“Mozart desde Finlandia”
Los años culturales navegan por aniversarios que nos hacen recordar y profundizar en nombres propios de los que celebramos onomásticas en fechas redondas. Dicho de otros modo, nos dan la oportunidad de dedicar un tiempo a empaparnos mediáticamente con tal o cual autor dependiendo de si su fecha de nacimiento o muerte coincide, en múltiplos de cincuenta, con la del tiempo en el que vivimos. Doscientos cincuenta son los años que cumpliría Mozart de haber sido inmortal, e inmortal es su obra tras dos siglos y pico de existencia, tal y como podemos asegurar con tan solo escuchar su nombre.
Desde Viena y Salzburgo hemos recibido noticia, estos días, de las celebraciones fastuosas de este aniversario, con más de trescientos actos en apenas un par de días. Y es que los austriacos, a pesar de haber olvidado en su día donde enterraban al gran compositor, no han querido perder esta oportunidad tal y como hicimos los españoles con nuestro Quijote el pasado 2005. Desde el Palacio de Festivales también se recordó el nacimiento de Wolfgang Amadeus con un concierto que sirvió, además, para comenzar la temporada de clásica de este curso. Para ello trajeron a la Orquesta Clásica de Finlandia dirigida por el que también fue su solista, Patrick Gallois.
La primera parte se abrió con la Obertura de la poco conocida ópera mozartiana ‘Lucio Silla’, que también cerró el concierto a modo de “bis”. Después el Concierto segundo para flauta y orquesta del autor austriaco, magistralmente ejecutado por el ya citado Gallois. Su técnica interpretativa fue clara y muy virtuosa ofreciendo mucha pureza y eficacia al mismo tiempo que desgranando expresividad en la lírica melodías de cada uno de los tres tiempo.
Para después del descanso tuvimos al Mozart más conocido por todos, el de la Sinfonía 41, título que, a pesar de contener episodios incluidos en la memoria colectiva de todos, pocas veces tenemos la oportunidad de escucharla en su totalidad. Menos aún en un versión tan maciza y potente como la explicada por los músicos de Finlandia, que demostraron que con una formación breve en número –más bien sería necesario decir que justa en proporción del repertorio interpretado- se puede lograr presencia y gran sonido. La dirección de Gallois fue interesante desde el punto de vista de su gesto, enlazado con sus músicos atendió más a la narración de la obra que a las entradas de cada uno de los instrumentos.
Así pudimos abrir el año Mozart de la única manera posible, escuchando bien sus obras. Y salvamos el tremendo error que las televisiones de nuestro país cometieron horas antes al olvidar completamente a Wolfgang Amadeus en “el día de su cumple” para programar sus habituales y desesperante crónicas rosas. Viena no supo enterrar al compositor hace tres siglos y los medios de masas del XXI, los nuestros, ahora no han querido exhumar su música, ni su biografía, ni su genialidad...