“Con vehemencia...”
El Aula de Música de la Universidad de Cantabria ofreció, el pasado domingo, un interesante, entretenido y divertido concierto protagonizado por el Coro de la Temporada Lírica del Palacio de Festivales. Interesante lo fue por permitirnos comprobar la buena salud de esta agrupación al presentarnos un programa narrado de una forma que lo convirtió en entretenido. Divertido, además, por el tono “informal” de las presentaciones y explicaciones “a pie de escena” recreadas por el director de la formación, Esteban Sanz Vélez que supo ser ameno y profundo en su discurso.
De esta forma las actividades del Aula de Música fueron más didácticas que nunca y cumplieron una función “universitaria”, imbricando el disfrute musical con el intelectual y, como no, el emocional en todas sus dimensiones. ¿Qué más podemos pedir? Pues tal vez lo que también acompañó a este concierto: una sala repleta de público hasta colgar el “no hay localidades”. Público entregado y apasionado vitoreando a los participantes y convirtiéndose en moralista al secundar la propuesta de Sanz Vélez y acompañando con su canto el Ruzzola del Fastaff verdiano. ¿Ven por qué insisto en lo divertido?
Tal vez hubiera que hablar de la acústica de la sala o las estrecheces del escenario para más de medio centenar de cantantes, pero sería perder el tiempo pues todo salió a pedir de boca, y lo que no fue así quedó de sobra justificado o compensado por una visión de conjunto más que satisfactoria. Elena Ramos fue la encargada de acompañar al piano y emular una orquesta con un saber hacer y una experiencia realmente encomiable. No en vano su papel habitual como ‘maestra repetidora’ en las producciones líricas del Palacio de Festivales así se lo exigen y así sabe hacerlo.
¿Les parezco vehemente? Pues así fueron las cosas. Hace unos años tuve que escribir una crítica mucho más amarga sobre este coro en una de sus intervenciones en solitario. El tiempo, las oportunidades de cantar en directo y el trabajo han hecho de este grupo uno de los más interesantes y asentados del panorama de nuestra comunidad, que no es poco si atendemos al número de agrupaciones corales que existen actualmente. Han logrado “crear” un sonido propio y muy equilibrado, se han limado los agudos chillones –con perdón- que en muchas ocasiones enturbian la música para grupos de voces en la entrega –eso sí que es vehemencia- de algunos de los intérpretes. Se ha compactado el registro y se ha logrado eso: un gran coro, para la escena y para el escenario.
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