“Perdidos en un punto”
El Palacio de Festivales ofreció, dentro de su programación teatral, la última obra firmada por el director de escena francés Philippe Genty. Un onírico viaje “a ninguna parte” creado por escenas y sueños que nos conducen hacia la magia de la escena: ‘Punto de Fuga’ (‘Ligne de fuite’).
Es bien complicado tratar de definir este espectáculo, tal vez porque pertenece a ese tipo de propuestas que pertenecen a sí mismas o que únicamente pueden ser englobadas bajo el sello característico de su creador. Podemos acudir a las óperas Phill Glass con Robert Willson en la escena, o tal vez al Teatro Negro de Praga, o al Circo del Sol en busca de referentes y/o consecuentes. Pero siempre será desafortunado llamar teatro a algo que también es danza, o danza a algo que tiene mucho de títeres y artificios manipulados, o guiñol a un cúmulo de artefactos visuales que engañan como lo hace un truco de magia...
Punto de Fuga quiere llevarse al espectador hacia un plano irreal en el que las cosas suceden como en esas muñecas rusas, abriendo una para encontrar otra. Secuencias encadenadas que nos conducen hacia una nueva, pero al contrario que el juego de madera que encierra siempre una figura menor, aquí podemos abrir una caja para descubrir que en su interior se encuentra algo más grande que su propio continente, paradoja solo posible aquí. Realidades ficticias e inventadas en las que buscamos la magia, sin querer descubrir el truco, sorprendiéndonos con la inocencia de un niño que descubre que volar es posible... al menos en un escenario.
El trabajo de iluminación, indispensable en este espectáculo, es un elemento más de nuestro sueño –del que Genty soñó para el público-, y el trabajo de actores y manipuladores es un engranaje de alta precisión con el que hacerlo posible. Un trabajo impecable que conmueve guiados por la música minimalista de René Aubry, también indispensable en esta ‘fuga hacia un punto’.
Y nos perdimos en un punto, en el intervalo presente en la línea del horizonte que divide el cielo del mar, sabiendo se su espacio hacia arriba y del misterio que se encierra debajo de la capa de agua que oculta más agua. Perdidos en un trazo que no existe más que en nuestros ojos y es en ellos donde se fragua todas las escenas de Genty, en las que el tamaño no importa y todo puede variar de proporción.
Perdidos en un punto como perdidos quedaron muchos espectadores que no supieron acudir al Palacio de Festivales dejando el aforo de la Argenta a medio llenar, una vez más dejando pasar una oportunidad que lo merecía. Cada vez entiendo menos los motivos de esa “pereza cultural” que muchas veces nos invade. Eso sí, ayer jugó el Madrid y las entradas, que llegaban hasta los 90 euros, seguro que se vendieron todas. Tal vez esto también sea una paradoja fruto de un sueño... o de otra pesadilla.
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