Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

viernes, agosto 18, 2006

“La Gioconda de las estrellas”

La ópera en concierto ‘La Gioconda’ de Amilcare Ponchielli está siendo estos días la protagonista de la programación del Festival Internacional de Santander tras su estreno el pasado miércoles y con su nueva representación en la noche de mañana. Una apuesta ciertamente atrevida del Festival al tratarse de un título de los poco representados dentro del repertorio habitual y con una duración que exige a su público un punto de esfuerzo para lograr llegar a buen término. El elenco, configurado con primeras voces de la lírica, es la piedra angular de este montaje que gustó, como suele suceder, con sus más y sus menos.
Estamos ante una obra magna y que, en su interior, encierra momentos sublimes que permiten a sus intérpretes el desgarro y el dramatismo en unos personajes que viven sus pasiones al extremo. Sobre el escenario seis grandes voces desgranan las necesidades vocales del drama, si bien es cierto que con un ligero punto de individualismo que desata la firme personalidad de cada uno de ellos. No es una cuestión de lucimiento sino más bien de la notabilidad que todos ellos, por separado, tienen en un escenario.
Juan Pons, uno de los grandes, encarnó a Barnaba con la eficiencia y figura del gran barítono menorquín. Gustó mucho a pesar de las ligeras veladuras de su registro y el público supo valorar la presencia vocal del cantante. Sin excesos pero prácticamente sin defectos envolvió sus intervenciones nutridas de la potencia y presencia que le colocan en primera línea de los grandes de la lírica de hoy en día. A su lado Roberto Scandiuzzi, de igual categoría y prestigio y bien conocido en esta sala, no defraudó ante las expectativas del respetable. Bien situado, con su fuerza característica y tímbrica grandilocuente en una entrega que también quiso dramatizar en el gesto. Agradable ayuda para una versión en concierto como ésta. Quién también desplegó mucha fortaleza fue el tenor Maro Berti, en el rol de Enzo. Una firmeza no exenta de algún riesgo, especialmente en el segundo acto, en lo que a finura de la afinación se refiere.
Las voces del plantel femenino se configuraron desde la amplitud y el color de registros profundos, y con unos armónicos exquisitos. Este fue el caso de Elena Cassian en el papel de ‘la ciega’, una voz que conmovió por el gusto con el que abordó las intervenciones y por la completa sonoridad que envuelve todas sus tonalidades. Giovanna Casolla tampoco nos dejó con las ganas de apreciar todo lo que es posible obtener de su participación en una ópera. Siempre creciente llegó al bien conocido aria del suicidio con mucho gusto. De Elisabetta Fiorillo más de lo mismo, color y movimiento controlado en el dramatismo de sus intervenciones.
Como les anticipaba, cada uno de ellos es acreedor de lo que podamos decir de los demás. Un plantel de lujo que situó la audición de esta Gioconda en lo más alto. La apuesta por un título en concierto quitó la espectacularidad que tiene la escena, un realce que fue puesto en este caso por sus intérpretes. La Gioconda de las estrellas.
La Orquesta, en esta ocasión la Nacional de Ucrania, dirigida por Antonio Ripolli, ofreció un color correcto, tal vez necesitado de alguna atención en ciertas entradas solísticas pero que gustó, y mucho, en la celebérrima `Danza de las horas’ que sonó plena y gratificante para un oído que esperaba este momento orquestal con ganas. El Coro Intermezzo empezó la función con ciertas dificultades en el empaste de sus entradas, pero solventó sus intervenciones con mucha presencia y potencia que, sumada a la de la orquesta, nos brindaron momentos ricos y brillantes. La Escolanía Easo que dirige Gorka Miranda resultó tremendamente rica en su planteamiento vocal y nos brindó intervenciones de una categoría propia de profesionales.