“Mano a mano”
Con motivo de la celebración, o mejor decir conmemoración, de Día Internacional de la Mujer, el Centro Cultural Caja Cantabria programó, el pasado viernes, un programa doble integrado por un cortometraje y una coreografía sobre el tema que ocupaba. Mujeres, y trabajadoras, contando de primera voz sus realidades en la proyección de Maria Luisa Ramos y mujeres bailando sus días en el espectáculo coreográfico ideado por Rosa Nuñez.
Hace muños años, cuando era bien niño, una profesora de las de “escuela” nos mandó dibujar a nuestra familia en una hoja en blanco. Yo, si me permiten contarles, garabateé a mi padre trabajando en casa, como así hacía entonces, y a mamá con una carpeta buscándose el pan fuera del “núcleo familiar”. La profesora en cuestión, al ver el dibujo, me corrigió amable: “es mamá la que trabaja en casa y papá el que lo hace fuera”. En mi estrenada infancia no fui capaz de reaccionar ni explicar a la reaccionaria que lo dibujado era, tal cual, un retrato de mi familia. Por el contrario, los que recibieron la bronca fueros mis padres más tarde, cuando les hice ver “que lo estaban haciendo mal”...
Parezco un abuelito, con mis historias, pero esta me vino a la memoria al presencia la proyección que les comentaba al principio. Un cortometraje, sin hombres por ningún lado, en el que se reclama atención sobre la realidad laborar de muchas mujeres. Todo ha cambiado desde hace unos decenios, pero aún quedan muchas cosas por lograr, seguro. Quien les escribe vivió realidades compartidas con otros tantos de la misma generación y, tal vez por esto, creamos nuevos hogares en los que intentamos encontrar la lógica igualdad de tareas y responsabilidades. Me sigue extrañando lo que pasa en muchos hogares y por eso trabajos como el de Maria Luisa Ramos sirvan para concienciar, al menos un poco, en la necesidad de educarnos todos. También los hombres invisibles.
Me gustó mucho más la coreografía de Rosa Nuñez. Un trabajo que levanta el vuelo desde sus primeros compases para situarse en los niveles artísticos de cualquier producción “de las gordas”. Créanme si les digo que las calidades estéticas de este montaje nos trasladan a unos parámetros de belleza que siguen la senda de nombres como el Cullberg Ballet o Robert Willson, por citar dos creadores que también emplean la elegancia en sus composiciones. Elegancia en el diseño del movimiento y en la visión de un escenario poblado por sugerencia, elementos con los que organizar el discurso y una iluminación que recorta siluetas y desgrana un porcentaje de la emoción destilada por las piezas del discurso musical. De la pantomima divertida del cliché de “ama de casa” hasta las más íntimas confesiones de una mujer traducidas al lenguajes del cuerpo en movimiento. Al final, y es todo un respiro, aparece algún hombre implicado en las tareas que también son suyas. No quiero decir “hombres ayudando”, sino simplemente haciendo.
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