“La claridad de Zacharias”
Los pianistas jóvenes normalmente son considerados por el público en base al futuro que prometen y lo que van a llegar a ser en el mundo de la música cuando crezcan. Los grandes maestros, los más mayores, tienen en su historia lo que han logrado y el magisterio que dejan en sus alumnos. A medio camino, en el punto donde muchas futuras promesas pierden “lo que podría haber sido y no fueron”, son pocos los grandes intérpretes capaces de ofrecer la coherencia y madurez de un gran genio. Christian Zacharias es uno de ellos, de los que pueden, y el pasado lunes visitó el Festival Internacional de Santander, con la sala llena y un nutrido grupo de personalidades, entre ellos ex presidentes de gobierno de distintos países. La madurez de su estilo y sus intenciones de investigación y práctica musical quedaron patentes en este recital.
El programa del concierto se nos antojó como un cuidadoso menú en el que el protagonista de la velada había incluido todos los ingredientes que garantizan su categoría. De primer plato piezas de Mozart y Ravel hábilmente alternados. De segundo el plato fuerte: la ‘Sonata en La’ de F. Schubert. Como postre una propina de Schumann. Si atendiésemos al reloj, podríamos decir que Zacharias es preciso, en números redondos, a la hora de plantear su trabajo: la primera parte duró una hora exacta. Tras los veinte minutos de descanso la segunda terminó también en punto, a las once.
La forma de concebir la interpretación de este músico se basa en unos sólidos pilares de técnica impresionante y una habilidad virtuosa que sabe manejar con aparente naturalidad. Así, el sonido del piano, aparece ante nuestros oídos de una forma fluida y muy brillante. Tal vez esta manera de hacer música sea ciertamente plana en otro tipo de matices más expresivos pero indudablemente es impresionante comprobar la efectividad y grandeza de los resultados. Las dos obras de Ravel, los ‘Valses nobles y sentimentales’ y la ‘Sonatina para piano’ fueron una exquisita muestra de claridad sonora. Como Mozart, especialmente en las ‘Variaciones en Sol Mayor KV 455 sobre Unser dummer Pöbel meint’ nos situamos ante un Zacharias un punto más expresivo y completo.
La sonata de Schubert, magna y compleja, resumió el universo musical de su ejecutante y navegó, con el mimo tono, por la toda la partitura. Sin dudas ni errores, con la facilidad natural que les decíamos a principio.
Como anécdota, otra vez, el sonido de algún teléfono móvil, interrumpió el discurso musical de la noche. Esta vez de forma más efectiva pues el propio Zacharias dejó de tocar el piano hasta que la conocida melodía de una marca de teléfonos cesó. Y es que da lo mismo que se diga cada noche la frase de “apaguen sus teléfonos móviles”, pues si a uno no le da la gana hacerlo, es lo mismo que mil quinientos lo hayan hecho. ¿Solución? Imagino que como en otras pequeñas y grandes catástrofes de la vida sea una cuestión de educación, de buena educación.
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