“De Cernuda y La Abadía”
Las actividades escénicas del Palacio de Festivales, para este 2003 recién estrenado, dieron comienzo el pasado viernes con la presencia del Teatro de la Abadía que dirige José Luis Gómez.
‘Memoria de un olvido’ es una antología poética convertida en escena. Las voces de José Luis Gómez e Israel Elejalde traen al presente el recuerdo del poeta Luis Cernuda, uno de tantos nombres sobre los que cae la sombra de la indiferencia desde una sociedad en la que los versos pesan menos que la imagen.
Pero la imagen del montaje del Teatro de la Abadía se presenta desnuda de elementos, minimizados hasta lo indispensable y revistiéndose de luces que acojan al único elemento indispensable realmente: la palabra. Así Cernuda maduro y Cernuda joven, padre e hijo, amante y amado, realidad y sombra, van paseando por la España feliz de los años veinte, por la España dramática de la Guerra Civil, por la España lejana y cercana vista desde el exilio.
La producción cuenta con el exquisito tacto siempre presente en las propuestas de esta compañía para trabajar el detalle. Minimalismo al servicio del mensaje con la rotunda participación de dos actores que recitan narrando toda una vida. El trabajo de iluminación vuelve a ser extraordinario –recuerdo el montaje de El Mesías que vimos en este mismo escenario el pasado curso- sugiriendo las estancias que los versos llenaban de significado.
Fragmentos de música y retazos de imágenes a través del dintel de una puerta fueron los aliños empleados –sin abuso- para completar este ‘poemario’ en recuerdo al poeta sevillano. El pasado 2002 se cumplió el centenario de su muerte.
El público, por nuestra parte, marcamos con muescas en formas de tos algunas de las página del libro de poemas. Incomodidad especialmente desafortunada que impidió el disfrute completo de algunos de los versos. En los últimos minutos, cuando la poesía desbordaba el propio espacio escénico en las palabras que contiene ‘Donde habite el olvido’, me quedé con la impresión de que la última estrofa sonaba a ‘donde habite el tosido’, pues uno importuno se solapó de forma indisoluble con la voz del actor ya en el suelo.
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