Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

sábado, febrero 21, 2004

“Pero era Carreras”

Tomo prestada la frase que alguien me dijo a la entrada del Palacio de Festivales el pasado viernes. “Este parece un concierto del F.I.S.”, y nada más lejos de la realidad al comprobar el lleno absoluto que provocó la presencia de Josep Carreras en la Sala Argenta con un público incondicional, entregado y de gala en una noche que también era la primera del tenor catalán en el Palacio de Festivales (sin menospreciar a nadie y nada con estas comparaciones).

La expectación no era para menos, pues el nombre de Carreras sigue sonando en los oídos de aficionados y diletantes –y algunos eventuales- como uno de los más grandes de la lírica internacional. Su brillante carrera, el ser uno de los “tres tenores”, la lucha con la enfermad que logró superar para seguir trabajando y un sinfín de elementos musicales y mediáticos han colocado su figura en la memoria de todos y es lógico que su visita rebasara los límites de lo estrictamente musical.

En este apartado nos brindó un concierto pensado y calculado para su persona. Canciones ligeras en contenido y con una extensión limitada en el agudo que permitieran mecer el sonido de su voz y adecuar su técnica –que es inmensa y no admite discusión- a un resultado óptimo sobre el escenario. Aún así, y sin olvidar que es Carreras, sus capacidades son un recuerdo claro de todo lo que fue en el pasado y, a pesar de utilizar artificios técnicos para lograr asentar en potencia y afinación los pasaje de su segunda octava, cosechó muchos bravos y tuvo que prolongar con cuatro bises el programa presentado sobre el papel. Los finales nunca ascendieron hacia lo más alto sino que concluyeron en la tónica más grave, pero estos son recursos empleados por todos y, el resultado, que es lo que importa, no desmereció en absoluto.

Todos contentos y Carreras ya ha actuado en Santander. Un crescendo en interés y en resultado que, como era de esperar, tuvo en las propinas el colofón idóneo para el lucimiento y el espectáculo de la música a un nivel mediático, popular y de mucho aplauso. Cercania con el público y un detalle de caballero al ofrecer uno de sus temas de espaladas al público de la sala para dedicarlo a lo ubicados en sillas dentro del propio escenario. Detalles que seguro quedarán en el recuerdo de muchos y que parecerán superfluos para otros tantos. Pero era Carreras y la noche, una de gala.