Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

jueves, julio 14, 2005

“Mitomanía”

Permitan que confiese que siento cierta debilidad hacia los mitos. Pero hacia los de carne y hueso. No les voy a contar que soy un apasionado de ninguna estrella del balompié –perdón, se dice fútbol, ¿verdad?-, ni que sería capaz de pagar miles de euros por un pedazo de bocadillo mordido por uno de los Beattles. Pero he de decirles que siento cierto escalofrío y ganas de “saber más” cuando por ejemplo, gracias a estas columnas y a los concierto a los que me conducen, conozco a músicos que han compartido escena y experiencia con los grandes intérpretes del siglo XX. Que han sido dirigidos por Karajan o Abado, que han estudiado con Rostropovich o que acaban de interpretar una ópera bajo la batuta de Harnoncourt. También me sucede lo mismo cuando descubro que uno de los violines del escenario tiene casi tres siglos de vida o que aquel otro violoncello es un Stradivarius, entonces trato de imaginar su vida como aquella película de Francois Girard, ‘El violín rojo’.

Todo esto me sucede, extraordinariamente, estos días en el Encuentro de Música y Academia. Los maestros de este particular “seminario” son algunos de los más grandes tal vez porque han aprendido de los mejores. Y puede que por eso sus alumnos sean también grandes por estar estudiando junto a ellos. Esto de la música práctica tiene mucho de árbol en una estructura que crece y se ramifica y para el aficionado, como yo, es todo un placer “escuchar” el sonido del tiempo en sus ramas. Mirar los orígenes sin despreciar los brotes más frescos, conocer a sus artífices y entender que nuestra tradición musical arranca desde bien lejos pero que está perfectamente articulada. Y si desde un profesor de oboe llegamos hasta Karajan, tal vez podamos seguir remontándonos quien sabe, hasta Bruno Walter, Bernhard Paumgartner, Gustav Malher, Anton Bruckner, Simon Sechter, Schubert... Que árbol más hermoso, ¿verdad?

La cercanía de profesores y alumnos, como público y como protagonistas, de este encuentro nos permite “formar un poco en parte” de alguna de sus ramas. Tal ver de las que están caídas en el suelo y miran hacia arriba, al escenario. Dentro de unos años muchos de los alumnos que estos días navegan ofreciendo conciertos en toda Cantabria serán los protagonistas de la llamada música culta. Seguro que entonces seguiré sintiendo esa mitomanía, por haberles escuchado cuando empezaban. Y no porque dieran patadas a un balón o porque mordieran un bocadillo, sino porque hacían la música que llegó a sus manos desde el pasado. La que “tenía” que llegar a sus manos para que, finalmente, estuviera en nuestros oídos.