Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

miércoles, enero 31, 2007

“Lo mejor en Mussorgsky”

El Ciclo de Conciertos Educativos que la Fundación Marcelino Botín ha programado para este año 2007 bajo el lema ‘Música, Ciudades, Estilos’, tuvo su segundo capítulo el pasado lunes con el encuentro dedicado a la ciudad de San Petersburgo del pianismo del músico búlgaro Ivo Varbanov. Para lograr el objeto de estos encuentros y hacer que la música nos transportara a la ciudad rusa llamada en otro tiempo Estalinagrado y Petrogrado el programa se confeccionó en torno a la obra de los creadores rusos Shostakovich, Prokofiev y Mussorgsky.

La primera parte del concierto, en la que escuchamos tres ‘Preludios y Fugas’ del conocido Opus 87 de Shostakovich empezó de forma levemente insegura por parte del intérprete. Una sensación también traducida en las ‘Visiones fugitivas’ de Prokofiev en menor medida pero que nos dejó un punto de inquietud en la resoluciones de algunos de los pasajes. Puede que la falta de atención provocada, en ocasiones, por ruidos desde el público o la necesidad por parte de Ivo Varbanov de sujetarse a la partitura impresa hicieran que esta primera mitad desluciera el resultado del concierto sobre todo si lo comparamos con lo sucedido tras el descanso. Los ‘Cuadro de una exposición’ de Mussorgsky se presentaron nítidos en una versión personal y llena de energía. Aquí Varbanov desplegó toda su técnica y su sabiduría musical en una obra que exige contraste y color en sus diversas secciones. De todo ello tuvimos en una visión realmente pictórica de la obra de Mussorgsky.

El próximo capítulo de esta serie tendrá como título ‘Desde Montserrat’ y traerá a la sala de Pedrueca a la mezzo Elena Gragera acompañada por Antón Cardó al piano, interpretando piezas de Sebastián Durón, Pablo Esteve, Blas de la Serna, Diego Pisador, Juan Vázquez, Antonio Soler, Federico Mompou, Xavier Montsalvatge. La cita el lunes 12 de febrero.

lunes, enero 29, 2007

“Teatro infantil abierto al público”

La compañía cántabra de teatro ‘La Machina’ mantiene en los últimos años una actividad continua y constante repartiendo sus propuestas entre las destinadas al público infantil y las concebidas para el general. Algo que no pretende indicar que sus producciones infantiles no contemplen a los más mayores en las butacas, sino al contrario parecen escogidas también pensando en ellos. El pasado sábado el Palacio de Festivales acogió el estreno de la última producción de este tipo, teatro infantil abierto al público: ‘Robinson y Crusoe’, de Nino D’Introna y Giacomo Ravicchio.

Como suele ser habitual, La Machina volvió a confiar la dirección escénica a Carlos Herans (La danza del sapo, La casa imaginada o Pinocho Circus), conocedor de lo que sucede más allá de nuestras narices y especialista en teoría y práctica de teatro para pequeños. La ternura de Herans encuentra un buen vehículo para ser comunicada en obras como esta de de Introna y Ravicchio, hija de un tiempo pasado que miraba con optimismo el futuro posible que se podría lograr con el esfuerzo de muchos. Ahora, años después, cierto sabor amargo nos recuerda que todos aquellos sueños parecen pesadillas, y donde estaba Vietnam ahora hay Irak, y donde fue la bomba atómica leemos del efecto del calentamiento global. Pero la capacidad de seguir luchando sigue viva en algunos.

La pieza nos habla de dos personajes, encarnados por Fernando Madrazo y Luis Oyarbide, en su encuentro casual en un mundo devastado. Multitud de símbolos nos informan de guerras, de bandos enfrentados… pero las palabras no pierden el tiempo en esos detalles sino que ahondan en la posibilidad o no de lograr comunicarse, de forjar una amistad más allá de las diferencias culturales, lingüísticas… ¿ideológicas? Ojalá. Nos recuerda a las crónicas de guerra de Gila, o aún mejor, al Pic-nic de Arrabal pero con un final muchos más optimista.

Fernando y Luis, Madrazo y Oyarbide generan una relación escénica que funciona muy bien, creciente y cargada de pantomimas, de teatro del absurdo, de clowns y hasta de baile. Un abanico de posibilidades que va atrapando a los espectadores en dos personajes cercanos y muy bien definidos. Entrañables y capaces de arrancar carcajadas y alguna lágrima de los espectadores como quien les escribe.

miércoles, enero 24, 2007

“Música y acuerdo”

El Ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Marcelino Botín comenzó este año 2007 con la presencia, en el escenario de Pedrueca el pasado lunes, del Cuarteto Mendelssohn BP. Se trata de una formación de cámara nacida del “vivero de músicos” en el que se ha convertido para nuestro país la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Y es que muchos son los alumnos de esta prestigiosa institución que deciden consolidad grupos camerísticos con el objetivo de hacer de ello una profesión.

No es, desde luego, una tarea fácil la de vivir de la música pero en el concierto que nos ocupa intuimos que los cuatro integrantes de la agrupación tienen la madera necesaria como para construir interpretaciones interesantes. Al menos así quedó demostrado en gran parte del concierto: como en el hermoso Adagio del Cuarteto en Sol mayor KV 156 de Mozart o en el capítulo dedicado a Mendelssohn, especialmente en sus dos movimientos finales. La energía que la juventud conlleva se conjugó con un buen oficio técnico y muchas ganas de hacer música. Claro está que hace falta mucho más diálogo entre las partes y miradas cómplices no únicamente para poder terminar a un tiempo sino para hacer entender al público lo que dice la música “hacia dentro”. Algo que se evidenció en la pieza de Webern o en algún momento más dubitativo del propio Cuarteto en La menor del compositor del que ha tomado el nombre este cuarteto.

Más allá de la música, es reseñable apuntar la lección que la música y los músicos dejan muchas veces en el aire para aquel que la quiera atrapar: cuatro estudiantes procedentes de tres continentes distintos, cada uno con su historia y su propia lengua son capaces de llegar a un acuerdo para crear arte... y para hacerlo bien. Es lo universal de la música. Ojalá el ejemplo cunda en otras facetas de nuestro mundo tan en desacuerdo.

viernes, enero 19, 2007

“¡Pasen y vean!”

La programación 2007 del Palacio de Festivales de Cantabria se ha puesto en marcha con la presencia en el escenario de la Sala Argenta del que ha sido el musical que más éxito ha conseguido jamás en nuestro país: ‘Cabaret’. Desde el pasado jueves hasta el próximo domingo siete serán las representaciones de esta propuesta en el escenario de la Sala Argenta, a buen seguro con el cartel de “lleno” en su puerta.

Hace unos años tuve la oportunidad de asistir, en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid, a una función de esta obra. Allí las confortables butacas se habían trasformado en unas no tan cómodas sillas con mesita que hacía que no se supiera donde empezaba y donde terminaba el “Kit Kat Club”. Los personajes protagonistas de esta obra también eran distintos a los que ahora se encargan de esta gira. Pero en esencia el espectáculo era el mismo: uno de los grandes.

He de reconocer que en el cambio de los actores principales eché de menos la arrolladora presencia escénica de Asier Etxeandia en el papel de Emcee, no porque Victor Masán no estuviera convincente en este rol, sino porque el primero logró encarnar una personaje antológico y pleno en todos los sentidos. Donde sí que salimos ganando en el cambio fue con la comodidad de las butacas y con la llegada de Marta Ribera y Jesús Cabrero a los papeles de Sally Bowles y Cliff: mejora en lo dramático en el que sustituye a Manuel Bandera y en lo musical con la sucesora de Natalia Millán.

El concepto de la obra dulcifica y simplifica la película de Bob Fosse que universalizó este espectáculo nacido en Broadway a finales de los años 50. Un título que casi se ha convertido en sinónimo de musical y que mantiene al público pegado a su butaca durante casi tres horas de espectáculo. Actuar, bailar, tocar o interpretar se mezclan sobre el escenario con un ritmo trepidante, aunque en algunas de las escenas “teatrales a palo seco” recordáramos cierto aire zarzuelero. Un musical a nuestro estilo.

Pero los número con música encontramos lo mejor de este Cabaret, en lo que concierne a las coreografías, la fiabilidad vocal de todos (o casi todos) sus intérpretes y al resultado visual de la propuesta, donde empieza y termina el espectáculo. La banda de música en directo es “divina”, como dice la traducción al castellano de esta obra, y es justo reconocer el gran trabajo musical y de sonorización que tuvimos en la sala Argenta el pasado jueves. Una producción histórica por su larga estancia madrileña y por la espectacular gira que les hará visitar casi 30 ciudades por toda España.

El último número del show impresiona y se deja sentir a nivel emocional. Poco a poco, a medida que la trama va tiñendo de tragedia a los personajes en el presentimiento de la llegada del nazismo, el Cabaret se desnuda de color y se presenta devastador y desolado. Con los últimos segundos una chica que tenía sentada a mi derecha se llevó las manos a la cara y comenzó a llorar. A mí no me pasó lo mismo en Santander... porque ya me había sucedido en Madrid.