Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

sábado, enero 24, 2004

“Un catálogo baile español”

La variedad como elemento de unidad de un conjunto fue el argumento empleado por el Ballet Nacional de España para su regreso al palacio de Festivales tras cuatro años sin contar con su presencia. Lo hizo, el pasado viernes y sábado, con la dirección de Elvira Andrés y una propuesta en la que los estrenos y sus últimas creaciones se enlazaron en una velada interesante y diversa.

Suponemos que es tarea de una agrupación que lleva el calificativo de Nacional de España la de ofrecer un panorama de lo que ‘es’ y significa la danza en nuestro país, y partiendo de este presupuesto el programa presentado en Santander nos permite hacernos una buena idea de lo que sucede a nivel creativo en este campo. Es más, casi nos encontramos ante un catálogo de baile español muy interesante, pues casi en una gama de colores pudimos ver ‘un poco de todo’ en una gradación desde los elementos más clásicos de la historia del género hasta las propuestas de corte más actual.

Se abrió el telón con la única de las coreografías de la noche que no suponía un estreno de ningún tipo y que venía firmada por Teresa Nieto y por el cántabro Florencio Campos. El lenguaje utilizado para ‘Mareas’ se nutría de elementos de raigambre flamenca con otros personales y muy atractivos, de esta forma pudimos ver un producto de gran factura y que nos habla del trabajo de dos creadores que han logrado ofrecer un producto bien identificable, singular y que no se pierde en corrientes ni concesiones. Siempre han sabido y saben ser ellos en sus creaciones, tanto si bailan como si únicamente dirigen Una coreografía con contenido y mucha poesía desde presupuestos estéticos también llamativos. Tal vez y tan solo algunos momentos del comienzo de las escenas de la ‘ensoñación marina’, nos encontramos momentos un poco más ‘vacíos’.

La directora del Ballet Nacional de España, Elvira Andrés, estrenó de forma absoluta su pieza ‘Colores’. Una propuesta que sumerge el movimiento de la compañía en la partitura escrita por Luis Bedmar Encinas a la manera de hacer música de comienzos del siglo pasado. Una tradición sinfónica tal vez anacrónica para los tiempos que corren pero lícita igualmente, parta gustos están los colores y ese es el nombre de esta obra. Del mismo modo Elvira Andrés nos invita a presenciar un espectáculo bello, armónico y que entronca con una tradición escénica de movimientos corales de todo el conjunto, de equilibro y estética. Un espectáculo preciosista y colorista como bien corresponde a su título, hábilmente articulado como bien orquestada esta la música. El movimiento al servicio de las notas, complementándose y pareciendo uno. La primera parte, casi como sucedía en el baile de los colores opuestos, encontramos pasado y futuro agrupados bajo un mismo signo, el del BNE.

Antonio Canales, el único coreógrafo no presente en Santander para su estreno –esta vez a nivel nacional, puesta esta pieza ya se pudo ver en Tokio el pasado año- firmó ‘Taranto’. Si en la primera parte vimos dos forma de entender el baile español, Canales nos aporto una más. Aquella del flamenco con músicos en escena, arranques de energía y espectáculo de salas llenas con nombres propios –y sus respectivas compañías- que se han apoderado, en la última década, de los teatro para llevar flamenco. Otra alternativa, viva y muy actual.

Y por último la coreografía firmada por Joaquín Grilo. Hace casi diez años vi por primera bailar a este coreógrafo. Fue en un concierto de Paco de Lucia, en el Teatro Campoamor de Oviedo. En tan solo un segundo, sin esperarlo, Grilo saltaba literalmente al centro de la escena para explotar todo el movimiento que había quedado contenido y recreado con la música del gran guitarrista. Esa misma sensación, de fuerza y presencia, la tuvimos al conocer su obra ‘Tiempo’. Una creación a medio camino entre la propuesta que abría la escena y la que inauguró la segunda parte del programa. Movimientos de toda la compañía bien trabajados, emoción expresiva en el taconeo rotundo sobre las tablas, implicación del público y, sobre todo ello, mucho buen gusto. Al final, con los saludos, una hermosa forma de despedirse, sin decir aquí se acaba, jugando de forma más evidente con el tiempo.