Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

domingo, diciembre 31, 2006

“La gira de los de Rostov”

La Orquesta Sinfónica Estatal Rusa de Rostov, formación dirigida por el castrense Ramón Torrelledó, visitó estos días Cantabria en una serie de conciertos extraordinarios organizados por Caja Cantabria con motivo de las fiestas de Navidad. Torrelavega, Santoña, Reinosa y Castro Urdiales fueron los escenarios elegidos para ofrecer un programa interesante y muy bien acogido por el público.

La variedad de estilos de las piezas elegidas estuvo marcada por la intención de ofrecer una paleta de colores orquestales rica y bien trabajada. Y es que si hace unos meses, tras comentar la presencia de la Sinfónica Estatal Rusa hablábamos de que “no todo era impecable musicalmente hablando” ahora tenemos que ‘recoger velas’ y aseverar que en esta ocasión los músicos de la OSER ofrecieron una visión de cada una de las obras expuestas dentro de unas coordenadas de impecable factura. En lo relativo al concepto global de las piezas y en la seccionalidad de las mismas: buen empaste y buenos solistas.

Gran parte de la “culpa” de este éxito es debida al trabajo de Torrelledó, desde el esfuerzo y la entrega del día a día y con las riendas bien cogidas al enfrentarse a un directo. También estuvo presente en esta gira navideña la soprano Irina Starodubtseva, conocida por el público de Santander tras su hermosa participación en el Réquiem mozartiano del pasado octubre; en esta ocasión ofreció el Aria de Micaela de la Carmen de Bizet y el ‘Mi chiamano Mimí’ de la Boheme Pucciniana. El joven percusionista Valeriy Tsytsylin, por su parte, sorprendió con el Scherzo de Anderson.

Quien les escribe tuvo la oportunidad de seguir el concierto ofrecido en Castro Urdiales. Allí la iglesia de Santa María se llenó hasta la bandera, y el director de orquesta local recibió un homenaje de su localidad natal. Doblemente: en forma de placa y con el apoyo del público.

martes, diciembre 26, 2006

“Quitándose el sombrero”

El Coro Lírico de Cantabria abandonó, por unos momentos, su escenario habitual de la ópera escénica para atreverse con un programa complejo y alejado de su repertorio usual. Cambiaron las óperas por canciones de autores cántabros o lo que es lo mismo la grandilocuencia escénica por la cercanía que impone un recital ‘a capella’. El escenario elegido: el salón de actos de la Fundación Marcelino Botín el pasado jueves.

La apuesta tenía un punto de riesgo si atendemos a las características de la formación dirigida por Esteban Sanz y a las exigencias del programa, pero la entrega, y a la vista de los resultados, el trabajo de los integrantes de este coro permitieron que el resultado fuera un interesante concierto en el que nos encontramos con momentos muy interesantes y bien presentados. Los cambios de disposición espacial nos permitieron escuchar distintos matices de la misma formación y el planteamiento de cada obra nos mostró intenciones diversas pero siempre desde una perspectiva musical muy alta. Nos encandiló la Cantiga Santa María de Dúo Vital, el acogedor Amen del Ave María de Samperio, las obras de José Ignacio Prieto o la transmisión recibida en toda la segunda parte. Es justo señalar que algunos momentos necesitan de más precisión, pero de la misma forma hay que aplaudir el concepto del concierto y la realización del mismo. Con el sombrero quitado.

La propuesta se suma a la serie antológica que la Fundación Marcelino Botín dedica a los compositores cántabros mediante conciertos que, posteriormente, se convierten en publicaciones discográficas. En esta ocasión el carácter antológico tenía una presencia más evidente pues la selección de obras y autores reflejaba tanto el pasado como el presente y futuro de la composición coral en nuestra comunidad. La primera parte estuvo dedicada a obras de los autores más clásicos y la segunda a los activos en la actualidad. Un cambio en el orden del programa hizo que el estreno absoluto del ‘Liber scriptum’ de Emilio Otero sucediera –como era más lógico- al final de la primera mitad a pesar de estar anunciado como inicio de la segunda. Se trata de una obra ambiciosa y muy sinfónica en sus planteamientos. Comparable en su énfasis compositivo con alguna de las grandes obras corales de la Historia de la Música –Carmina Burana, Réquiem de Verdi- sirvió en su dificultad como ‘test de salud’ para el Coro Lírico y como homenaje de su autor al fallecido profesor Pedro Terán. Un homenaje que no carga las tintas en el dramatismo sino en la seriedad compositiva y la solemnidad sonora. Imaginamos la intención de su autor de dar sustento orquestal a esta partitura en la que, en sus silencios, percibíamos redobles de timbales y énfasis de trompeterías no existentes.

También escuchamos piezas de Juan Jáuregui, José Manuel Fernández, Jesús Carmona o el propio Esteban Sanz, todos presentes en la sala. Si bien es cierto que no estaban todos lo que son, sí que eran todos lo que estaban, mostrándonos el excelente buen gusto y criterio de estos creadores capaces de destilar obras muy bellas y asequibles dentro de una evidente diversidad de estilos.
Aprovecho este último párrafo para, como cada año, desearles unos felices días y, ya que hablamos del Coro Lírico de Cantabria, felicitar de una forma especial los primeros diez años de su existencia. Muchas gracias por todo, a todos vosotros.

domingo, diciembre 10, 2006

“Montserrat(iade)”

Máxima expectación y lleno absoluto de público para la clausura de la XI Temporada Lírica del Palacio de Festivales con la presencia de Montserrat Caballé, su hija Montserrat Martí, el tenor Albert Montserrat y el piano de Manuel Burgueras.

He de confesarles que acudí a este concierto con muchas ganas de escuchar la propuesta pero con el punto de desazón que me provoca este tipo de recitales, pues cuando uno se acerca a una voz de las más importantes en el mundo de la lírica siempre tiene la duda de ver hasta que punto eso continúa siendo así con el paso del tiempo. Créanme que es un compromiso tener que dar la opinión propia, como en más de una ocasión ha sucedido, en contra del sentimiento popular, quedando como mal educado y un desagradecido. Pero en este caso no va a ser así. La voz de Montserrat Caballé sigue conservando el fondo y la forma que siempre tuvo y, a pesar de que ella misma quiso disculpar “su poca voz”, fue capaz de atreverse con un programa comprometido. La elección de las piezas no cedió ante un repertorio de esos “populistas” que muchas veces se nos ofertan en las galas líricas, sino que decidió montar una primera parte más seria, adecuada a sus características vocales y comprometida con sus gustos y afinidades: Donizetti, Puccini, Délibes... En la segunda mitad hubo espacio para la zarzuela, la broma y la cercanía con el público. Muy bien organizado. Después, claro está, los bises con el rossiniano canto de los gatitos y un público puesto en pié para festejar el concierto.

Montserrat Martín nos mostró una voz grande y un punto indómita. Tiene buen gusto en las dinámicas suaves pero en el agudo más potente pierde la capacidad de control sobre ella con algunos momentos de cierta estridencia. Por su parte el tenor Albert Montserrart ofreció momentos muy intensos con una voz pura y timbrada a la que lo único que perjudica para ser redonda es el toque nasal que acompaña al canto. Manuel Burgueras custodió y acogió el canto con un trabajo paciente y muy atento. Le tocó jugar el papel secundario de la gala pero demostró ser un pianista acompañante de primera: el escogido por la gran cantante para sus conciertos.

Al final tuvimos la sensación de cercanía de una velada íntima en la que cuatro amigos se juntan para hacer música y a la que nos pudimos colar con nuestra entrada. Una especie de “schubertiade” moderna, si me permiten el juego de palabras: una “monsterratiade” que gustó a muchos y no defraudó las expectativas.