Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

sábado, marzo 15, 2003

“Un ‘Poeta en Nueva York’ intenso y muy personal”

Espectacular lleno en el Palacio de Festivales para presenciar a la compañía de Rafael Amargo y su ‘Poeta en Nueva York’. Y, a juzgar por lo visto sobre el escenario, la ocasión no era para menos.

Nos encontramos ante un espectáculo maduro y repleto de buenas ideas. Una propuesta que funciona y que sabe integrar a la perfección las imágenes proyectadas sobre el fondo del escenario, el baile, la música y los versos del poeta granadino en las voces de Marisa Paredes, Cayetana Guillén Cuervo y Joan Closas.

Rafael Amargo ha logrado confeccionar un relato poético bellamente articulado para ofrecer su visión del Lorca en Nueva York desde una perspectiva universal que toma del flamenco el pretexto pero no como un fin en sí mismo. Así se aplican diversos lenguajes desde el más puro germen flamenco hasta coreografías de corte contemporáneo sin un ‘pero’ que añadir.

Rafael Amargo explora sobre las tablas su vertiente más explosiva en arranques talentosos a la vez que muy virtuosos. Sobrecoge en el número de la doma del caballo, hermosa escena con un trasfondo que toca directamente al mundo de la danza con ironía, crítica y mucha personalidad.

La música, en directo, mezcla y trasfusiona estilos flamencos con el jazz e incluso con el musicalde Broadway, pero de una forma elegante que no estorba y cumple perfectamente su objetivo. Pura cuando ha de serlo y creativa en muchos otros instantes equiparando el nivel musical con la calidad de las imágenes recreadas en una pantalla que abre el espacio escénico hacia decorados inverosímiles. Esta herramienta es un campo creativo que, en manos de Juan Estrelich, nos ofrece un mundo que apoya a todo el proyecto y que cobra un protagonismo indispensable pero sin ser sofocante ni molesto.

Se nota la participación de Manuel Segovia en alguna de las coreografías, abiertas y ‘mediterraneas’ en luz y movimiento. Con un fondo de flores que se abren volvimos a ver ese sentido estético tan optimista y eficaz del director de la compañía Ibérica de Danza.

El final, un cuadro flamenco a medio camino entre las habaneras, la rumba o los cuartetos carnavalescos gaditanos, jovial y que deja un agradable sabor de boca como despedida.