"Una grande entre las grandes"
El Festival Internacional de Santander 2006 nos presentó, por primera vez en el Palacio de Festivales, a una de las grandes voces líricas de los últimos años. Violeta Urmana fue la protagonista del segundo capítulo del FIS este verano tras la inauguración con las dos funciones de la Traviata.
Suele suceder, y desde estas butacas se lo hemos contado en pasadas ocasiones, que el formato de recital con estrella del canto y orquesta acompañante deje sinsabores en parte del respetable al descubrir que la voz que iban buscando no era siempre lo que esperaban. Afortunadamente éste no fue el caso del concierto de "la Urmana" que mantuvo un altísimo nivel interpretativo desde el comienzo hasta el final de la velada. Implicación en las piezas, programa preparado y bien llevado y una orquesta, la de la Fundación Toscanini, que trabajó con, además de eficacia, mucho arte.
La primera parte del programa combinó oberturas operísticas de Mozart, ya saben que "aún" sigue siendo este su año de aniversario, con obras de Wagner en la voz de Violeta Urmana. En esta primera mitad la soprano lituana dejó clara su intención para todo el concierto desde la primera nota que salió de su boca. Su voz contiene armónicos ricos que la hacen ser escuchada llena de matices, controló el movimiento dejando vibrar el sonido cuando el carácter ambiental de la partitura así lo sugería. Ejercitó su técnica y desplegó sus cualidades naturales para dar a les "Wesendock Lieder" el encanto y la magia que hicieron de su escucha ana auténtica delicia. Tan solo el repetido aplauso del respetable, tras cada una de las piezas que lo integran, seccionó una obra que, de otro modo, hubiera encandilado más aún gracias a su magia. Pero el público manda en estos casos.
Tras el descanso teníamos reservado una selección de piezas verdianas y veristas en las que encontramos otras habilidades de la protagonista de la noche. Si antes vimos el registro acogedor, íntimo en ocasiones y muy sedoso de Violeta Urmana ahora encontramos agilidad, drama, profundidad y decenas de pequeños detalles en giros y guiños melódicos que arrancaron ovaciones, vítores y aplausos de una audiencia entregada y enamorada de la voz de la 'diva', perdón: con mayúsculas, Diva. Quien les escribe no podrá olvidar el Wagner del comienzo, pero es justo señalar que las arias de 'Andrea Chenier', la 'Gioconda' y, especialmente, el 'Machbeth' de Verdi quedarán para el recuerdo de la historia de este Festival.
De la orquesta, les decía al principio, también obtuvimos más de lo acostumbrado. No se trató de una formación haciendo un "bolo" ente funciones de ópera sino de un conjunto muy serio y bien armado haciendo la música exigida para cada momento. Así en los episodios mozartianos fueron ágiles y brillantes, sonaron contundentes y mucho con Wagner. En estos momentos el sonido de los italianos parecía el de una orquesta con más instrumentos que los que realmente había en escena, algo más de medio centenar. Para Verdi, Mascagni, Giordano y Ponchielli ofrecieron variedad, definición tímbrica y un conocimiento profundo de las obras. La dirección de Miguel Ángel Gómez Martínez tuvo mucho que ver con el resultado, cómplice en todo momento pero especialmente efectivo e implicado con los lieder de Wagner.
Como era de esperar, al final de lo programado llegaron los previstos bises, más de 'Cavalleria' y una escena de 'La viuda alegre'. Bises que llegaron con la aclamación del público que, en esta ocasión, más que pedir más música se notaba que estaban agradeciendo lo que habían presenciado: un gran recital de una grande entre las grandes.
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