Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

domingo, abril 02, 2006

“La ‘Celebración’ del Romea”

El pasado fin de semana el Palacio de Festivales de Cantabria ofreció, en su Sala Argenta, la producción que el Teatre Romea ha realizado basada en la cinta cinematográfica de Thomas Vinterberg ‘Festen’. Un camino de vuelta que, normalmente suele ser de ida: de la pantalla grande al teatro. Senda peculiar en este caso al tratarse de un tipo de cine nada convencional en sus recursos técnicos del discurso audiovisual.

Pero es precisamente esto, la forma de narrar, lo que nos cautiva en la Celebración dirigida por Josep Galindo. El espacio de la escena se amplía, un poco, hacia la platea y nos incluye, también un poco, dentro de la acción siendo parte de los invitados a la celebración del cumpleaños que desencadena el drama de esta obra. Un drama que es, en esencia, un mazazo que cae con todo su peso en nuestras caras y sobre el cual “vemos reaccionar” a propios y extraños en el escenario. El argumento es inteligente y el espacio escénico también lo es mucho: un organismo que se trasforma en sugerencias de diferentes estancias y que funciona muy bien en cada capítulo, acto o secuencia –que lo mismo nos da- de la obra.

Hay un segundo espacio, intenso y también muy expresivo, sobre el que se coloca la obra. Se trata de la ambientación sonora que vigila y cuida el tono de los murmullos, los ocasionales –y meditados- roces de los objetos en el escenario, las copas que cantan y brillan creando momentos acústicos muy contundentes... Sonoridades que nos trasportan a las reflexiones de John Cage sobre qué es la música –en esencia todo aquello que sucede dentro y fuera del escenario- o a los coros infantiles dirigidos por el nórdico Gary Graden en el que recursos como el tintineo de unas copas o el sonido del agua son complementos ideales para la palabra hablada.

Todos los actores y actrices comprometidos en esta producción generan modelos y comportamientos creíbles dentro de la intención de realidad tanto de la obra como de su origen cinematográfico. Hay equilibrio en sus trabajos y una complicidad entre todos ellos, más de una docena, que hace que todo discurra con coherencia creíble y dramática... algo difícil de conseguir pero mágico cuando se logra.

El público apreció en lo que vale obtener un modelo de teatro alejado de los habitual a pesar de algunos reproches, capturados por quien les comenta a la salida del espectáculo en conversaciones robadas a mis compañeros de butaca, al asunto de la obra –abusos sexuales- o al lenguaje empleado en la misma. Créanme que cada tarde recibimos en televisión programas mucho más groseros y zafios en sus contenidos “del corazón” que lo que pueda ocupar en Festen, y nadie se queja mucho de ello. ¿No creen?