“Lo mejor en la segunda parte”
El ciclo sinfónico del Festival Internacional de Santander arrancó su andadura el pasado jueves, en la sala Argenta, con la presencia de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y su director titular Pedro Halffter Caro. Lamento no poder referirme a la primera de las obras en el programa, la ‘Montañesa’ de Falla y Cándido Alegría, pero un atasco de esos antológico hizo que, quien les escribe, tardara casi una hora en recorrer la distancia que media desde la entrada a la ciudad hasta el Palacio de Festivales.
Empezaré, por lo tanto, con el bien conocido por todos ‘Concierto de Aranjuez’ del maestro Joaquín Rodrigo en la visión de la guitarrista María Esther Guzmán que dejó a la audiencia un tanto frustrada por las expectativas que siempre levanta una obra de este tipo. Expectativas fundadas tanto en el carácter de la pieza como en la eficiencia probada de la intérprete de guitarra. Las cosas no salieron a pedir de boca y obtuvimos una interpretación muy plana y que en algunos momentos planteó serias dificultades a la solista. Tratando de encontrar causas al desatino tal vez la humedad ambiental afectara al delicado instrumento en algunos momentos o cierto exceso de confianza nos dejara con un amargo sabor de boca. El aplauso no fue acogedor y por los pasillos se escuchaban comentarios en ese sentido.
Fuera como fuese, lo mejor de la noche llegó con la magna Sinfonía de Rachmaninov, gracias a la cual obtuvimos el gran sonido de los músicos de Sevilla en una interpretación entregada y muy hermosa. Es necesaria una orquesta grande con un sonido bien conjuntado para sacar partido a una obra grandilocuente, romántica hasta el exceso, como ésta. Y de todo eso hayamos en una formación que recupera su fuerza sobre el escenario y que es capaz de hacerlo tan bien como sucedió en este concierto. Pedro Halffter había concebido la dirección de Rodrigo desde una perspectiva muy rígida y metronómica, de esas que se llaman “germánicas”, pero para Rachmaninov desplegó un talante mucho más expresivo y personal con el que obtuvo unos resultados muy serios. La Real Orquesta andaluza tiene un sonido potente y unos solistas instrumentales hábiles y capaces de hacer que el flujo del sonido suceda con una naturalidad sugerida por la propia partitura. La audición de la obra, de casi una hora de duración, sucedió sin altibajos, compacta y arrancando del respetable el merecido aplauso, ahora sí entregado e incondicional, para la orquesta y su director.
Siempre que llegan estas fechas y el escenario de la Argenta se puebla de músicos de frac, uno siente falsa nostalgia de la orquesta que aún no tenemos y que necesitamos para poder apreciar, bien mejor, las sonoridades grandes de una formación de este tipo. Hasta entonces, si algún día sucede, nos quedarán estos conciertos y otros dispersos a lo largo del año, como ejercicios de escucha de lo que, tal vez algún día, podamos tener con más frecuencia.
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