"Ana Belén y un hombre sentado"
Se estrenó 'Diatriba de amor contra un hombre sentado', el pasado viernes en la Sala Pereda en un ambiente de inauguración y expectación mediática que acogió esta propuesta protagonizada por Ana Belén en una producción dirigida por José Carlos Plaza.
Se trata de un texto de Gabriel García Márquez que nos sitúa en el monólogo (o el diálogo no correspondido) de Gabriela frente, y ante, su marido, el día en el que se celebran sus bodas de plata matrimoniales. Un punto de inflexión para ambos gracias al coraje de ella. Un punto y final para abrir otro punto y seguido de una nueva vida. Pero a pesar de lo dramático de la situación, el calor -tropical- que envuelve el texto nos ofrece un mosaico colorista de multitud de emociones que ha de contagiar y sentir (y siente) la actriz sobre el escenario.
En esta nueva propuesta se ha optado por hacer real el personaje del "marido", interpretado por Josu Ormaetxe. Un artificio, en este caso, que sustituye al sugerido artificio de colocar un maniquí sentado haciendo las veces de silencioso compañero en la obra original. Pero, he de confiarles, que mejor hubiera sido hacer caso a García Márquez, pues el marido que vemos en escena más parece un mudo funcional o un bromista oportuno que un taciturno compañero de toda una vida. Quiere responder, interactúa, pero es incapaz de emitir más palabras que leves gruñidos con forma de sustantivos. Además, la sola presencia de Ana Belén y el papel que, de forma creciente, se va apoderando de ella misma nos hace que olvidemos al detenido actor y, cuando caemos en su cuenta, nos borra parte de el encanto que habíamos conseguido atrapar.
Ella esta impresionante. No de repente, sino poco a poco. La primera mitad de la obra cuesta más seguir el ritmo de la obra, entrar en ella. Ana Belén se mostraba tal vez algo insegura (con una silla que no cae a su debido tiempo o una hamaca que se revela: así tampoco se puede, ¿verdad?), pero el paso del texto y el veneno de las letras tan bien escritas, sin comas ni ‘peros’ que sobren o falten, nos arropa y acerca hasta entroncar definitivamente con el asunto, con el drama y con la comedia, con el rosario de emociones que se ensamblan en la ‘Diatriba...’. Es entonces cuando Ana Belén vuela libre por el escenario y nos sorprende con voces nuevas, inventadas, con pantomimas y risas, con desgarradores gritos (que, dicho sea de paso, acoplaban el micrófono en un poco afortunado control técnico) y con alguna canción, casi obligada al ser "vos quien sois". ¿Un guiño hacia el musical? ¿Prescindibles?
La escenografía, firmada y creada por Gerardo Vera, es sorprendente y dotada de su propio sentido, no únicamente un espacio para la acción sino acción en si misa, en su movimiento y versatilidad, en el empleo de las luces que acompaña al argumento y completa instantes. Del mismo modo la música, escrita por David San José (hijo de Ana Belén y Víctor Manuel) también quiere ser parte del argumento, un empleo incidental a modo de Banda Sonora con el que me sucede lo mismo que con el actor vivo teniendo que ser inerte: molesta. Y lo hace porque acoge con ritmos banales situaciones que ya tienen en sí mismas suficiente carga dramática como para no necesitar explicaciones, además cada espectador es dueño y señor de imaginar la música con la que acompañar esos instante, no únicamente ligeros arreglos pertenecientes tan solo a un determinado estilo.
La dirección escénica es un hábil diseño de una mano maestra que cuenta con alguien a quien dirigir que sabe moverse, de forma autónoma y también siguiendo otras indicaciones. Que crea y es creada, y que crecerá con el paso de esta obra sobre el tiempo para ofrecer un producto impecable, sin trabas.
Asistimos a un estreno que va a dar mucho que hablar, pero no con la acepción habitual de estas palabras. Se hablará de ella por sí misma, por su contenido y por el trabajo reunido bajo un mismo signo: las palabras escritas por García Márquez.
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