“De tacón” y muchísimo más
Rafael Amargo no es el mejor bailarín de flamenco de su tiempo. Pero, probablemente, sus espectáculos son lo mejor que podamos encontrar en este género gracias al talento, en todo los sentidos, de Amargo y a su capacidad de reunir un equipo artístico impresionante. Estos días ha visitado el Palacio de Festivales para mostrarnos ‘Enramblao’, su particular homenaje a la multiculturalidad de las grandes ciudades –con Barcelona como ejemplo y que da nombre al espectáculo- y de paso para divertir y entretener a una audiencia que vibra en las casi dos horas y media que dura “la fiesta” en escena.
La fusión entre técnicas, estilos y formas de entender el arte se fusionan de la misma manera en que ya lo hicieran en ‘Poeta en Nueva York’, que pudimos ver en este mismo escenario hace unos meses. Amargo, y su equipo, son capaces de emplear los nuevos recursos tecnológicos como un elemento más de trabajo. Es de nuevo Juan Esterlich el responsable de la imagen que viste la escena, funcionando como elemento narrativo y, además, emocionando con hermosos recursos estéticos de color, luz y movimiento.
Y sobre el escenario, “enramblaos” de carne y hueso un plantel de toque, cante y baile inmejorable por encima de cualquier calificación. Como el caso de Maria Teresa, una voz tremenda y sobrecogedora como nos demostró en sus intervenciones flamencas y en las otras, en las que se acercaron a la copla más abierta o a la ‘chanson’ francesa emocionante y emocional. Otro prodigio: el violinista David Moreira, con una técnica difícil de encontrar en muchos intérpretes de este instrumento en el mundo del clásico y una energía y entrega desbordante en todos los sentidos. Cuatro bailarines ajenos al flamenco pero que encandilaron al respetable: Fran Fernández, Alberto Pardo, Sira Cuenca y Ludovico Hombravella. Ellos aportaron “break dance” y “tap dance” para su comparación con el taconeo flamenco. Hace unos años el bailaor Antonio Márquez en unas clases magistrales impartidas en el sur de Francia comparaba el claqué con el flamenco. De aquel decía que era como saltar hacia el cielo en tanto que el flamenco le ataba irremediablemente al suelo. Amargo, en este espectáculo y con esta comparación, nos mostró un buen ejemplo de esa teoría.
Y Rafael Amargo. Que entra en el escenario cargado de energía y “reventando” en taconeo manteniendo ese nivel a lo largo de toda la noche. Elegante en el vestuario hasta “más y no poder”, ingenioso en las coreografías más alejadas del flamenco y entregado en las de su arte. Sabe la forma precisa de ganarse al público y entregarse en cuerpo y alma a ellos. Acercándose a ellos –a nosotros-, lanzando un pañuelo blanco o arrancando constantes explosiones de movimiento. Pero lo mejor de él tal vez no sea eso. Lo mejor de Amargo está en su concepto de la escena, en su forma de contar y contar mucho. A Enramblado puede que le sobre parte de flamenco para poder disfrutar, aún más, de todo lo demás. Lo que nos da “con el tacón” no es mucho más de lo que ofrecen otros. El resto de su espectáculo es lo verdaderamente interesante, y emocionante.
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