Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

sábado, abril 23, 2005

“Con el murmullo del público...”

‘La Retirada de Moscú’, vista este fin de semana en la Sala Pereda del Palacio de Festivales, es una de esas obras de teatro que cuentan con la “aprobación” tácita y explícita del público en su murmullo que acompaña las diversas escenas de la misma. Murmullos que, en muchas ocasiones, se desatan en sonrisas que luego son risas. Murmullos que, a veces, son comentarios en los que la implicación va más allá de lo habitual. “¡Que paciencia tiene ese hombre!”, “¡Está loca!”, decían a media voz algunos de mis compañeros de butaca. Como ellos, otros muchos, siguieron con emoción y devoción –murmullos y aprobación- el texto de William Nicholson que aborda un universal de la condición humana: el fracaso de una relación personal entre dos personas.

Gerado Malla, Toni Cantó y Kivi Mánver configuran un elenco que, a pesar del horroroso decorado, logra llegar a un público “de teatro”. A ese público que lo fue también del televisivo Estudio 1 y que se aficionó a acudir a las temporadas estivales para poder verlos “en directo”. Un teatro sin excesivas pretensiones de renovación de la escena, con el sabor de la tradición y heredero de toda la historia del teatro. Clásico a pesar de ser moderno en su contenido y con una dirección, la de Luis Olmos, igualmente conservadora. Un modo de presentar la escena que tiene en sus protagonistas, y en los roles que asumen muchos de nuestros actores de ser siempre “ellos mismos”, todo el peso de enlazar con el público y lograr su parcela de éxito.

La producción, como pueden imaginar, sin excesos: un iluminación “argumental”, un decorado que, a pesar de ser horroroso, sirve para sugerir diversos espacios y pinceladas de música a ritmo de un corazón que se mezcla con un contrabajo caminando con pasos de jazz... sin venir mucho a cuento con el tono que luego se desarrolla en escena. Se opta por la comedia de lo cotidiano, con un clímax muy emotivo en la primera mitad de la obra y luego un descenso de nuevo hacia lo cómico. El final poético, pero de nuevo extraño.