“El Soplao: una sala de conciertos diferente.”
Los escenarios para el arte, los espacios habilitados para el disfrute de una exposición, un concierto, un recital poético o una obra de teatro, por citar algunas de las propuestas más habituales, se han ido diversificando en busca de espacios, en sí mismos, interesantes parta compartir experiencias. En las últimas décadas, por ejemplo, muchas han sido las iglesias que han abierto sus puertas a conciertos que iban más allá del coro gregoriano o del recital de órgano: agrupaciones de cámara y orquestas ocuparon los altares para aprovechar las acústicas, cargadas y sorprendentes, de los muros de piedra. Lo mismo en museos, palacios, escalinatas, edificios oficiales...
¿De qué les estoy hablando? Pues de la habilitación, de momento para la música, de uno de los lugares que, en el último año, se ha convertido en bandera turística de nuestra comunidad. Me refiero a la cueva del Soplao que acogió, en la noche del pasado viernes, el recital de Teresa Berganza acompañada por la guitarra de José María Gallardo del Rey.
Indudablemente el impacto visual del espacio es un reclamo que embellece la música y hace que la experiencia sea, al menos, distinta a lo que estamos acostumbrado en una sala ordinaria de conciertos. Por lo tanto la experiencia musical es algo más que únicamente sonido, más en unas coordenadas acústicas grandilocuentes pero delicadas para el sonido que se genere desde el escenario “natural” en el que se ubicó el concierto. Sumen a todo esto la iluminación cuidada y la posibilidad de dar un paseo por el interior del Soplao entre parte y parte del relato musical. Ciertamente diferente. Tal vez les aconsejaría, si en próximas convocatorias deciden acercarse al Soplao, que olviden la etiqueta de postín de los grandes conciertos y apuesten por el confort de la ropa más cálida. Quien les escribe no se lo pensó mucho y después echó de menos unos calcetines de lana.
Del recital permítanme alabar la guitarra de Gallardo del Rey en un estilo elegante que sirvió de soporte a la voz de una de las más grandes de la lírica. Ella, doña Teresa, ofreció piezas que recorrieron un repertorio apoyado en sus gustos de un tiempo a esta parte: Lorca, las canciones españolas de Falla, melodías renacentistas... Y por el respeto debido a un nombre propio como el de esta gran dama, permítanme que mi comentario se quede así.
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