“Doble cita con los jóvenes intérpetes" (Alerta 4-XII-05)
La Fundación Marcelino Botín ha asumido, esta semana, el peso de la actividad musical de nuestra capital con dos propuestas dentro del ciclo de Jóvenes Intérpretes. Diferentes intenciones musicales pero con un mismo resultado que nos permitió disfrutar, en ambos casos, de un manantial de música.
El primero de ellos se produjo en la velada del martes, contando para ello con el trío ‘pulsata 3’ y un programa en el que se repasaban adaptaciones e interpretaciones de obras barrocas a cargo de guitarras, tiorba y archilaúd desde una perspectiva ciertamente interesante. Muchas veces este tipo de conciertos son abordados con un exceso de celo y delicadeza que subraya las melodías y bajos obstinatos que supusieron un cambio de época y mentalidad musical. Los chicos de ‘pulsata 3’, en cambio, apostaron por sacar fuera de la música todo el contenido rítmico de cada título y hacer evidente las intenciones casi bailables de muchos de ellos. La línea, delgada a veces e infranqueable otras tantas, entre la música popular y la culta, se diluía aquí con el virtuosismo, casi constante, de los tres intérpretes en escena.
Hemos de matizar la necesidad de cuidar la afinación en algún caso y de repasar las visiones y adaptaciones del repertorio de Vivaldi en su trasunto hacia la cuerda pulsada. Hay mucho que decir en otro tipo de obras tal y como demostraron los hermanos Zapico y Josep María Martí en hipnóticas interpretaciones de los Canarios de Gaspar Sanz, la Chacona de Visée o el fandango de Santiago Murcia.
La segunda de las citas de la semana tuvo un sabor mucho más cercano y una emoción, contenida y desbordada desde el público, acogiendo al músico santanderino Carlos Benito y a su acompañante Irini Gaitani. Él prosigue su formación en estos momentos en el Royal College de Música de Londres gracias a una beca concedida por la propia Fundación que promueve y protege estos conciertos. Su técnica e intención musical –la del joven violinista- es realmente intensa y, a veces, hasta sobrecogedora. Se atrevió con un programa complejo y ambicioso del que salió con la cabeza muy alta. Momentos muy virtuosos “a solo” junto con otros más profundos, como en la sonata de Brahms, fueron compaginando una velada que nos llevó hacia el corazón de la música y, sobre todo, hacia el futuro de la misma gracias a solistas del nivel de Carlos Benito. Irini Gaitani, por su parte, fue todo a lo que nos tiene acostumbrados: templanza, sabiduría musical y un sonido exquisito desde el piano.
Tal y como les prometía al principio de este comentario, dos conciertos con distinta factura pero que nos permitieron pasar una semana muy cercanos a la música.
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