Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

lunes, agosto 22, 2005

“Lo último del Hong Kong”

El Ballet de Hong Kong cerró su visita al Festival Internacional de Santander con la escenificación de “El último Emperador”, propuesta coreográfica sobre la biografía homónima escrita por Stacey Farley y que llevó al cine Bertolucci a mediados de los años 80. Wayne Eagling firma la coreografía de esta revisión de la historia de Pu Yi desde una perspectiva, tal y como sucediera con el Turandot de jornadas precedentes, muy teatral. Tanto que, en ocasiones, más parecía un mimodrama que una propuesta de baile.

La delicadeza y el cuidado de la escena volvieron a reinar en la presencia de la compañía de Hong Kong, con una perspectiva más cercana “a nuestras expectativas” antes de conocer a la compañía al tratarse de una temática local vista por sus propios protagonistas. Pero tal vez la que sea su mayor virtud se trasforma en un inconveniente, ya que el peso de la escena y lo que se quiere contar sobrepasa, y con creces, a la plasticidad del movimiento. Rige la historia y sus personajes quedando la definición de los mismos más diluida en el movimiento que en su función dramática. Con un lenguaje cinematográfico los recurrentes fundidos a negro jalonan el “flash back” con el que se nos cuenta la historia, articulan las diferentes escenas en una especie de comic dramatizado.

Lo más interesante, coreográficamente hablando, lo encontramos en los paréntesis que abren y cierran la propuesta. Las escenas del interrogatorio muestran un lenguaje contemporáneo original y sugestivo. Del mismo modo las escenas oníricas de los “sueños de opio” o el colorista espectáculo de la parada de la Revolución Cultural destacaron, sobremanera, de un conjunto agradable de ver pero no exento de momentos aburridos.

No hay demasiado riesgo ni demasiado éxito en las piruetas y demás ejercicios de dificultad. Tal vez nos sirvan, más o menos, las palabras escritas hace un par de días en estas páginas sobre el Turandot de esta misma compañía: volver a destacar a Cristal Costa, esta vez en su papel de espía y volvernos a encontrar con un Liang Jing sin el brillo deseado para un primer bailarín. Es, nuevamente, el cuerpo de baile el que ofrece mayores dosis de “espectáculo” al público de sala.

La música, procedente de la citada película de Bertolucci, funciona desde ángulos que parecen inspirados –o casi copiados- por obras de Bernard Herrmann, Copland, Bersntein e, incluso, Beethoven. Remedos entre los que también vislumbramos algunos elementos no occidentales de la música, los más interesantes.