“Enhorabuena, a público y ganadores”
Terminó el XV Concurso Internacional de Piano de Santander Paloma O’Shea, y lo hizo de la mejor de las formas: adjudicando un gran premio. Termino una edición que, si hemos de caracterizarla de algún modo, ha de ser por excelente nivel de todos los concursantes, lo que nos ha hecho dudar y apostar por muchos de ellos hasta conocer el fallo final del jurado. Tal vez los tres finalistas no coincidan con los favoritos de todos, tal vez se echara en falta a Nabiolune o a Takada o a cualquiera de los otros concursantes que quedaron en el camino, pero de lo que no hay ningún género de duda es que los tres que pasaron a la final y el ganador italiano son unos “pianistazos”. Y si no, tiempo al tiempo.
Del concurso me gustan muchas cosas, evidentemente está la oportunidad de escuchar multitud obras para piano o la de codearse con jóvenes pianistas y veteranos jurados que escriben el presente, el pasado y el futuro de este instrumento. Pero con lo que más disfruto es con la emoción, literal, de buscar y opinar sobre los participantes, la forma en la que abordan sus conciertos, el programa que los integran, sus criterios de elección, de presencia en el escenario, su sonido, su consistencia.. Es maravilloso poder enjuiciar y compartir, con muchos, opiniones sobre música. Aunque sean equivocadas, pues aquí, como en los toros, todos acabamos siendo expertos.
Tal vez el público, en ocasiones, haya dado con sus tonos y politonos la “nota discordante” de muchos de los conciertos. Pero también han puesto la ovación y el bravo en una entrega de auténticos “hinchas” de la música y el concurso. Les cuento una anécdota. En la final sinfónica me encontré con un viejo conocido de esos a los que saludas y con los que hablas en los descansos de muchos conciertos pero de los que conoces poco más. Él es aficionado, sin remisión, a la cultura en particular y a la música en general, y la dos últimas semanas las pasó en la Sala Pereda del Palacio de Festivales. “Ha habido jornadas de siete horas, pero he disfrutado cada minuto”, me decía entonces. “Ojalá gane Alberto Nosé”, también me contaba; durante el concurso había tenido la oportunidad de charlar con el italiano y se habían hecho “casi amigos”. Horas después, cuando conocimos el nombre del ganador, mi amigo permaneció en pié aplaudiendo al ganador y con una sonrisa de felicidad que no ocultaba la emoción que él también sentía. Y yo me alegré por Nosè y por mi amigo y por todo el público que había tenido un año más una oportunidad como este. Y me da lo mismo que los disfraces de gala y los collares de perlas aparecieran por la Argenta justo al final del concurso dejando, seguramente, fuera y sin entrada a algunos de los seguidores auténticos, los de cada día. Me da igual por que sé que, a pesar de todo, el concurso es de ellos y de los pianistas. Enhorabuena.
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