“La Cenicienta del Kremlin”
El pasado jueves el Ballet del Kremlin volvió a ser protagonista en su segunda representación en el Palacio de Festivales. En esta ocasión, tras la ‘Giselle’ que le precedió en la jornada anterior, para ofrecernos su producción sobre la ‘Cenicienta’.
Si en la primera de las dos funciones nos encontramos ante un inmortal en el sentido más estricto –y un poco rancio- del término, con la Cenicienta pudimos encontrar algo de aire fresco en la coreografía ideada a comienzos de los años 90 por el bailarín y coreógrafo Vladimir Vasiliev. Ciñéndose al programa de la música escrita por Prokofiev organiza un discurso “a la antigua usanza”, pero con algunos guiños de modernidad y buen gusto que hacen de ella un divertido entretenimiento para el espectador. Un cuento de hadas que, como en el caso anterior, es presentado con elementos tradicionales procedentes de los grandes ballets rusos –majestuosos telones pintados, escenografía que evoluciona sobre pilares técnicamente sencillos pero visualmente grandilocuentes y un vestuario cuidado y muy rico-.
En esta ocasión, tras el regusto sobrio de la ‘Giselle’ del miércoles, nos presentaron un elenco muy equilibrado y grato en lo técnico. Jeanne Bogoroditskaya hizo una Cenicienta dulce y muy estilizada, dotada de grandes dotes dramáticas supo compaginarlas con técnica y esfuerzo para desenvolverse con soltura y mucha eficacia. El príncipe de la historia, Aydar Shaydulin, se nos mostró como un bailarín de piernas potentes pero con no muy flexible. Así con todo gustó y logró su buena dosis de aplausos. La travestida madrastra de Cenicienta y las dos hermanas coloristas de la misma fueron el gran contrapunto cómico de la historia, tremendamente divertidas engancharon al público por la sonrisa.
Algún que otro incidente hizo que varios fueran los momentos en los que algún cuerpo caía al suelo, probablemente a causa del linóleo del suelo de la Argenta, anécdota que no trascendió más allá de los propios sustos que todos nos llevamos en esos instantes.
Se cierra así la presencia del ballet clásico en el Palcaio de Festivales en esta primera parte de la temporada anual. Una presencia que se ha producido con una eficacia que, si bien no es de las más grandilocuentes, si que ha permitido el disfrute de los aficionados a este género, que son muchos.
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