“Las torres de Don Quijote”
Ya son tres los argumentos del ciclo de Música a Escena que hemos podido ver en Santander. El último de ellos el domingo en el Palacio de Festivales, esta vez sobre la figura del Quijote en la música.
Tres propuestas que nos van dejando claro las heterogéneas intenciones de una oferta que tiene en la música un pretexto para el texto, o viceversa. En la apuesta de Emilio Hernández se revisa el mito universal de la literatura castellana para buscar en el presente a aquellos Quijotes que comparten, desde el hoy, la locura redactada en el pasado.
Así, ilustraciones videográficas nos propusieron a los voluntarios de Greenpeace, a los que limpian los vertidos del Prestige o a los jóvenes activistas antiglobalización como modelos quijotescos que se sostenían perfectamente en las palabras escritas por Cervantes hace cuatro siglos. Recuerdo una instantánea del fotógrafo cubano Alberto Korda titulada ‘El Quijote de la Farola’. En ella un campesino aparece encaramado a una farola y a su espalda una multitud se agolpa en la plaza de la Revolución en el aniversario al ataque al cuartel Moncada. Este icono no apareció proyectado en ‘La pasión según Don Quijote’, pero en cambio se nos ofreció uno similar procedente de filmaciones de los primeros días del Madrid de la Segunda República en la que un joven, también en una farola, sostenía un cartel a favor del nuevo sistema de gobierno.
Como ven, más que un concierto sobre el mito cervantino la propuesta se alzó en un artículo de opinión muy profundo que demostró, además, la tremenda vigencia de la obra mencionada y el ‘por qué’ de su valía.
Chete Lera fue el actor encargado de narrar los textos, ataviado con ropajes que buscaban ‘una triste figura’ exploró registros tronantes que parecían llamar la atención al respetable, casi abroncándole. Reflexivo y, en ocasiones, reiterativo.
La música –disculpen este retraso tratándose de un Concierto- estuvo en las manos de la Slovak Sinfonieta que homogeneizó el estilo de las obras –barroco, postromanticismo y siglo XX- en un agradable modo de sonar limpio y claro. La batuta de Luis Remartínez llevó a los intérpretes, cual Sancho improvisados, a la vera del Quijote.
Una duda para terminar. No acabo de encontrar coherencia al comienzo de la obra, cuando las torres gemelas caían lentamente sobre la música de Teleman. ¿Acaso los pilotos suicidas eran ‘Quijotes que no se detienen ante un gigante dotado de dos grandísimas torres’? Opinión muy al extremo de la casualidad entre texto y tragedia un tanto tétrica. Pero opinión, sin lugar a dudas.
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