“El ombligo de Nacho”
Permítanme la licencia de leer otro texto que el escrito por Peter Handke para las “Alas sobre Berlín” de Win Wenders. Un texto diferente al sugerido en el programa de “Alas” –sin cielo berlinés- que el pasado fin de semana estrenó Nacho Duato y Tomas Pandur en el Palacio de Festivales de Cantabria con su Compañía Nacional de Danza.
Una propuesta personal e íntima, con sabor y humores de la vanguardia de la segunda mitad del XX, en la que la apuesta escénica juega con la danza y el teatro para dar color, uno oscuro, a una reflexión universal acerca del sentido mismo de la existencia. Como en los cuadros de René Magritte hay un punto de surrealismo, un espacio en el que la identidad –que no existencia- de los individuos pueden verse velados por un periódico sin letras. También una estética futurista que nos recuerda a otros oscuros también cinematográficos: Blade Runner, Black Rain... ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? ¿Sueñan los ángeles con ser mortales? ¿Sueña Nacho –Duato- con su vida después de la danza?
El ombligo de Nacho es el centro de esta reflexión, al menos para quien les escribe, una mirada interior con la que el coreógrafo y bailarín regresa a las tablas para encarnarse a sí mismo. Entonces, solo entonces, entendemos que la transición no se realiza del cielo a la tierra sino de la tierra al infierno. Y las alas pueden ser “las de la danza”, y el rascacielos-monolito que preside la escena una especie de “escalera de Jacob” que nos lleva hacia un averno poblado de seres como lo está el infierno dibujado por el Bosco en su ‘Jardín de las delicias’, ¿lo recuerdan? Allí también había victimas y verdugos chapoteando en el agua.
Cielo, infierno, tierra, vida, existencia, muerte... universales “con Alas” y una mirada muy íntima de un Duato –Nacho- que anticipaba su intención de ser presencia física y madurez en el escenario. Y así fue, aun cuando sus movimientos pudieran parecer histriónicos o exagerados. Tenía que ser él el que encarnara este ángel, a pesar de todo.
La música utilizada, siguiendo con los hábiles collages de “clásicos y modernos” a los que nos tiene acostumbrados la Compañía Nacional, es vértice ineludible de toda la obra y en la que, a pesar de no estar presente como nombre, flotan elementos bachianos –de Bach- en desarrollos y espacios acústicos. Del otro lado, la nueva creación, acude a elementos de la música concreta “enlatada” y al empleo “en vivo” de los propios sonidos, recitados, voces, susurros, chapoteos o roces de los bailarines en escena.
Una compañía impecable, una vez más, en participaciones que esta vez tenían el difícil papel de ser, todos ellos, interlocutores de un único conversador. De circular alrededor de este ombligo ingeniado por Nacho Duato y Tomaz Pandura. ¿Tanto monta y monta tanto? No creo.
Una producción, en definitiva, compleja y atrevida y que dejó en su estreno muchos aplausos y una extraña sensación, de incertidumbre.
1 Comments:
La programa el Teatro Real en Madrid en estas fechas, ¿es la misma? ¿Es visible por alguien a quien le gusta lo clásico?
8:13 p. m.
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