“Un paseo por las nubes”
No voy a desvelarles ningún secreto, se lo garantizo. Aquellos que vivimos el ‘Hilo de Ariadna’ hace unos años sabemos de lo que estamos hablando. Los que aún no se han encontrado con ‘El Teatro de los Sentidos’ de Enrique Vargas tienen ahora, hasta fin de mes, una oportunidad única de hacerlo en el Palacio de Festivales. Cuando el sol empieza a ponerse.
No quiero desentrañar ninguna pista que reste sorpresa a la experiencia única de adentrarse en ‘La Memoria del Vino’ y conocer el secreto que vive dentro. Un grupo de actores, que son también habitantes, serán los que les hagan sentir que todos somos únicos y capaces de atravesar la frontera que nos separa de ser público a ser parte. De ser parte de sus sonidos, de sus aromas, de sus sabores, de sus colores. De agudizar todos nuestros sentidos para entender lo que pasa alrededor de nosotros. De encontrarse con otros ‘compañeros de viaje’ en esta senda y descubrir en sus caras la misma complicidad que hay con los actores. ¿Hace tiempo que no abrazan a un extraño? Aquí lo harán.
A la salida de esta experiencia el propio Enrique Vargas nos esperaba para preguntar cómo había ido todo, de aprender de nosotros la forma en que puede evolucionar esta propuesta. Alguien, agradecida, le explicó la forma en la que, años atrás, participar en otro espectáculo de esta compañía, había cambiado su vida. “Somos un grupo de personas que nos dedicamos a la salud”, decía la anónima representante, “y sería bueno apagar la luz en las habitaciones de los enfermos para acercarnos a ellos y trasmitirles cariño”. Otro visitante, el día anterior, comentaba que él había encontrado “un pueblo en el que siempre soñó vivir”, y al terminar su paso por ‘La memoria...’ no quería irse de allí. Tal vez porque todos hemos soñado con algunas de las partes que integran el espectáculo, o lo hemos visto de lejos y hemos querido participar. Seguramente porque muchas de las acciones en las que el espectador/visitante, tal vez mejor decir el “ex’pectador”, han sido ya vividas por sus padres, sus abuelos, por los abuelos de sus padres o de sus abuelo. Y la memoria de nuestro cuerpo también funciona. Los que creen en la reencarnación siempre dicen haber sido princesas, héroes de leyenda o luchadores. Los que creemos en nosotros mismos soñamos en que hemos sido felices alguna vez. Como en este pueblo que la otra noche visité.
El trabajo de los actores supone una recreación onírica de seres muy cercanos. Es hermoso oírles hablar y acercarse a escuchar sus susurros muy cerca. Lo es dejarse llevar y dejar a la salida cualquier miedo. Caras conocidas y otras que también lo son. Caras amigables y un aroma a vino y a tierra. Tal vez esos sean los ingredientes justos de esta propuesta. En otras ocasiones les hubiera desgranado algo más de su contenido, pero ya les advertí que no iba a desvelarles ningún secreto. Ese, el secreto, prefiero guardármelo para mi solo. Me lo llevé encerrado en mi mano apretándolo bien fuerte. Lo guardaré siempre. ¿Se atreven a dar “un paseo por las nubes” junto a ‘Teatro de los sentidos’? Están a tiempo.
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