Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

lunes, marzo 21, 2005

“Mirar el agua de un río”

¿Cuánto tiempo podemos estar mirando el agua? ¿Cuántas horas se pueden pasar simplemente contemplando en qué forma el curso de un río evoluciona y trasforma el mundo que lo contempla? ¿Cuánto tiempo podemos disfrutar escuchando la música de Bach?

La Pasión según San Mateo es una de esas creaciones humanas que han logrado traspasar el umbral que separa lo natural de lo artificial para convertirse en algo que pertenece a la Humanidad como patrimonio musical y como necesidad vital para quien disfruta con la música. Más aún, o mejor podríamos decir que de forma inevitable, cuando la interpretación que tenemos la fortuna de encontrarnos se entrega a la expresividad como elemento que conjuga la partitura, tal y como hicieron en su presencia el pasado sábado el coro y la orquesta del ‘King’s Consort’ en el Palacio de Festivales.

El ambiente “entre pasillos” antes de comenzar el concierto, en su descanso y al finalizar el mismo, emanaba un indudable sentimiento festivo y de reencuentro con la agrupación que inaugurara este mismo auditorio hace casi tres lustros. Una fiesta verdadera de la música en la que “todos” parecían estar invitados y que se desarrolló de forma impecable en lo musical y con algún que otro arranque de tos en lo social. Hasta el propio Robert King esperó, con el gesto a punto de atacar un pasaje, a que los carraspeos y otros exabruptos más sonoros cesaran en intensidad y frecuencia.

Pero volvamos al contenido de esta música. Las voces que protagonizaron la ‘Pasión’ que hoy nos ocupa gustaron y mucho por todo lo que supieron decir musical y emocionalmente. Pero si alguien conmovió verdaderamente al auditorio ese fue el tenor James Gilchrist que llenó la Argenta de un brillante registro, redondo en todos los sentidos y expresivo como lo fue todo esa noche. Peter Harvey también fue protagonista de la emotividad que les contamos y la vertiente más exquisita nos la ofrecieron las voces de la Soprano Gillian Keith, delicada y ágil y de la mezzo Diana Moore, igualmente exquisita. El público ovacionó con especial insistencia al coro del King’s Consort que, realmente, firmaron intervenciones exquisitas desde la presencia más comprometida a los leves suspiros que, en ocasiones, precisa esta obra. La agrupación instrumental nos conmovió igualmente, con sus momentos más precisos y otros parcialmente difusos. El conjunto verdaderamente magistral y la emoción, de quien les escribe y de centenares de personas más que abarrotaron la sala, a flor de piel.

Tuve el atrevimiento, tal vez la pedantería, de escuchar el concierto equipado con una partitura de la obra, y les aseguro que el disfrute con eso y con todo fue increíble. Y la reverencia sentida por Johann Sebastian Bach cada vez mayor. Escuchar su música, como les decía al principio, tiene mucho que ver con un río en el que su agua fluye de la única forma posible, con naturalidad.