“Luces y sombras; y sombras y luces”
Luces y sobras para la 54 Edición del Festival Internacional de Santander las vividas el pasado domingo con la actuación del compositor balcánico Goran Bregovic y su popular visión de la ópera con ‘Karmen con final feliz’. Luces y sombras que protagonizaron y experimentaron los músicos y el público, a partes iguales.
Luces las de la primera mitad del espectáculo, luces de sala para narrar la historia de esta Karmen antes de ser contada por las canciones. Ellos mismos avisaron ser “unos actores pésimos” y no nos engañaron en absoluto. Sombras en el nulo nivel dramático de unos tediosos cuarenta minutos que nos iluminaron, a veces, con retales de la música que veníamos a escuchar.
Sombras para la segunda parte, cuando finalmente apareció el sonido estridente de la Banda de Bodas y Funerales, la queríamos escuchar, a media luz. Sombras en las cuestiones técnicas que hicieron ensordecedor el timbre de los “brass” que componen la formación. Demasiado volumen, excesivo. Sombras entre el público que, entre las sombras, va abandonando su butaca antes de terminar la función, con la cabeza orgullosamente alta. ¿No es lo que venían a escuchar? ¿Sabían a qué venían?
Luces con la música de Bregovic, vital y humana como el jadeo de un corredor que persigue su meta. Mecánica y plagada de referentes para el público entregado y seguidor de sus creaciones cinematográficas para Kusturica, y de su presencia como influencia latente en la composiciones contemporáneas, como las de Cattaneo. Luces en la pasión de la historia contada y sentida, seguramente, por todo un pueblo.
Sombras de nuevo entre el público, abandonando la sala y, en algún caso, rompiendo la buena educación de nuestra cultura para dar un corte mangas al escenario, y tal vez al resto del público que disfrutaba y seguía con las palmas los bises de la música. ¡Qué sensación más ingrata para mi estómago la de comprobar que, el gusto de esta música, iba por precios de butaca!. En las más caras menos aplausos y más pateos, desde el fondo un torrente de palmas. ¿Un corte de mangas? ¿Por qué? Yo tuve la sensación de recibirlo entero por ser culpable de disfrutar con su música. ¿Qué veníamos a ver? A Goran Bregovic, y eso fue exactamente lo que tuvimos. Ni más ni menos.
Tal vez muchos de los aficionados al abono del Festival se quedaron confusos al entender que bajo el término “ópera” únicamente se podía denominar un espectáculo lírico de orquesta y voz. Pero les aseguro que muchos de los aficionados a Bregovic se quedaron fuera de la sala y sin entrada, con ganas de haberlo visto. Luces y sombras, sensaciones confusas la sentidas por quien les escribe. La cultura como elemento de división, impuesta por narices para algunos, casi como obligación. Les garantizo que si alguna vez aparezco en medio de un concierto de música ‘trance”, que detesto con toda mi alma, no se me ocurrirá reprochar a lo que allí estén sus preferencia estilística. Señores: para gustos creó Dios los colores y a nosotros para elegir cual preferimos. De entre las luces y las sombras o de entre los que componen el arco iris.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home