“El Orfeo de Font en Santander”
La IX Temporada Lírica se cerró el pasado fin de semana con la puesta en escena del ‘Orfeo ed Euridice’ que escribiera Ch. W. Gluck y que ahora reinterpreta en lo escénico Joan Font.
En primer lugar es necesario encomiar el esfuerzo y la valentía del Palacio de Festivales al programar, este año, dos títulos que se escapan de los habituales del repertorio escénico. De esta forma hemos tenido abierta la oportunidad de conocer “en directo” las dos obras y adentrarnos en producciones alejadas de los parámetros más clásicos de la lírica. Lo hicimos con el Werther, un punto trasgresor de hace un par de semanas y ahora con la bella, elegante y delicada versión con el indudable toque Comediants. Y si acertada fue la propuesta en los escénico, no lo fue menos en lo vocal, cerrándose así una presentación redonda.
Empezamos por el escenario: un espacio creado ante nuestros ojos y que nos sugiere, con la belleza de los colores puros, lugares inventados por la imaginación del espectador. No hay grandes artificios ni efectos especiales, pero sí el empleo de elementos sencillos y un cuidado diseño de iluminación que se revela fundamental para delimitar el espacio del drama y entender las evoluciones y cambios de acto. Se introduce el papel de un narrador, accidental y prescindible, que nos sitúa ante el relato mitológico original confrontado con la adaptación realizada por Rainiero de Calzabigi para su estreno a mediados del XVIII. El buen gusto y la elegancia estética hacen que, para el deguste visual, todo sea hermoso y salga a pedir de boca.
En lo musical observamos contraste entre una orquesta para nada espectacular y la atenta, entregada e inteligente dirección de Paul Dombrecht. Pero el peso fundamental de la partitura cae en la voz de Flavio Oliver, encargado del rol de Orfeo y que volvió a sorprendernos con su voz ágil, personal y, esencialmente con una inteligencia musical que le acerca a lo sublime. Alwyn Mellor, la soprano y Euridice de esta obra, también gustó mucho gracias a una voz hermosa y delicada. Flavio, más allá de su afortunada presencia vocal, gustó también en lo dramático, adecuando su expresión al papel y, sobre todo, a las exigencias escénicas del montaje.
Pero si hay algo que resaltar, con sinceridad, hay que alzar a la categoría que se merece al Coro Lírico de Cantabria, renacido y ampliado con un título, por fin, que les permite demostrar todo lo que valen y ver el fruto del trabajo constante de muchos ensayos y una entrega profesional para lograr simple y llanamente un sonido magnífico. Enhorabuena.
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