Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

miércoles, enero 29, 2003

“Eficacia probada”

La eficacia probada del Viena Brahms Trío en la interpretación del repertorio para este modelo de formación camerística quedó nuevamente patente en su participación en la programación de la Asociación de Amigos del Festival Internacional de Santander.

Una nueva comparecencia ante el público de esta sociedad musical para recuperar los mejores parámetros de la música de cámara. En esta ocasión con piezas de Haydn, Schumann y Sait-Saens y una nutrida sección de bises, a petición del respetable con su aplauso contínuo, que cerraron una velada muy jugosa.

Con Haydn demostraron compenetración y entendimiento sobre las formas clásicas. Con Schumann revelaron los aspectos más profundos e interesantes de su forma de entender la música, sobre un texto musical que cumple también ambas premisas. El trío número uno de Camilla Saint-Saens, obra de contenido más ligero que el de sus precedentes en el programa, dejó grandes momentos en los primeros compases del Allegro y, de forma especial, con el Scherzo que mediaba la partitura.

Tal y como apuntábamos más arriba, los bises fueron generosos y entre ellos un hermoso vals firmado por Nino Rota, una de esas piezas siempre agradables de descubrir, por sorpresa, puesto que su producción de música culta no es un patrimonio fácil de encontrar, ni sobre el escenario ni en las estanterías de las tiendas de discos.

En próximos conciertos de Amigos del Festival Internacional de Santander se anuncia Maria José Montiel, Luiz de Moura, Artuz Papazian o a los solistas de la Royal Opera House.

sábado, enero 25, 2003

“Dolly Velasco en Santander"

Cumpliendo las expectativas, Concha Velasco entró en la Sala Argenta arropada por el aplauso del público y se despidió de la misma entre ovaciones. Y es que la personalidad de esta actriz –también cantante, y presentadora de televisión- es más que suficiente para emprender una aventura empresarial arriesgada como es la de producir un espectáculo musical en el que participan más de cincuenta actores y bailarinas y salir victoriosa del lance.

Hello Dolly estuvo en el Palacio de Festivales tres noche consecutivas, divirtiendo al personal con una comedia que de haber sido escrita en los tiempos actuales se hubiera calificado de ‘comedia romántica’, pero que tiene ya más de medio siglo de exitosa vida por escenarios de todo el mundo.

La propuesta que dirige José Carlos Plaza se presentan con un reparto equilibrado que se sostiene en la pieza angular que es su protagonista absoluta. Un musical en toda su extensión y que salva los momentos de diálogo del peligro de caer en el modelo ‘noche de fiesta’ –esos vodeviles tan bochornosos- gracias a una dirección escénica ágil y que tiene en la coreografía de bailarines y actores una inteligente forma de contar la historia. Queda el comienzo de la segunda parte, con la escena del restaurante, como apoteosis coreográfica en una magnífica escena en la que todo funciona a la perfección en una trepidante propuesta.

Las voces cumplen, sin excesos, su cometido. La de la Velasco –me permita doña Concha, Conchita Velasco, la licencia de llamarla con artículo que la sitúa en la esfera de los mitos mediáticos de muchas generaciones- se adecua con su característico timbre, grave, grato y reconocible, acercándose a la del Louis Armstrong que logró convertir en estándar del jazz el tema principal de esta comedia musical.

Todo funciona con el oficio que permiten las múltiples representaciones de un éxito de los escenarios. De manera especial con su protagonista que da una lección de trabajo realmente espléndida, noche tras noche en un mundo en el que los rostros conocidos están aprendiendo a presentar espectáculos en la capital y descolgarse luego cuando les toca salir de gira “por provincias”. Pero es que en este caso la estrella es ella.

Destacamos también el tierno papel de Juan Carlos Martín, cada vez más acostumbrado al género musical y que derrocha voz y una comicidad mesurada y muy afortunada.

viernes, enero 17, 2003

Buen comienzo para ‘+ que clásica’

El Conservatorio de Música Jesús de Monasterio comenzó, el pasado jueves, las actividades de su ciclo ‘+ que clásica’, un sugerente programa de conciertos en el que combinarán propuestas clásicas con otras realmente de vanguardia.

Para el primero de los conciertos contaron con la participación de dos alumnos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía: el violinista Zohrab Tatevossyan y el jovencísimo pianista Denis Kozhukhin. Ambos protagonizaron un recital en el que se propusieron piezas habituales del repertorio camelístico junto a la más actual Sonata de Arno Babadjayan.

El violín de Tatevossyan comenzó, en la sonata de Brahms, de forma algo dubitativa, pero poco a poco su virtuosismo y técnica fueron desvelando a un gran intérprete, tal vez no completamente entregado pero con delicioso sonido plagado de matices y con gran personalidad. En la segunda parte la bien conocida Tzigane de Ravel le sirvió para dar una magistral lección de habilidades técnicas.

Pero la sorpresa de la velada estuvo en el potente pianismo de Denis Kozhukhin, que a sus dieciséis años de edad apunta maneras de gran genio. Demostró ser poseedor de una preparación fabulosa, dominando las partituras desde una perspectiva un tanto maquinal pero sin despiste alguno. Como es lógico en intérpretes de esta categoría y edad aún necesita dotar de profundidad a las obras que propone, una cuestión que más que el estudio le vendrá dada por la experiencia y la madurez.

Un ciclo que comienza en una iniciativa digna de aplauso y que ahora precisa de público. Ojalá en próximos encuentros los estudiantes de música puedan aprovechar esta magnífica oportunidad que se les brinda para llenar el salón de actos del Jesús del Monasterio con su presencia y, suponemos, interés.

jueves, enero 16, 2003

“Reencuentro con los Jóvenes Valores”

La Fundación Marcelino Botín inició sus actividades musicales de esta año 2003 con el reencuentro con uno de sus ciclos más estables de los que propone cada temporada: Jóvenes Valores.

Para este primer concierto se contó con la participación de la joven violinista María Ivanova Boneva –alumna de la Escuela Superior de Música Reina Sofía- que estuvo acompañada al piano por Duncan Gifford. Un encuentro, como suele ser habitual en este tipo de propuestas, con las promesas de futuro que demuestras ser realidades muy consolidadas. En el caso que nos ocupa nos encontramos frente a una violinista que despliega, desde su instrumento, un sonido muy serio que está cargado de potencia bien asentada. Esto la permitió adecuar su forma de hacer música de forma espacial con las obras de Bartok, Chausson y Schuman, en las que el dramático sentido musical se vio incrementado con la aportación de la joven intérprete.

En Mozart gustó la manera de entender su Sonata, alejada de sobrias traducciones que se centran en lo lírico, María Ivanova Boneva no desperdició un compás para seguir siendo ella misma. Tal vez se echó de menos algún episodio más intimista en la potencia del instrumento, aunque en las variaciones de Messiaen tuvimos instantes muy cercanos.

Por su parte el pianista australiano Duncan Gifford demostró precisión y mucha maestría en la siempre comprometida tarea de sostener al solista. Eficaz y con una forma tocar el piano que es acreedora del fabuloso currículum que ha ido confeccionando –en el que se incluyen trofeos como el José Iturbi o el María Callas de Piano-.

lunes, enero 13, 2003

“Las torres de Don Quijote”

Ya son tres los argumentos del ciclo de Música a Escena que hemos podido ver en Santander. El último de ellos el domingo en el Palacio de Festivales, esta vez sobre la figura del Quijote en la música.

Tres propuestas que nos van dejando claro las heterogéneas intenciones de una oferta que tiene en la música un pretexto para el texto, o viceversa. En la apuesta de Emilio Hernández se revisa el mito universal de la literatura castellana para buscar en el presente a aquellos Quijotes que comparten, desde el hoy, la locura redactada en el pasado.

Así, ilustraciones videográficas nos propusieron a los voluntarios de Greenpeace, a los que limpian los vertidos del Prestige o a los jóvenes activistas antiglobalización como modelos quijotescos que se sostenían perfectamente en las palabras escritas por Cervantes hace cuatro siglos. Recuerdo una instantánea del fotógrafo cubano Alberto Korda titulada ‘El Quijote de la Farola’. En ella un campesino aparece encaramado a una farola y a su espalda una multitud se agolpa en la plaza de la Revolución en el aniversario al ataque al cuartel Moncada. Este icono no apareció proyectado en ‘La pasión según Don Quijote’, pero en cambio se nos ofreció uno similar procedente de filmaciones de los primeros días del Madrid de la Segunda República en la que un joven, también en una farola, sostenía un cartel a favor del nuevo sistema de gobierno.

Como ven, más que un concierto sobre el mito cervantino la propuesta se alzó en un artículo de opinión muy profundo que demostró, además, la tremenda vigencia de la obra mencionada y el ‘por qué’ de su valía.

Chete Lera fue el actor encargado de narrar los textos, ataviado con ropajes que buscaban ‘una triste figura’ exploró registros tronantes que parecían llamar la atención al respetable, casi abroncándole. Reflexivo y, en ocasiones, reiterativo.

La música –disculpen este retraso tratándose de un Concierto- estuvo en las manos de la Slovak Sinfonieta que homogeneizó el estilo de las obras –barroco, postromanticismo y siglo XX- en un agradable modo de sonar limpio y claro. La batuta de Luis Remartínez llevó a los intérpretes, cual Sancho improvisados, a la vera del Quijote.

Una duda para terminar. No acabo de encontrar coherencia al comienzo de la obra, cuando las torres gemelas caían lentamente sobre la música de Teleman. ¿Acaso los pilotos suicidas eran ‘Quijotes que no se detienen ante un gigante dotado de dos grandísimas torres’? Opinión muy al extremo de la casualidad entre texto y tragedia un tanto tétrica. Pero opinión, sin lugar a dudas.

“Emocionado ante la Pasión de Azaña”

El pasado sábado el Palacio de Festivales acogió nuevamente a la figura de José Luis Gómez en una magistral lección de Arte Dramático –con mayúsculas del quien es, sin ningún género de dudas, uno de los mejores intérpretes del momento-.

El que unas horas antes había sido en el mismo escenario Cernuda, en su ‘memoria de un olvido’, ahora se transformaba en don Manuel Hazaña para, en voz de sus escritos y discursos, traer al presente momentos del pasado que no conviene perder de la memoria. Para el mundo que vivimos, con políticas en las que se discute sobre una discusión, no es malo recobrar argumentos que hablan de cultura, de arte, de España sin la connotación que se añadiría al nombre de nuestro país pasado el tiempo desde la entregada perspectiva de un hombre apasionado.

El artificio teatral se despoja de excesos para la escena, y con lo mínimo y una luz que va más allá de lo posible, se nos presenta un trabajo que emociona. Tal vez este sea el único fin a perseguir desde la butaca de un teatro: empaparse de lo que se nos ofrece y lograr la emoción sin trabas. Siendo sincero –y mucho- me confieso encandilado y arrebatadamente emocionado con la ‘Pasión española’ de Manuel Azaña.

Mencionábamos la luz, un elemento de distinción del Teatro de la Abadía, empleada de forma sabia y mágica al mismo tiempo, rechazando el rostro del actor para sugerirnos la imagen del personaje. No hablamos de artificios, sino de oficio de maestro.

De esta forma, con luz y cuerpo, con la voz trasformada en registros de anciano, de reflexión, de discurso o de entrevista Azaña y José Luis Gómez conmovieron y arrancaron, por fin, un gran aplauso desde las butacas de la Sala Pereda. Y es que no somos un público que se entregue en el aplauso salvo excepciones como la que nos ocupa. Hacía mucho tiempo que no presenciaba una ovación tan prolongada... ni tan merecida.

sábado, enero 11, 2003

“De Cernuda y La Abadía”

Las actividades escénicas del Palacio de Festivales, para este 2003 recién estrenado, dieron comienzo el pasado viernes con la presencia del Teatro de la Abadía que dirige José Luis Gómez.

‘Memoria de un olvido’ es una antología poética convertida en escena. Las voces de José Luis Gómez e Israel Elejalde traen al presente el recuerdo del poeta Luis Cernuda, uno de tantos nombres sobre los que cae la sombra de la indiferencia desde una sociedad en la que los versos pesan menos que la imagen.

Pero la imagen del montaje del Teatro de la Abadía se presenta desnuda de elementos, minimizados hasta lo indispensable y revistiéndose de luces que acojan al único elemento indispensable realmente: la palabra. Así Cernuda maduro y Cernuda joven, padre e hijo, amante y amado, realidad y sombra, van paseando por la España feliz de los años veinte, por la España dramática de la Guerra Civil, por la España lejana y cercana vista desde el exilio.

La producción cuenta con el exquisito tacto siempre presente en las propuestas de esta compañía para trabajar el detalle. Minimalismo al servicio del mensaje con la rotunda participación de dos actores que recitan narrando toda una vida. El trabajo de iluminación vuelve a ser extraordinario –recuerdo el montaje de El Mesías que vimos en este mismo escenario el pasado curso- sugiriendo las estancias que los versos llenaban de significado.

Fragmentos de música y retazos de imágenes a través del dintel de una puerta fueron los aliños empleados –sin abuso- para completar este ‘poemario’ en recuerdo al poeta sevillano. El pasado 2002 se cumplió el centenario de su muerte.

El público, por nuestra parte, marcamos con muescas en formas de tos algunas de las página del libro de poemas. Incomodidad especialmente desafortunada que impidió el disfrute completo de algunos de los versos. En los últimos minutos, cuando la poesía desbordaba el propio espacio escénico en las palabras que contiene ‘Donde habite el olvido’, me quedé con la impresión de que la última estrofa sonaba a ‘donde habite el tosido’, pues uno importuno se solapó de forma indisoluble con la voz del actor ya en el suelo.