“Mil y una”
Hay algunas producciones teatrales que descansan el peso de sus propuestas en la eficacia, el nombre o el prestigio reconocido de alguno de sus actores. Otras, en cambio, han logrado fundamentar su arte en obras corales en las que cada uno de los actores se trasforma en un elemento de un engranaje completo cediendo el protagonismo de su nombre al prestigio de toda la compañía. Este es el caso de ‘Les Comediants’, veteranos y geniales creadores, como un todo, que el pasado fin de semana visitaron el Festival Internacional de Santander para escenificar su versión de ‘Las Mil y una Noches’.
Les decíamos de algunas compañías de teatro y de sus espectáculos que, como en este caso, superan el concepto habitual de la escena para “atreverse” a inventar la forma de subirse a un escenario: algo parecido al concepto de “obra de arte total” en la que incluir música, danza, teatro, escena.. literatura. La ‘Mil y una...’ de Comediants nos presentan la magia del relato original desde unas coordenadas de partida distintas. Para narrar el libro en el que se nos cuenta la historia de una contadora de historias que cuenta historias de otros que también las cuentan... (uff) ellos deciden sumarse al asunto siendo también contadores de la historia que cuenta la historia... Y lo hacen situando el comienzo de la obra en la destruida biblioteca de Bagdad, una licencia usada “con calzador” desde una perspectiva de dar sentido al porqué de su montaje. Ciertamente las primeras líneas del guión son un sinsentido que busca de forma denodada, y tal vez torpe, llegar al “comienzo del cuento”. Una vez superados estos minutos, breves, de prisa dramática todo se trasforma en magia y espectáculo, con mayúsculas, en la ensoñación dramática.
El divertido juego de contar lo que otros cuentan sugiere a Comedians “mil y un” recursos escénicos atrevidos, simpáticos, joviales, sorprendentes... pero sobre todo ingeniosos y bien articulados sobre el texto genial del inmortal literario. La música se impone también como una actor más del discurso escénico y el ritmo de la percusión trepidante y sutil se acumula sobre sus propias acciones dando a la producción completa un aliento de vida que hace que todo suceda de forma “ natural”.
El escenario es un espacio muy interesante por lo abierto que se manifiesta para poder ser transformado gracias al diseño de iluminación de Faura y a los recursos apuntados. Los actores sobre lo que, en definitiva, cae el peso de la obra son versátiles hasta el extremo y logran trasformarse una y otra vez en los personajes precisos de cada “cuento”.
El F.I.S. dejó hace tiempo de ser un festival adjetivable como “de teatro” para centrarse en la música y la danza, pero ciertamente cuando el drama vuelve a este Festival, lo hace con propuestas interesantes. Así, al menos, ha sido este año.
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