“El alma del músico en Pieter Wispelwey”
El violoncellista Pieter Wispelwey ofreció, el pasado viernes, un fascinante concierto dentro de la programación de clásica del Palacio de Festivales. Un encuentro con la música en un estado bien puro pero desde la perspectiva entregada y muy personal de este músico holandés.
El programa incluyó obras de Britten, Hindemith, Beethoven y Shostakovich, y en todas y cada una de ellas Wispelwey manifestó su entrega con el sonido realmente exquisito de su instrumento. Infinitud de matices y cientos de artificios técnico empleados con mimo para arrancar la voz de la propia música. Una voz que habló con palabras de sonido, y en la que supimos perdernos irremediablemente. Una voz que nos narró cada título y en la que reconocimos el alma del músico: tanto del compositor como de este intérprete magistral.
Con la primera pieza, las ‘Tres obras para cello y piano’ de Hindemith, arrancó una sonoridad propia de la música barroca en interpretación historicista. Media voz del instrumento para ir ganando espacio a la expresividad más apasionada que llegó de la mano de la ‘Sonata’ de Britten. El equilibro exacto entre artificio, técnica y discurso de dieron de la mano para acercarnos un sonido rotundo. Además la propia entrega del músico, plagada de gestos y respiraciones que aumentaban la intensidad del contenido, hicieron posible un mensaje perfecto. Wispelwey se convirtió entonces en el nexo de unión entre la partitura y nosotros mismo, entre el compositor y el público, a pesar del paso del tiempo.
En la segunda parte las ‘Variaciones Op. 66’ de Beethoven fueron un momento de reposo en una visión muy clásica de la obra del sordo alemán. Sirvió como sosiego para adentrarnos en la contundente Sonata de Shostakovich, de la que realizó una ejecución fascinante, comprometida y nuevamente emocional.
El pianista Dejan Lazic fue el acompañante perfecto, discreto pero manifestando cualidades de gran solista. Impecable en su fraseo y atento a las evoluciones del solista asentó una presencia firme e imprescindible sin resultar agobiante para público y cellista. Un gran concierto de un magnífico intérprete. Lástima que muchos de los posibles aficionados olvidaron acudir a esta cita dejando la sala Argenta a medio llenar. ¿Dónde se habrían metido? Ellos se lo perdieron.
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