vanguardias, a lo no tan comercial o a propuestas experimentales más allá del ciclo de ‘Teatro Contemporáneo’ que cada otoño nos ofrece la Universidad y la Caja. Por eso, oportunidades como la que nos brindó la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo el pasado miércoles son auténticos privilegios para el espectador inquieto y necesitado de apuestas interesantes.

Les hablo de la representación que Tentación Producciones, Zitzaina Teatre y Teatre de Caláis, ofreció del texto de Darío Fo ‘Muerte accidental de un anarquista’. Obra de un autor del que, a pesar de haber logrado el premio Nóbel de literatura, difícilmente tenemos la oportunidad de encontrar sus textos sobre un escenario –al menos en el entorno que nos toca-. Y no es raro si atendemos a sus contenido ‘políticamente incorrectos’ o a su magnífica receta de hacer reír poniendo el dedo en la llaga de nuestra sociedad y en muchos de sus males.

En la función del miércoles, con la sala llena y mucha expectación que seguro dejó a muchos interesados sin poder entrar al auditorio de Tintín, reímos y meditamos sorprendiéndonos nuevamente con un texto que tiene ya más de treinta años pero que conserva intacto su espíritu trasgresor sin necesidad de acudir a experimentos vanguardistas. La esencia de su obra –de toda su producción- está en emplear parámetros dramáticos de un teatro puramente clásico con un lenguaje, además, claro y bien entendible.

La producción protagonizada por Aitor Mazo actualiza en parte el texto y nos ofrece una producción muy dinámica y con guiños originales y, a la altura de la circunstancia, divertidísimos. Mazo encarna un personaje entrañable y la dirección de Pere Planella es ágil y efectiva sobre un espacio escénico reducido –desafortunadamente el circuito de este tipo de obras no suele incluir grandes escenarios-. Los aplausos y las risas no se hicieron esperar, tal vez los mensajes se asimilaran más tarde, pues fueron muchos.