“Saben y sienten”
La Orquesta de Cámara ‘Solistas de Moscú’ bajo la dirección, y participación como solista, de su carismático conductor Juri Bashmet, visitó la 54 edición del Festival Internacional de Santander el pasado martes para ofrecer un concierto de corte clásico en el programa y con un resultado sonoro altamente interesante.
La agrupación de cuerda integrada por catedráticos del conservatorio moscovita son poseedores de una sabiduría musical muy alta y capaces de abordar el repertorio propuesto con la eficacia necesaria y la magia del sonido que, siempre que aparece, crea un ambiente especial en la sala y en el auditorio. Así sucedió en las intervenciones de esta formación de cuerda, capaces de conmover las fibras más sensibles con la Sinfonía para cuerdas de Mendelssohn o con la Serenata de Tchaikovsky. ¿Su secreto? Un empaste soberbio, control absoluto de los diferentes planos sonoros y la emoción necesaria para hacerlo todo posible. Berlioz en el prefacio de su libro sobre “La música y los músicos” habla de aquellos creadores que “saben” hacer música y de los que la “sienten” cuando la hacen. De estos tenemos que decir que “saben y sienten” al mismo tiempo.
Mario Galeani fue el pianista encargado de realizar el Concierto nº 14 de Mozart para este instrumento y orquesta. Se trata de una obra poco trascendente de las escritas por el genial compositor salzburgués. A esto hemos de añadir que la masa sonora de los de Moscú no era la adecuada para acompañar las dinámicas del piano con su tapa abierta y que el sentido de los tempos musicales de Galeani se distinguía, y mucho, del de la orquesta. Como resultado nos aburrimos un poco con un concierto descompensado en muchos aspectos y que deslució, en la primera parte, el ambiente creado por la orquesta.
He de confesarles que poco puedo decirles del Concierto para viola de Paganini interpretado por el propio Bashmet. He de pedirles perdón pero un ataque de tos, de esos que tanto he criticado desde estas páginas en mis compañeros de butaca, me cogió de sorpresa y pasé “un mal rato” intentando evitar ser una molestia para el resto del auditorio. Como resultas se despistó mi atención del asunto musical y les pido disculpas por ello.
Reincorporado en cuerpo y mente a la Serenata de Tchaikovsky, pudimos disfrutar de una interpretación magistral en la que, sobre todo, se creó atmósfera, aire “con sentido” entre los músicos y el oyente. Como colofón varias propinas con las que Bashmet –ahora sí que le pude seguir con la atención debida- demostró su talento como virtuoso de la viola culminando un concierto muy agradable para todos. Que no es poco.
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