Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

lunes, marzo 31, 2003

“Un buen camino para encontrar nuevo público”

Se suceden los títulos del ciclo Música a Escena en diferentes formatos de acercar la música clásica al gran público en su fusión con textos literarios. La noche del pasado sábado le llegó al turno a una ‘Rebelión de los criados’ especial y bien articulada.

De entre todas las propuestas que hemos podido presenciar en este ciclo esta ha sido, sin duda, la que mas coherencia y partido ha logrado sacar a la combinación de actores y músicos sobre un escenario. El guión –y dirección escénica- de Gustavo Tambascio acierta de pleno en un tono humorístico y satírico para traer y llevar propósitos musicales de Mozart, Rossini o Pergolesi. Cumpliendo con la función, además de entretener al respetable, de formar e informar de materias histórico musicales. ¡Bien hecho!.

La televisiva actriz, con una bis cómica cada vez más afortunada en su conexión con el público, y un no menos grato David Tenreiro, forman una pareja que actúan como engranaje perfecto entre la orquesta, las cuatro voces y las propuestas musicales. Es el texto el que lo logra, pero para ello precisaba de una complicidad que ha quedado de sobra demostrada.
La parte musical –verdadero motor de estas obras- presentó un elenco muy equilibrado tanto en las voces como en la orquesta, que además tienen papel más allá de los límites de la partitura acercando la música de una forma eficaz y efectiva. Esta sí que es una buena senda para aficionar a los nuevos espectadores.

sábado, marzo 15, 2003

“Un ‘Poeta en Nueva York’ intenso y muy personal”

Espectacular lleno en el Palacio de Festivales para presenciar a la compañía de Rafael Amargo y su ‘Poeta en Nueva York’. Y, a juzgar por lo visto sobre el escenario, la ocasión no era para menos.

Nos encontramos ante un espectáculo maduro y repleto de buenas ideas. Una propuesta que funciona y que sabe integrar a la perfección las imágenes proyectadas sobre el fondo del escenario, el baile, la música y los versos del poeta granadino en las voces de Marisa Paredes, Cayetana Guillén Cuervo y Joan Closas.

Rafael Amargo ha logrado confeccionar un relato poético bellamente articulado para ofrecer su visión del Lorca en Nueva York desde una perspectiva universal que toma del flamenco el pretexto pero no como un fin en sí mismo. Así se aplican diversos lenguajes desde el más puro germen flamenco hasta coreografías de corte contemporáneo sin un ‘pero’ que añadir.

Rafael Amargo explora sobre las tablas su vertiente más explosiva en arranques talentosos a la vez que muy virtuosos. Sobrecoge en el número de la doma del caballo, hermosa escena con un trasfondo que toca directamente al mundo de la danza con ironía, crítica y mucha personalidad.

La música, en directo, mezcla y trasfusiona estilos flamencos con el jazz e incluso con el musicalde Broadway, pero de una forma elegante que no estorba y cumple perfectamente su objetivo. Pura cuando ha de serlo y creativa en muchos otros instantes equiparando el nivel musical con la calidad de las imágenes recreadas en una pantalla que abre el espacio escénico hacia decorados inverosímiles. Esta herramienta es un campo creativo que, en manos de Juan Estrelich, nos ofrece un mundo que apoya a todo el proyecto y que cobra un protagonismo indispensable pero sin ser sofocante ni molesto.

Se nota la participación de Manuel Segovia en alguna de las coreografías, abiertas y ‘mediterraneas’ en luz y movimiento. Con un fondo de flores que se abren volvimos a ver ese sentido estético tan optimista y eficaz del director de la compañía Ibérica de Danza.

El final, un cuadro flamenco a medio camino entre las habaneras, la rumba o los cuartetos carnavalescos gaditanos, jovial y que deja un agradable sabor de boca como despedida.

jueves, marzo 13, 2003

“El amargo llanto del miedo a lo más real”

Recuerdo que hace años, apenas yo era un chiquillo de doce años, mi abuela me contaba los últimos instantes que pasó con su hija –mi tía- antes de que falleciera a causa del “maldito” aceite de colza. En su relato, repetido con frecuencia, había siempre una pausa justo antes del fatal desenlace y de decir, por vez primera en la narración, que ‘la tía’ había muerto. Recuerdo cómo a mí me cruzaba por el estómago una sensación de vació justo en esos segundos y recuerdo los ojos grisáceos y vidriosos de mi abuela que, poco después, lloraba silenciosa.

¿Y por qué les cuento yo estas cosas? Pues por las sensaciones humanas ante el drama y porque en la noche del miércoles, cuando acudí a ver la última producción de La Machina, volví a sentir aquel vació en mi cuerpo aunque ahora era yo el que lloraba; también en silencio.

De la obra escrita y dirigida por Alberto Iglesias sabía desde tiempo antes de su estreno. Su autor, ilusionado, me habló de este proyecto en algunas ocasiones pero como en la historia de mi abuela no basta con conocer el desenlace de una tragedia para volver a revivirla cuando se presencia. Y empleo el término tragedia robándolo del título que el propio autor propone para su ‘Bebé’, pues es la definición más certera que puede asignarse a esta obra. Drama se le quedaría corto, con obra no tenemos ni para empezar. Es Tragedia y con mayúsculas, con la misma profundidad que las que inauguraron este género en los textos de los autores de la Grecia Clásica. Pero en ésta, más allá del horror de la muerte, tenemos una propuesta tan creíble y real que se sumerge como una cuchillada en el costado de nuestro alma, inmóvil y aturdido desde la butaca. A día de hoy, volver a ver a los clásicos puede resultarnos en ocasiones tragicómico, sin necesidad de recordad ciertas funciones que no hace mucho tuvimos la suerte –o desgracia- de presenciar. Con la de Alberto Iglesias no hay posibilidad de dudar ni por un instante de la eficacia de su texto, hay entregarse a una catarsis pública y enfrentar los miedos propios ante uno de los aspectos más reales de la vida: la muerte.

Para lograr tanta emoción Cristina Samaniego y Luis Oyarbide subliman las palabras del texto en un ejercicio escénico impresionante. Desbordan y contienen sus registros en una entrega total a este proyecto. La dirección escénica, también de Alberto Iglesias, les hace ejercitar su voz en infinidad de timbres, hace que sus cuerpos tiemblen y bailen y se detengan sobre un colchón de música con el peso de los clásicos –ahora los de la música- y la modernidad que impone el tratamiento de Ángel de Castro.

Faltan palabras, o tal vez ya estén sobrando. Con el nacimiento –y prematura muerte- de este Bebé asistimos a un capítulo más de la dramaturgia cántabra que no puede quedar en mera anécdota. Este título necesita ser visto y, sobre todo, ser sentido en escenarios de muchas partes. Ya les digo, no es teatro fácil ni de entretenimiento, es teatro que nos pone cara a cara con nosotros mismo y que nos hace sentir... sentir.

martes, marzo 11, 2003

“Los Gabrielli en la Fundación Botín”

El ciclo de Conciertos Educativos que nos ofrece la Fundación Marcelino Botín vivió la noche del pasado lunes un nuevo capítulo con el concierto dedicado a la familia Gabrielli. Para ello contaron con la presencia de la agrupación Spanish Brass Luur-Metalls acompañados por el órgano positivo de Miguel Ángel Tallante y la voz de la soprano –y también genial compositora- Pilar Jurado.

El concierto resultó un delicioso encuentro con el brillo de los metales en asombrosa conjunción tímbrica ofreciendo un repertorio poco frecuente y muy interesante. Luur-Metals lograron coherencia y demostraron la profesionalidad de una agrupación que ha logrado su espacio en la nómina de las formaciones camerísticas nacionales con más proyección.

Por su parte Miguel Ángel Tallante realizó sus solos organísticos así como las partes de acompañante con pulcritud y tino. Mención especial merece la voz de Pilar Jurado, un timbre rico en matices y extraordinariamente potente que conmovió a la audiencia arrancando entregados bravos al finalizar cada una de sus intervenciones.

Se cumple nuevamente el talante educativos de estos conciertos ofertando un programa que difícilmente tendría cabida en otros escenarios habituales de la programación musical en nuestra comunidad. Además, esta alternativa, se hace con criterios artísticos muy elevados.

sábado, marzo 08, 2003

“Deconstrucción operística”

La noche del pasado viernes presenció un nuevo capítulo del ciclo Música a escena que desde finales del año pasado es habitual en la programación musical de nuestra capital. En esta ocasión el universal Fausto fue el pretexto textual –permítanme la redundancia- de esta propuesta englobada en el programa Libros para la música.

La presencia escénica de Mario Gas fue el contrapunto dramático a la voz de tres cantantes acompañados por el piano de Manuel Burgueras. Se nos presentó un suerte de ‘deconstrucción operística’ que seccionó diversas visiones del clásico de Goethe para volver a montar un nuevo conjunto con la coherencia esperada en el resultado. Un guión en el que, lejos de una intención pedagógica hacia el gran público, se sumerge en una reflexión más o menos personal que parece una reducción operística más que un proyecto del todo innovador, apreciación ésta más descriptiva que crítica.

El reparto vocal se presenta desequilibrado, aunque afortunadamente en la descompensación encontramos una joya que nos hace olvidar el extravío. Hablamos de la soprano Beatriz Díaz, joven sobre la escena pero con una deliciosa voz cargada de contenido y una presencia escénica arrolladora. Una voz que pide escena y a la que deseamos ver en una ópera completa para saborear más aún todas las capacidades que apunta y, lo que es más, demuestra. En el otro extremo un desafortunado Francisco Sánchez, que si bien supo mantener el tipo en los momentos centrales de este peculiar Fausto, desatinó hasta lo increíble en los primeros momentos y, de forma especial, en el hasta ese momento hermoso Giunto sul passo estremo de Boito.

La voz de Juan Pedro García Marqués se desveló con cuerpo y mucha presencia, potente y centrada aunque con necesidad de aclarar más el componente textual de su discurso.

Mario Gas demostró se una voz entre las voces. Su presencia llenó el escenario y su timbre alcanzó hasta la última fila con su identificable y rica modulación. Otro maestro en el escenario, ataviado de blanco, y empapándose del drama romántico.

El decorado es sugerente y, basado en presupuestos sencillos, funciona de forma agradable. Sobre la música en directo, eficazmente ejecutada por Burgueras, algunos cortes pregrabados, con un espléndido tratamiento en la presentación de la escena de la prisión de Gounod.

viernes, marzo 07, 2003

“A ritmo y compás”

El ballet de Cristina Hoyos logró un lleno absoluto en el Teatro del Centro Cultural de Caja Cantabria en su presentación dentro del ciclo ‘En Danza con la Caja’.

Un espectáculo de flamenco desnudo de fusiones y artificios tan en boga en los últimos tiempo. El reclamo y la garantía estaba en el toque, el cante y el baile más puro y, claro está, en el oficio y el nombre de la directora de la compañía: Cristina Hoyos. Tres guitarras, sin cajón ni instrumentos melódicos y muchas palmas. El sonido de las castañuelas y el temblor del taconeo vistieron de música cada uno de los número.

Entre ellos ningún argumento común más allá de la propia música. Escenas aisladas y tratadas con mucha seriedad. Los miembros de la compañía, todos y cada uno de ellos, demostraron talento y eficacia en un reparto equilibrado a muy alto nivel. De entre ellos el estilizado bailarín solista, ‘el Junco’, destacó sobremanera con una forma de bailar muy fresca y que logró conmover y cautivar al público que se entregó con su aplauso una y otra vez.

Hace ahora unos diez años pude presenciar lo que en aquel momento era el estreno de esta compañía. Ahora, en el reencuentro, vuelvo a sorprenderme del extraordinario poder cautivador que despliega Cristina Hoyos con lo sereno de su gesto y una magia especial que se despierta en torno a su figura cuando nace –y muere- en escena rodeada de telas.

Ningún exceso de luces, ningún ornamento extraño. Tan solo el flamenco y sus palos, “a ritmo y compás”.