Una Giselle de las de ‘siempre’
Regreso de la danza clásica al Palacio de Festivales de la mano de la compañía de Ballet del Kremlin, una de esas agrupaciones majestuosa y grande en proporciones que mantiene aún vivo el espíritu de las grandes coreografías románticas y que podemos considerar, además de filial del Bolshoi, como hija de la ‘perestroika’.
En la primera de sus dos funciones en Santander organizaron una ‘Giselle’ sin novedades en lo formal y correcta en los artístico con la puesta en escena dirigida por Andrey Petrov. Una concepción estrictamente clásica nos transportó, una vez más, al cándido mundo de los príncipes disfrazados de campesinos y las ‘willis’ vaporosas y frágiles surgiendo del sueño de Gautier y Saint-Georges.
La escenografía es espectacular con magnos telones pintados que se abren hacia el público articulando espacios diáfanos para la danza con alguna que otra discreta sorpresa escénica. Pero la sensación más evidente, también en la forma de vestir la escena, es la de estar presenciando el legado de un tiempo anterior en el que los grandes ballets eran algo más que un simple espectáculo al uso. Así mismo la exhuberancia de vestuarios, maquillaje y atrezzo, dieron al cuento el color idóneo para su, discutible, vigencia en los tiempos que corren. Como una superproducción de Walt Disney, por ejemplo.
El elenco del Ballet del Kremlin, además de muy numeroso, salvó con eficacia moderada la primera de sus representaciones. Sobre el escenario una Giselle –Natalia Balachninova- menuda y muy expresiva. Correcta en su técnica basó su interpretación precisamente en su aparente fragilidad muy acorde con el rol ejecutado: sin alardes virtuosos, pero también sin trabas de ningún tipo. El papel del duque de Silesia, Mihail Puhvov, amaneró en exceso sus gestos en las pantomimas para ejecutar un Albrecht sin pena ni gloria. Del mismo modo, con cautela y discreción, conocimos las evoluciones de Svetlana Tonsheva y Mihail Martyniuk en el Pas de Paysans de la primera parte –más rotunda ella que él- y una más que afortunada Olga Zubkova en el rol de la reina de las Willis.
El cuerpo de baile dió lecciones de disciplina y trabajo en presencias bien orquestadas y gratamente coordinadas, a pesar de que en ocasiones –como la gran diagonal de la escena de la muerte de Hilarión- el escenario de la Argenta se les quedara pequeño.
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